XV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mateo 13, 1-23: “Salió el sembrador a sembrar”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal  

 

“Salió el sembrador a sembrar”

El evangelio de este domingo es el comienzo del discurso parabólico de Jesús sobre el misterio del Reino de Dios.

En la parábola del sembrador encontramos una valoración positiva de la eficacia de la palabra del Reino, que es la semilla que se siembra. La primera comunidad cristiana reflexiona ante las dificultades que encuentra para llevar adelante la misión de Cristo. Aparentemente los primeros resultados hablan de fracaso. Semilla que cae en el camino y se la comen los pájaros. Terreno pedregoso en el que la semilla no puede arraigar y desarrollarse. Zarzas y espinos que ahogan la semilla. Todo ello puede llevar a una postura de desilusión y aparente impotencia del Reino de Dios, como si la causa de Dios estuviera en decadencia y el evangelio fuera algo sin futuro. A pesar de todos los obstáculos y dificultades la siembra termina en cosecha fecunda que hace olvidar fracasos.

El evangelio no es una moral, ni siquiera una religión con mayor o menor porvenir. Es una Buena Noticia, la fuerza salvadora de Dios que quiere implantar el bien y el amor en el mundo. Somos muy dados al sensacionalismo y parece que solo tenemos ojos para ver el mal. Hay que saber adivinar la vida oculta bajo apariencias más apagadas. No hay que esperar soluciones espectaculares, sino saber descubrir el amor en lo sencillo y en lo cotidiano. La vida, el amor, se desarrolla lentamente, requieren tiempo. En el interior de esas vidas hay mucho de bondad, entrega, sacrificio, generosidad y verdadero amor.

La indiferencia, la superficialidad parecen haber apagado la religión, pero en no pocos corazones se despierta el deseo del Dios de Jesús, no del que muchas veces se ofrece. Hay violencia e injusticias en nuestro mundo, pero va creciendo en muchos el anhelo de una verdadera paz y solidaridad. El consumismo egoísta nos domina, pero no son pocos los que descubren el gozo de la vida sencilla y del compartir.

La fuerza transformadora del evangelio está trabajando en nuestro mundo y en muchos corazones. El deseo de paz, justicia y amor sigue creciendo. Jesús sigue sembrando, y su semilla tiene fuerza por lo que esta tarea no terminará en fracaso. Hay que abrirse gozosamente a la esperanza y confiar en ese amor que transforma y fortalece.

Lo que se nos pide es sembrar con fe. Ante una situación de indiferencia no pensar que el evangelio ha perdido virtualidad y que el mensaje de Jesús ya no tiene garra para convencer al hombre de hoy. Es necesario escuchar con atención la Palabra de Jesús, que en su aparente insignificancia encierra una fuerza poderosa de salvación. Presentar el evangelio con fidelidad en toda su verdad, sus exigencias y esperanzas, sin acomodaciones y parcialismos interesados. Acoger la palabra con sencillez, sinceridad y disponibilidad total, puesto que el afán de poseer, los intereses egoístas, la cobardía y la mediocridad pueden ahogar y anular la eficacia de la buena semilla, palabra salvadora, que con tanta abundancia y generosidad lanza el Sembrador constantemente.

El protagonismo de la parábola es la semilla junto con el terreno en que cae. Es la eficacia de la Palabra, aunque condicionada por los diversos grados de aceptación de la misma por el oyente. El evangelio sigue teniendo hoy, como siempre, una fuerza humanizadora y transformadora. No es el momento de cosechar, sino hora de sembrar con ilusión y esperanza, con una fe convencida en la fuerza renovadora del evangelio.