V Domingo de Pascua, Ciclo A
Juan 14, 1-12: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”.Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal
Comentario:
“Yo soy el Camino, la Verdad y la
Vida”.
Vamos avanzando en la Cincuentena Pascual. Tiempo fuerte para afianzarnos en la
presencia del Señor Resucitado.
En los relatos de apariciones Jesús resucitado está en medio de sus
“discípulos”, los “suyos”, expresiones de Juan para significar la Iglesia. Jesús
reúne, aglutina a los suyos. El vínculo de unión no es una doctrina, ni unas
fórmulas, ni un rito, sino la experiencia del encuentro con Cristo. Es lo
verdaderamente decisivo. De aquí que ser cristiano es, antes que nada, creerle a
Cristo, haberse encontrado con Él, ir descubriendo, por experiencia personal,
toda la fuerza, la luz, la alegría y la vida que nos viene del Resucitado.
En el texto evangélico de este Domingo se vislumbra que la presencia física de
Jesús entre los suyos está para terminar. Puede generar situaciones difíciles,
pero no insalvables. “No perdáis
la calma, creed en Dios y creed también en mí”.
Va a comenzar una nueva etapa, una situación distinta no desvinculada de la
anterior, sino prolongación, en el tiempo y en la historia, alcanzando a los
que, por el testimonio y la predicación de los que acompañaron a Jesús
“mientras vivía con nosotros” (Act 1,22)
se incorporarían al grupo de los seguidores. Es, por tanto, el momento de
afianzar la fe en ese Dios que tanto ama y en Cristo que está siempre con los
suyos. Tiempo de construir el Reino guiados por Cristo
“Camino, Verdad y Vida”.
Como “Camino” es secundar su invitación a andar, a cambiar y avanzar
renovándonos constantemente, sacudiendo perezas y seguridades para hacer más
actual y eficaz la acción evangelizadora. La Comunidad de Jesús tiene que
recorrer el camino que el mismo Jesús ha abierto y trazado, el de la confianza
filial al Padre, el de la solidaridad con el hombre, el del amor creciente. La
meta es la máxima solidaridad con el hombre. En ese amor se encuentra el Padre.
Pero Jesús no es solamente Camino como modelo. Es también “Vida”, energía que El
comunica (el Espíritu) impulsa y desarrolla en su misma dirección. Con el
Espíritu, Jesús crea una onda de solidaridad con el hombre, de amor
desinteresado que lleva a los suyos al encuentro final con el Padre:
“os llevaré conmigo, para
que donde estoy yo, estéis también vosotros”.
En Cristo
encontramos la “Verdad”, descubriendo a Dios en la raíz y en el término de
nuestro ser y obrar. Verdad que nos guía y acompaña cayendo en la cuenta de que
la única verdad es el amor vivido como respuesta al amor de Dios en la entrega a
los hermanos.
Toda esta aventura parte no de que nosotros hayamos alcanzado y poseído a
Cristo. Es El quien nos alcanza (cfr. Fil. 3,12) y posee cuando lo encontramos y
nos dejamos transformar por El. Somos de los “suyos”, la Comunidad de Jesús que
recorre el camino expresando el dinamismo de la vida haciéndose presente como
Comunidad portadora de salvación porque vive de su Señor Resucitado, se siente
impulsada por el Espíritu cumpliendo la misión encomendada por su Señor.
Jesús acompaña siempre a los suyos en ese camino que no es solamente individual,
sino comunitario. Su muerte no interrumpe el contacto:
“Creed también en mí”.
Su amor se asocia al itinerario que no es otro que ser testigos, desde la
adhesión a El, sabiendo que “el que cree en mi
también él hará las obras que yo hago, y aún mayores”.