II Domingo de Cuaresma, Ciclo A
Mateo 17, 1-9: “Este es mi Hijo…. Escuchadle”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal

 

 

Comentario:

“Este es mi Hijo…. Escuchadle”

Caminamos hacia la Pascua. La Cuaresma es un caminar gozoso y esperanzado hacia la renovación pascual. No es un mirar hacia atrás sólo para hacer penitencia por los pecados. Es ilusionarse con un cambio de de vida movidos por el Espíritu en el que fuimos bautizados.

En este segundo Domingo, Jesús, centro de la Cuaresma, se nos presenta en un anticipo de plenitud de vida después de haber luchado y vencido a quien quería desviarle de su misión mesiánica. Se nos invita a subir animosos al Tabor porque esa plenitud de vida es también para los que con fidelidad, siguen al Maestro. Subir el Tabor es ponerse en camino de ascensión llamados por la altura de la luz y la verdad. Subir al Tabor es saber que Jesús espera nuestro encuentro con El porque, después de anunciar su muerte a los discípulos, les mostró, en el monte santo, el esplendor de su gloria testimoniando, de acuerdo con la ley y los profetas, que la pasión es el camino de la resurrección. La transfiguración se ve más en función de los discípulos que del mismo Jesús.

La transfiguración es una opción posible para el cristiano, hombre nuevo para una humanidad y mundo nuevos. Jesús es el compañero hacia esa meta. De ahí la voz del Padre desde la nube:
“Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle”.

La escucha es esencial al discípulo de Jesús. Escuchar y prestar atención a la voz de la verdad que es Jesús, es garantía de caminar conforme a la vocación cristiana. Escuchar no es sólo disponibilidad ante las palabras de Jesús. Es más bien una voluntad decidida y eficaz de configurar la vida al estilo de Jesús para ser
“sal de la tierra y luz del mundo”. Caminar hacia la Pascua es ver en Jesús el modelo de actuación concreta en la vida, creando fraternidad y justicia, haciendo del amor real y verdadero la norma decisiva de conducta.

Quien impulsa con fuerza a Jesús a adoptar actitudes de amor, verdad y entrega es el Padre. La palabra Hijo es la primera palabra de Dios. Todo tiene una marca filial. La transfiguración es una experiencia central en la vida de Jesús. Estando en oración en la montaña santa, dirá san Pedro (2 Ptr 1, 17 - 18), Dios se hace presenta. La oración es apertura a Dios, dejarse inundar de Dios como hijo amado, predilecto. Para encontrar a Dios lo primero es hacer silencio por dentro y por fuera y escuchar su presencia acogiéndola con sencillez porque está a la puerta llamando (cfr. Apoc 3,20). Afinar el oído para captar el murmullo de su paso, siempre suave como la brisa (cfr. 1 Re 19,12). Abrirse a Dios de manera personal desde las propias circunstancias, problemas y estados de ánimo.

La comunicación personal y viva con Dios transforma a la persona reorientando la vida de manera nueva y más gozosa. Escuchar es dejar que se iluminen zonas oscuras de nuestra existencia. Es aprender a diferenciar lo real de lo meramente engañoso. Es descubrir en el interior una fuerza que transfigura e impulsa a bajar de la montaña con una luz nueva, una fuerza que conforta y un espíritu que libera del desaliento, porque, como el Hijo, nos sentimos amados y con fuerza para amar.

Escuchar el misterio de Dios, revelado en su Hijo Jesús, es caminar seguros y gozosos hacia la Pascua de una vida renovada.