XXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mateo 16, 13-20: “Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal  

 

 

“Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?”

Como cristianos, ¿nos hemos hecho alguna vez la pregunta: ¿Quiénes Cristo para mí? El haber recibido la fe en el Bautismo siendo muy pequeños, tal vez con solo unos días de vida, el haber crecido en una tradición cristiana, haber aprendido algunas oraciones, asistir a ritos religiosos y tener en cuenta unos comportamientos morales puede suponer que no es necesario hacerse esa pregunta. Así se va viviendo una fe sociológica que difícilmente llega a ser personal de convicción seria y profunda.

No basta repetir una y otra vez fórmulas y tópicos sobre Jesús. Poca influencia tienen en la vida. Para el cristiano es necesario un interés sincero por adquirir un conocimiento serio y entusiasta de Jesús a quien dice seguir.

Al comienzo del cristianismo no encontramos una doctrina ni unos mandamientos, sino la experiencia vivida con fe por los primeros seguidores de Jesús. La fe cristiana nació cuando unos hombres y mujeres se encontraron con Jesús y experimentaron en Él una cercanía de Dios y una fuerza transformadora. Tan es así que uno de ellos afirma: “lo que oímos, lo que vieron nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos… os lo anunciamos ahora” (1Jn 1, 1.3). Y también en momentos de persecución dirán con toda valentía: “Nosotros no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído” (Act 4,20). El encuentro con Jesús dio un sentido nuevo a sus vidas, descubriendo a Dios como Padre cercano y bueno y encontrando el Él colmadas todas sus esperanzas de salvación.

Ellos tuvieron una experiencia, nosotros vivimos de una tradición religiosa que ha sido formulada en un lenguaje y prácticas concretas. Ser creyente es más que admitir una doctrina y realizar unas prácticas religiosas. Es vivir la experiencia propia del encuentro con Cristo. Por eso tiene sentido la pregunta de Jesús: “Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?”.

Es necesario creer en El, adherirnos a su persona, abrirnos a su acción salvadora, acoger su palabra dejando que su Espíritu nos transforme iluminados internamente por el Padre: “Eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo”.

Jesús planteó esta pregunta a sus discípulos cuando iban de camino. A nosotros, cristianos, que vamos por los caminos de nuestro tiempo, también nos la hace. Jesús siempre desconcierta a quien se acerca a El con una postura abierta y sincera. Abre siempre nuevos caminos en nuestra vida empujándonos a una vida nueva. Seguir a Jesús es avanzar siempre, caminar con ilusión descubriendo en Él una entrega incondicional a todos que desenmascara nuestro egoísmo. Una pasión por la justicia sacudiendo nuestra comodidad y privilegios. Una acogida, reconciliación y perdón que deja al descubierto nuestra cerrazón y rencores. Una filial apertura y cercanía a Dios que nos invita a abrir nuestra existencia al Padre como hijos y hermanos.

El camino para conocer a Jesús es entregarnos a Él, seguirle con humildad, mirando la vida con esperanza y compartiendo su destino de fidelidad y entrega alentados con la esperanza de su resurrección.