IV Domingo de Pascua, Ciclo A
Juan 10, 1-10: “Yo soy la puerta de las ovejas”Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal
Comentario:
Celebrar y vivir la Pascua de
Resurrección es potenciar la “vida nueva”
recibida en el Bautismo al participar de la muerte y resurrección de Cristo
(cfr. Rom 6, 4-5). Esa vida nueva no es una aventura en solitario, sino insertos
en la Comunidad, el nuevo Pueblo de Dios.
En este cuarto domingo de Pascua ya no contamos con relatos de apariciones del
Resucitado. Que está vivo lo atestiguan los que lo vieron y sintieron
transformadas sus vidas por la fuerza del Espíritu. La experiencia de encuentro
con el Resucitado reúne a los que la pasión había dispersados. Insisten los
relatos pascuales en que los apóstoles estaban reunidos, encerrados por miedo a
los judíos, o bregando en el lago durante toda la noche, o caminando,
desilusionados, hacia Emaus, pero que al volver a Jerusalén
“encuentran a los Once reunidos con
sus compañeros”.
La imagen del pastor y su rebaño nos llega en este ambiente de Pascua. Imagen
que tiene un trasfondo bíblico para describir las relaciones de Dios (el pastor)
con su pueblo (el rebaño). En el capítulo 34 de Ezequiel Dios se compromete a
ser el mismo el pastor de su pueblo, esquilmado por los malos pastores.
En el Nuevo Testamento el pastor es Jesús que aglutina, guía, alimenta y
defiende a su rebaño con la ilusión de que haya
“un solo rebaño con un solo pastor”.
Jesús es “la puerta de las
ovejas”, tiene acceso a
ellas desde la disposición de dar la vida. Entrar por Jesús significa poner el
bien del hombre como valor supremo y entregarse sin límite a procurarlo. Entrar
por la puerta, que es Jesús, es lo mismo que acercarse a Él, darle adhesión,
seguir su mensaje, lo que incluye asimilarse a Él en la entrega al bien del
hombre. De esta manera quedará a salvo, ya que Jesús da la vida definitiva
porque “Yo he venido para que tengan vida y les
rebose”.
El pastor entre para cuidar de las ovejas, por eso las ovejas escuchan su voz y
le siguen. Saber escuchar es uno de los rasgos del verdadero creyente. Escuchar
es abrirse a la verdad del mensaje de Jesús sin reduccionismos o parcialidad.
Para no errar en la escucha es necesario el diálogo, la confrontación, la
complementariedad con otras lecturas hechas desde experiencias cristianas
diferentes a la nuestra. La verdadera escucha de la voz del Pastor viene
garantizada por la Comunidad.
La voz de Jesús es mensaje liberador de tinieblas, errores y esclavitudes. Esa
voz no se dirige a una multitud anónima, es una llamada personal:
“los llama por su nombre”.
No existe la masa para Jesús, cada uno tiene rostro y nombre. Ser libre es una
ilusión si no nos conduce a ser más humanos. La libertad nos ha de llevar a una
mayor fidelidad a nosotros mismos, una coherencia mayor con nuestras
convicciones más profundas y una búsqueda sincera de lo que puede dar sentido
más digno y noble a la vida. “Para ser libres
os liberó Cristo” (Gal 5,1).
La Pascua es siempre fiesta de liberación. Ser creyente, escuchar la voz del
Pastor, es vivir vinculado a Cristo lo que permite dar contenido a la libertad.
“A las ovejas propias las llama por su
nombre y las va sacando… y camina delante d ellas”.
La llamada personal de Jesús nos saca de nuestra apatía, indolencia y rutina.
Jesús no pretende una instalación de seguridad. No mete las ovejas en un recinto
para que estén tranquilas y salvadas. Vivirán con Él, unidas a Él que va delante
porque hay otras ovejas que no son de este redil. Quienes con sinceridad
escuchan su voz y la acogen desde la fe, se reúnen en el nombre de Jesús para
juntos buscar el Reino, construirlo y vivirlo. Ellos constituyen una Comunidad
que es evangelizadora. La vocación misionera y evangelizadora de la Iglesia
brota de la fuerza y la luz del Resucitado. La Iglesia no existe para sí misma,
existe para evangelizar. Ser canal del don del Señor Resucitado.