IX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mateo 7, 21-27: “El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, será como el hombre prudente que edifica su casa sobre roca”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal

 

 

Comentario:

 El texto evangélico de este Domingo es el final de lo que se conoce, en el evangelio de san Mateo, como el Sermón del Monte. En el monte Sinaí Dios entrega a Moisés las tablas de la Ley. Jesús en el monte de la Bienaventuranzas no entrega unas leyes, sino que traza un camino para los que, de verdad, quieren seguirle. Camino que son actitudes, maneras de orientar la vida sintonizando con el Reinado de Dios para ser “luz del mundo” y “sal de la tierra”.

Jesús manda a sus seguidores, movidos por el Espíritu, a ser testigos suyos hasta los confines de la tierra (cfr. Act 1,8). Testimonio que solo será auténtico y creíble desde un estilo de vida como consecuencia de un optar por Jesús, y no por cumplir unas normas o tomar parte en unos ritos o ceremonias.

El verdadero discípulo de Jesús oye su Palabra, la pone en práctica. No basta con saberla, entenderla, sino hay que vivirla porque esa Palabra es
“viva y eficaz” (Hbr 4,12). No es una palabra informativa que enseña cosas, sino creativa moviendo a vivir como “hombre nuevo” (Gal 3,10), dando frutos del Espíritu porque se han crucificados los bajos instintos (cfr. Gal 5, 22-24).

Jesús no se contenta con ser aceptado como Señor y Maestro. Por eso no basta con decir:
“Señor, Señor” quedándose en lo superficial y en un puro sentimentalismo religioso. Así difícilmente puede uno sintonizar con el Reinado de Dios y ser también colaborador en la extensión de ese Reinado. Un cristianismo sociológico o por herencia no resiste las embestidas de las dificultades e incomprensiones. Es el “hombre necio que edifica su casa sobre arena”.

Cristo llama a la cordura, a la sencillez, a la adhesión, al compromiso, a la aceptación personal del mensaje desde dentro y movidos por el mismo amor que Cristo nos ha mostrado. “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación nueva” (Benedicto XVI, “Deus caritas est”, nº 1). Así se construye
“la casa sobre roca”. San Pablo, que se encontró con Cristo, supo construir sobre roca, por eso: “¿Quién podrá separarnos de ese amor de Cristo? ¿Dificultades, angustias, persecuciones, hambre, desnudez, peligros, espada?” (Rom 8,35).

Hoy son muchos los vientos que soplan y rompen contra la casa siendo fácil que se hunda el ser cristiano, o quedarse en un mero cumplimiento que no tiene sentido creyente. Hay que pasar de una fe sociológica a una personal; de un cristianismo rutinario a un cristianismo serio y comprometido; de unas prácticas casi sin sentido a unas celebraciones expresión de una vivencia de fe entusiasta y alegre. Todo ello desde un encuentro personal con Cristo.

No es fácil esta tarea, pero tampoco es imposible. Ser luz y ser sal, construir sobre roca supone una opción seria por Cristo; formarse para
“dar razón de vuestra esperanza” (1 Ptr 3, 15); cultivar la fe desde la Palabra, la oración y la comunión con los hermanos conscientes de ser miembro de una misma Iglesia. Para construir sobre roca no estamos solos. Para cumplir la voluntad de Dios tampoco. Contamos con la compañía de Cristo, la fuerza del Espíritu, el aliento de la Comunidad y el amor del Padre.