XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mateo 25,14-30:
“Como has sido fiel en lo poco, pasa al banquete de tu Señor”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal  

 

 

“Como has sido fiel en lo poco, pasa al banquete de tu Señor”

Es el elogio y el premio que recibieron los dos empleados que, diligentemente, negociaron el dinero recibido de su señor. No así el empleado que enterró el dinero recibido, porque su señor “siega donde no siembra y recoge donde no esparce”, lo devolvió íntegramente, recibiendo el reproche y la condena más absolutas.

Dios ha hecho al hombre “señor de las obras de sus manos” como leemos en el salmo 8, 7. Sin acepción de personas da a cada uno dones y cualidades según su capacidad con la misión de hacer fructificar lo recibido. Porque todos los dones recibidos de Dios: los que tenemos personalmente en el orden temporal y espiritual; lo que está a nuestro alrededor, no son para nuestro uso privado y exclusivo, puesto que no somos propietarios de ellos, sino administradores de los mismos, siendo, por tanto, para beneficio también de los demás colaborando en la construcción de una sociedad más justa y humana y de una Iglesia, “edificada en el amor” (Efs 4,16), más dinámica para la expansión del Reino.

El quehacer de la Iglesia y de cada cristiano no es conservar lo recibido, sobrevivir, sino arriesgar teniendo en cuenta la misión de comunicar, en cada momento histórico, la Buena Noticia de un Dios Padre estímulo y esperanza para el ser humano. El cristiano ha de ser testigo audaz con capacidad de riesgo, atento al Espíritu para ser, de verdad, “luz y sal” en el mundo actual inmerso en cambios profundos como señala el Vaticano II (LG 5).

Con frecuencia se ha entendido la fe, la religión, como un conjunto de creencias y prácticas como seguridad para el más allá. Es una religión conservadurista que no negocia con los talentos recibidos, conduciendo a una vida mortecina y estéril, donde falta el entusiasmo, la alegría y la creatividad. Jesús nos presenta no a un Dios del temor llevando una escrupulosa contabilidad de cumplimientos, sino a un Padre que confía a cada uno el regalo de la vida, no para ser observantes piadosos, sino creyentes audaces dispuestos a correr riegos, superar dificultades para inventar una vida más digna y dichosa para todos. Esto es negociar con los talentos recibidos.

Quien sólo busca conservar sus talentos, protegerlos y defenderlos los echa a perder, porque el pecado de omisión es, si cabe, más negativo que el de comisión. El tercer empleado es condenado sin haber cometido ninguna acción mala, solo que defraudó la exigencias profundas de su señor. Nuestro pecado puede ser la omisión, el no arriesgarnos en el camino de hacer el bien, contentándonos con “conservar el talento”.

La apatía que es abandono, renuncia a ser creativo y emprendedor por temor a los riegos de una vida responsable, paraliza muchas tareas que hoy están pidiendo nuestra sociedad y la Iglesia en estos tiempos de alumbramiento de algo distinto y nuevo. Cada uno tiene un quehacer al que no puede renunciar; una tarea en la que nadie nos puede sustituir. Recibimos, gratuitamente, de Dios dones, y con ellos gracia como aliento del Espíritu que anima toda nuestra existencia para que multipliquemos lo recibido según el deseo de Dios y las necesidades de los demás, lo que será garantía de poder escuchar: “pasa al banquete de tu señor”.