III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mateo 4, 12-23: “Convertíos porque está cerca el Reino de Dios”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal

 

 

Comentario:

“Convertíos porque está cerca el Reino de Dios”

Desde el principio la predicación de Jesús se centra en lo que va a ser su proyecto salvador. Jesús no viene a enseñar una doctrina que han de aprender sus seguidores. Ni a dar unas normas y preceptos morales que, siendo necesarios, no son lo más fundamental. Tampoco a introducir nuevas formas y ritos para dar culto a Dios. Comienza a hablar del Reino de Dios:
“Comenzó Jesús a predicar diciendo: Convertíos porque está cerca el Reino de Dios”.

Leemos en el libro del Éxodo cómo Dios se dirigió a Moisés: “Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo en Egipto, y he escuchado el clamor que le arrancan los capataces; pues conozco sus sufrimientos. He bajado para librarle de la mano de los egipcios” (Ex 3, 7-8). Jesús también sufre la situación angustiosa en que se encuentra sumergida la mayor parte de la humanidad, y quiere implantar el Reino de Dios. Le interesa la felicidad de los hombres, quiere que los que lloran sean felices, que los que tienen hambre se sacien…. Por eso quiere que en la tierra haya hombres y mujeres que actúen como actúa Dios: “Sed buenos del todo como es bueno vuestro Padre del cielo” (Mt 5, 48). También Jesús un día “viendo el gentío, le dio lástima, porque andaban maltrechos y desgarrados como ovejas sin pastor” (Mt 9,36). Toda su vida está marcada por la cercanía y la compasión aliviando dolores y sufrimientos y enseñando a mira a las personas de otra manera, desde la comprensión y el compromiso de aliviar el sufrimiento. Se acerca a los pecadores, comprende a las prostitutas, los enfermos serán su debilidad, y para Él los últimos serán los primeros. Esta es la luz grande que vio el pueblo que habitaba en las tinieblas de la marginación y el dolor. Esta fue la actividad de Jesús que recorría Galilea “proclamando la Buena Noticia de Dios y curando las enfermedades y dolencias del pueblo”. El Reino de Dios había comenzado.

Junto a esta proclamación esperanzadora, una clara y apremiante exigencia:
“Convertíos porque está cerca el Reino de Dios”. Escuchar el anuncio del Reino no es solo recrearse en algo esperanzador. Ese Reino no será realidad si no se da un cambio sincero y profundo en el corazón del hombre. Es la conversión un cambio de actitudes y un nuevo elenco de valores que orienten la vida hacia Dios y hacia el amor y la comprensión sincera a los demás. Dejar que el Espíritu de Dios penetre en el corazón, porque es quien, de verdad, lo puede cambiar: “Yo pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que caminen según mis preceptos” (Ez 11, 19-20).

La realización del Reino de Dios en la historia necesita de la colaboración del hombre. Junto a la proclamación de la Buena Noticia el texto evangélico de este domingo trae la llamada de los primeros discípulos. Jesús los llama, el tiene la iniciativa, no se basa en unos méritos. Responden con prontitud y generosidad:
“Inmediatamente dejaron las redes y le siguieron”. Es una actitud de conversión que les capacita para acompañar a Jesús, ser testigos de su predicación y actuar, iniciando el Reino de Dios.

Escuchar y hacerse eco del anuncio del Reino, tomarse en serio la conversión del corazón, entendiendo la fe no sólo como la simple aceptación de unas verdades, sino como fiel seguimiento de Jesús, es lo que da al cristiano el entusiasmo en la vida para ser cauce de transmisión del Reino de Dios que tanto necesita nuestro mundo.