Solemnidad de la Santísima Trinidad
San Juan 3,16-18: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo”.

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal

 

 

Comentario:

 “Lo hemos oído muchas veces acostumbrándonos a ello y así no penetra en lo íntimo de nuestro corazón: “Tanto amó Dios al mundo”. Aquí está condensada toda la realidad de Dios: “Dios es amor” (1 Jn 4,8). Amor que no se encierra en sí mismo en un puro narcisismo, sino que vitalmente se expande fuera de sí: “El amor de Dios se hizo visible entre nosotros en esto: en que envió al mundo a su Hijo único para que nos diera vida” (1 Jn 4,9).

La conversión que, tal vez, más necesitamos es el paso progresivo de un Dios considerado como Poder a un Dios Padre adorado gozosamente como Amor. Dios no es un ser “omnipotente”. Un ser poderoso puede ser un déspota, un tirano, una amenaza para nuestra pequeña y débil libertad. El Dios revelado por Jesús es Trinidad, dinamismo de amor, por eso su omnipotencia es la omnipotencia de quien sólo es Amor, ternura insondable e infinita. Es el amor de Dios el que es omnipotente. Si no se ha descubierto todavía que Dios es sólo Amor, fácilmente nos relacionamos con El desde el interés o el miedo. Desde el interés utilizando su omnipotencia para nuestro provecho. Desde el miedo buscando toda clase de medios para aplacarle y defendernos de su poder amenazador.

Al revelarnos Jesús el misterio trinitario de Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, no nos propuso un enigma religioso para que lo descifremos como un jeroglífico o un rompecabezas poniendo a prueba nuestra inteligencia, sino para descubrirnos un misterio de vida y de amor ya que Dios no es un ser lejano, solitario y mudo, sino cercano, amor, alteridad, compasivo y misericordioso.

Para los primeros creyentes no fue lo más importante descubrir lo que es Dios en sí, su esencia, sino vivir todo lo que Dios es para el hombre, aprendiendo a vivir bajo la mirada de un Dios que es amor infinito de Padre, siguiendo a Jesús, el Hijo de Dios descubriendo la verdadera postura en la vida desde la actitud filial ante Dios y la actitud fraterna ante los hombres, guiados por el Espíritu de Dios caminando siempre por la verdad, el amor, la justicia y la paz, experimentando y vivenciando en la fe la vida nueva que se nos dio en el bautismo. Tarea que llevaremos adelante desde la apertura y escucha a Dios y a su palabra acogida en una oración sencilla y confiada. Dios uno y trino, amor comunitario, el introducirnos en su órbita nos enseña que la vida es amor compartido, comunión y diálogo.

Terminada la Cincuentena Pascual, la fiesta que hoy celebramos ha de ser gratitud sincera por el misterio de salvación que la Pascua nos ha recordado; adoración reverente al Dios amor siempre compasivo y misericordioso; alabanza gozosa reconociendo su grandeza y bondad. Todo desde la gratuidad. El Gloria el Padre y al Hijo y al Espíritu Santo que tantas veces repetimos, tenga hoy un sentido más consciente expresión de un corazón que adora, agradece y ama.

Celebrar la fiesta de la Santísima Trinidad es comprometerse a amar a Dios Padre amando la vida que nace de El porque es mejor construir que destruir, hacer el bien que dañar, acoger que rechazar. A amar a Jesús, el Hijo de Dios encarnado, comprometidos en su proyecto de vida, el Reinado de Dios. Acoger y amar el Espíritu Santo para poder mantener siempre la ilusión, el coraje y la alegría de vivir en el amor y la verdad que brota del ser cristiano.