III Domingo de Pascua, Ciclo A
Lucas 24, 13-35: “Lo reconocieron al partir el pan”Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal
Comentario:
Los gestos que
realiza Jesús, sentado a la mesa con los de Emaus:
“pronunció la bendición,
lo partió y se los dio”,
están en perspectiva eucarística como evidentemente subyace en el texto.
Entonces reconocieron al Señor Resucitado.
Habían caminado con Jesús, “pero sus
ojos no eran capaces de reconocerlo”.
Estaban atrapados por su desilusión y fracaso. La experiencia sensible no es
precisamente el camino para encontrarse con el Resucitado, que vive pero fuera
de las coordenadas del espacio y del tiempo. Otra es la vía para ese encuentro.
Los discípulos de Emaus, en el viaje de vuelta de la desesperanza comienzan a
cambiar con la presencia y la compañía del Señor. Una gran desilusión les
embargaba el ánimo: “Nosotros
esperábamos”.
Aceptan la compañía del desconocido que se les acerca movido por la curiosidad:
“¿Qué conversación es la
que traéis mientras vais de camino?”
Jesús esta cerca siempre en nuestra
vida, y más cuando nos sentimos derrotados. Cuando éramos pecadores Cristo murió
por nosotros (cfr. Rom 5,8). Para reconocerlo necesitamos sentir la propia
limitación y pequeñez. Tener conciencia de que estamos necesitados de salvación.
Solo así podremos conectar con Jesús que ha venido no para que le demos culto o
satisfacer un sentimiento religioso, sino para salvarnos. Desde esa actitud
sincera de necesidad, El se irá haciendo presente desde la Palabra, no palabra
informativa sino creativa y eficaz por ser palabra de amor. No todo lo tenemos
que descubrir nosotros. Otros lo han hecho ya y su testimonio nos garantiza la
verdad: “Comenzando por Moisés y los profetas”.
Esa palabra va calando en el corazón y los transforma:
“¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el
camino?”, abriéndolo a la acogida y a la
hospitalidad:“Quédate con nosotros”.
La apertura al otro predispone al encuentro con el Resucitado.
El encuentro se da “al partir el pan”.
La Eucaristía, vivida domingo tras domingo alimenta las actitudes que configuran
la vida del cristiano desde el encuentro con Cristo y con los hermanos.
Eucaristía como celebración gozosa de salvación, no de mero cumplimiento de un
precepto. Como íntima unión con Cristo resucitado acogiendo su Espíritu y su
fuerza renovadora. Como acto comunitario por excelencia. Reunidos en un mismo
lugar formamos la comunidad visible de los seguidores del Resucitado, porque no
somos individuos aislados viviendo cada uno, según su talante, el Evangelio,
sino Comunidad que quiere ser en el mundo testimonio e invitación a vivir de
manera fraternal y solidaria.
Para no caer en la alucinación o el engaño, el encuentro con el Resucitado ha de
ser refrendado por la Comunidad:
“Volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los
once con sus compañeros, que estaban diciendo: Era verdad, ha resucitado el
Señor y se ha aparecido a Simón”.
Sin esperar una experiencia sensible, nos encontraremos con el Resucitado, en el
camino de la vida, siguiendo la experiencia de los dos discípulos de Emaus.