Domingo de Pascua de Resurrección
Juan 20,1-9: “Buscáis a Jesús el crucificado; no está aquí, ha resucitado”.Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal
Comentario:
Celebramos en la
Resurrección lo nuclear, el fundamento de nuestra fe cristiana: “Si Cristo no ha
resucitado, vuestra fe es ilusoria” (1 Cor 15,17). Celebración que no se
encierra en un día, sino que se prolonga en la Cincuentena Pascual y tiene su
presencia a lo largo de todo el año en el Primer día de la Semana, en el Día del
Señor, el Domingo.
La resurrección de Jesús es el milagro del camino de una vida nueva a partir,
precisamente de la muerte: “Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo
resucitó” (Act 3, 15). Es una manifestación del amor poderoso de Dios que hemos
de celebrar, vivir y disfrutar en lo más íntimo de nuestro ser. La vida está
habitada por un Misterio acogedor que es el Padre. Por eso la resurrección es la
gran prueba, no sólo de la autenticidad y verdad de Cristo y su proyecto
salvador, sino de que yo soy amado por Dios, llamado a un vida de plenitud en
Dios: “No hay Dios de muertos, sino de vivos” (Mt 22,32).
Mucho es el mal que hay en el mundo, y el exceso de sufrimiento puede llegar a
apagar el deseo de vivir. No debe ser así. La luz y la fuerza de la resurrección
de Jesús nos garantiza de que nuestra existencia está sostenida y dirigida por
Dios hacia una plenitud final. No es la muerte quien tiene la última palabra,
sino Dios. Su amor salvador reconstruye y da sentido a los sufrimientos y
fracasos e incluso a la muerte. Celebrar la resurrección de Jesús es abrirnos a
la energía vivificadora de Dios. La Pascua debe ser fuente y estímulo de una
vida nueva. No estamos solos, ni estamos perdidos. A pesar de nuestro pecado
somos acogidos por Dios. El saludo de Jesús resucitado “Paz a vosotros” nos
garantiza de que contamos con el perdón de Dios.
La vida nueva recibida en el bautismo participando de la muerte y resurrección
de Jesús (cfr. Rom 6, 3-4), nos llama a vivir con libertad, sin dejarnos
esclavizar por el deseo de posesión y de placer. A vivir con generosidad,
comprometidos a favor de los demás. Amar con desinterés no es perder la vida, es
ganarla para siempre. Vivir haciendo el bien es la forma más acertada de
acercarnos al misterio del más allá.
Se habla hoy de la cultura de la muerte ante tanta crueldad en nuestro mundo. La
resurrección de Jesús nos garantiza que Dios pone vida donde los hombres ponemos
muerte. La lucha por la vida se inicia en el propio corazón, animado por la fe
en el Resucitado, decidiendo el sentido de nuestra existencia, orientados hacia
la vida por los caminos de un amor creador, una entrega generosa a los demás,
una solidaridad generadora de vida.
La Pascua es la fiesta de la vida, la alegría de saberse salvados. Fiesta
simbolizada en el fuego y en el banquete. El fuego liquidación de formas viejas
y caducas, pero también purificación, renovación y vida nueva. La luz del Cirio
Pascual expresa alegremente nuestra fe comunitaria en la liberación: hemos sido
trasladados del reino de las tinieblas al reino de la luz (cfr. 1 Ptr 2,9). La
comida fraternal, la mesa compartida expresa la amistad y fomenta la unión entre
los comensales; amistad y unión signos de la presencia del Resucitado: “Donde
están dos o más reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt
18,20).
El cristiano, resucitado con Cristo, ha de buscar y aspirar a los bienes de allá
arriba, y barrer de su vida el pecado, levadura de corrupción y maldad.
Cincuenta días pascuales para dejarse trasformar por la fuerza del Señor
Resucitado alimentando y manteniendo la luz de testigos de la verdad, el amor y
la vida. ¡¡Feliz Pascua de Resurrección!!