IV Domingo de Adviento, Ciclo B
Lucas 1:26-38: “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal

 

 

De esta manera trata el ángel de tranquilizar a María turbada ante anuncio tan inesperado. Dios la ama, se ha fijado en ella, quiere contar con ella. También, a cada uno de nosotros, Dios nos ama, se fija en nosotros quiere contar con nosotros. Estas palabras del ángel a María, son también para nosotros en este cuarto Domingo de Adviento.

Estamos a las puertas de la Navidad y celebraremos la venida de Dios, hecho hombre, a nuestro mundo. Venida que no ha quedado anclada en una distancia de siglos, sino que es continua, de diferente manera, en la vida de cada uno y en cada momento de la historia. ¿Por qué ese empeño de Dios en venir a nosotros, compartir nuestra vida? La respuesta está en las palabras del ángel a María: también hemos encontrado gracia ante Dios.

Todos vivimos y morimos por la gracia y el amor de Dios. La vida sigue ahí con sus dificultades y preocupaciones. La fe en Dios no es una receta para resolver los problemas diarios. María vio un problema en la propuesta del ángel: “¿Cómo sucederá eso, si no vivo con un hombre?”. Pero todo es diferente cuando uno vive buscando en Dios luz y fuerza para enfrentarse a ellos. La pregunta de María pone de manifiesto su búsqueda de solución ante el problema. Y vino la luz y la fuerza: “El Espíritu Santo bajará sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra”.

Hemos encontrado gracia ante Dios. Esta es la luz de la Navidad, la Buena Noticia que se nos anuncia sumidos “en la noche a la intemperie” de la incertidumbre, la prueba y la dureza de la vida como nubarrones que nos circundan. María encontró gracia ante Dios, y Dios “envía a su Hijo, nacido de mujer” (Gal 4,4). A nosotros, que también encontramos gracia ante Dios, “un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado” (Is 9, 5).

Esta benevolencia de Dios encontró en María una actitud de entusiasta y comprometida acogida: “Aquí está la esclava del Señor”. María, joven sencilla e israelita fiel, esperaba la llegada del Mesías que traería una vida nueva, más digna para todos: “Su brazo interviene con fuerza… derriba del trono a los poderosos y levanta a los humildes” (Lc 1, 51-52). No manipula a Dios, sino se sorprende ante un Dios que le desborda: “Ella se turbó al oír estas palabras”. La sorpresa no anula, sino que es acicate buscando sintonizar plenamente con Dios: “¿Cómo sucederá eso, si no vivo con un hombre?”.La búsqueda le lleva al silencio y a la escucha, y llega la luz que le inunda: “El Espíritu Santo bajará sobre ti”. Fe y esperanza, sorpresa ante el desbordamiento de Dios, búsqueda silenciosa y apertura generosa es la puerta abierta de par en par por la que Dios se encarna en María.

Hemos encontrado gracia ante Dios. La Navidad es una manifestación desbordante de esa benevolencia divina. En María encontramos el modo de sintonizar plenamente con ese amor de Dios para que llegue a ser realidad salvadora esa gracia que cambia el corazón, orienta en la vida y alienta y fortalece mientras vamos caminando por este valle de lágrimas. Fe y confianza filial, búsqueda constante y silenciosa, apertura incondicional y generosa es la posada que hemos de tener dispuesta para que “la Palabra habite en nosotros”.

¡¡ FELIZ NAVIDAD!!