I Domingo de Cuaresma, Ciclo A
Mateo 4, 1-11: “Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal

 

 

Comentario:

“Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu”

Al comenzar la Cuaresma sería bueno que, como Jesús, nos dejáramos llevar por el Espíritu. La Cuaresma es fundamentalmente un tiempo de renovación, de rehacer nuestro ser bautismal esforzándonos en cuidar más nuestra comunicación con Dios, una mayor a tención a la Palabra para una sincera conversión a Cristo. El es, no nosotros, el centro de la Cuaresma, y viene en nuestra ayuda para vivir con gozo la renovación que nos llevará a vivir la Pascua resucitando a una vida nueva. La Cuaresma la terminamos con la renovación del bautismo en la Vigilia Pascual. En este tiempo de gracia el bautismo es luz que orienta, fuerza que empuja y vida en el Espíritu.

En este primer Domingo la Palabra de Dios nos advierte de la realidad de nuestra vida. Las tentaciones en el desierto no es un acontecimiento puntual en la vida de Jesús. Para Cristo como para su discípulo la vida es una prueba y tentación, pero también oportunidad constante de fidelidad a Dios. Es la vida misma llena de posibilidades para el servicio de Dios y de los hermanos, desde una libertad que Dios respeta, pero donde se juega la carta de nuestra grandeza o de nuestra derrota.

La renovación a la que se nos invita tiene que comenzar por la idea y la vivencia que tengamos de Dios. El consumismo que nos acosa, el ansia del pan material, todo lo que supone el tener y gastar nos hace olvidar a Dios en donde está la seguridad de nuestra verdad en el ser. Por eso el hombre ha de saber vivir de
“toda palabra que sale de la boca de Dios”.

Mantenerse en una fe sociológica, sin entrar en un proceso de personalizarla, es fácil sentir la tentación de un Dios mercantilista e interesado; de un Dios mágico e infantil, manipulable a nuestro antojo. Es entender la fe como un seguro de vida, olvidando que la fe es riesgo y respuesta gozosa al amor de Dios teniendo siempre en el corazón al hermano. El “no tentarás al Señor tu Dios” es el camino para no dejarse engañar por una idea utilitarista de Dios, sino abrirse al Dios Padre que su felicidad es el bien del hombre.

“Todo esto te daré si te postras y me adoras”. Aquí se da un cambio radical poniendo como centro de todo al hombre movido por la ambición y el orgullo. Es el culto del hombre, el afán de poder, la manipulación y la explotación del semejante, la alucinación del sexo, la droga y al alcohol. Dios desaparece del horizonte humano suplantado por la figura del hombre pos-moderno. La postura de Jesús es clara y terminante: “Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo darás culto”. La verdadera relación con el Dios de la revelación fundamenta la dignidad y la grandeza del hombre, objeto del amor de Dios Padre, liberado del pecado por Cristo y fortalecido por la vida nueva que brota del agua y del Espíritu.

La oración, la limosna y el ayuno son los tres medios tradicionales de la Cuaresma. La oración entendida como un filial y sencillo estar con Dios, movidos por el Espíritu. Estar que exige tiempo y atención contemplativa. Junto a la oración individual, de trato amistoso con Dios, la oración litúrgica con la Comunidad hecha celebración y gratitud. El ayuno no como un “mortificar” el cuerpo, ni el matar en nosotros el gusto por la vida, sino liberarnos de aquello que nos impide ser dueños de nosotros mismos para disfrutar de una vida sana y humana. La limosna como un auténtico compartir cristianamente los bienes porque son muchos los hermanos que están falto de lo más elemental. Compartir para dominar todo egoísmo y ambición; para liberarse del consumismo agobiante. Viviendo de forma sobria, siendo críticos antes reclamos insensatos consumistas, siendo más sensibles ante quienes sufren necesidad, resulta más fácil cultivar la vida del espíritu y abrirse a la dimensión trascendente de la existencia. Iniciamos el camino hacia la Pascua.