Fiesta. Sagrada Familia de Jesús, María y Jose
Lucas 2:22-40: “El Niño iba creciendo y robusteciéndose, y adelantaba en saber y el favor de Dios lo acompañaba”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal

 

 

“El Niño iba creciendo y robusteciéndose, y adelantaba en saber y el favor de Dios lo acompañaba”

En el ambiente de Navidad celebramos la festividad de la Sagrada Familia de Nazaret. Es como una prolongación y consecuencia lógica de la Encarnación del Hijo de Dios. Si “en todo se hizo igual a nosotros, excluido el pecado” (Hbr 4, 16), la familia, que es el clima adecuado para el desarrollo de la persona, no podía faltar en el hecho de la Encarnación.

La oración primera de la Misa de hoy nos propone a la Sagrada Familia como “maravilloso ejemplo” a seguir imitando sus virtudes domésticas y su unión en el amor. Su ejemplo nos estimula a seguir creyendo en la familia como célula básica social y eclesial, a pesar de los momentos de crisis por lo que hoy pasa la institución matrimonial y familiar. La base incuestionable de la familia es el amor, que no hay que confundir con los sentimientos y el deseo erótico. La primera atracción es muy intensa pero nunca se mantiene así. El deseo cambia y evoluciona. Amar es fundamentalmente dar, no recibir. Es una decisión y compromiso por buscar siempre el bien del otro. Sólo el amor incondicional es duradero, y se consolida cuando uno es feliz haciendo feliz al otro. Esto supone respetar a la persona amada, no poseerla, porque con el respeto se ayuda al otro a crecer y a dar lo mejor que hay en él. Es la experiencia más sublime del ser humano, pero también la más exigente.

Este fue, sin duda, el clima de la Familia de Nazaret. Individualidades que se acogen mutuamente, se relacionan y se protegen formando una unidad sin que desaparezca la diversidad que marca a la persona y enriquece a la comunidad brotando así el amor.

Cuando se habla de crisis en la familia, hay que tener muy claro lo que es siempre básico y fundamental en la familia. La comunión interpersonal de amor y de vida. Amor relacional auténtico, fiel, único, exclusivo, totalizante y para toda la vida. Acogida entrañable de los hijos, no como propiedad de los padres, sino como vida y prolongación vital de un amor personal que educa y orienta para la libertad responsable. Los hijos, por su parte, han de vivir con ilusión y gratitud los deberes de la piedad filial: amor, honra, respeto y ayuda como nos recuerda la primera lectura de esta fiesta.

La familia ha de ser una comunidad abierta con una proyección social y eclesial, orientados en un sentido positivo y solidario inculcando los valores humanos y cristianos: altruismo y solidaridad, responsabilidad y servicio, tolerancia y comprensión, fraternidad y compromiso con los demás. Esta actitud generosa y responsable irá manteniendo el clima favorable para el desarrollo de la persona “adelantando en el saber” como se señala de la Familia de Nazaret.

Coincide este año la fiesta de la Sagrada Familia con el día de los Santos Inocentes. Herodes tomó la decisión de eliminar “a todos los niños de dos años para abajo” para quitar del medio el Rey que le estorbaba. El infanticidio de Herodes es, por desgracia, una multiplicada y triste realidad en nuestra sociedad tan avanzada. El aborto es la plaga del siglo veintiuno. Estorban los niños y se les mata, aunque se quiere encubrir ese infanticidio por la interrupción de un embarazo no deseado. Las cifras son escalofriantes. Más de doce mil mujeres abortaron en España el año pasado. Cada vez más y cada vez más jóvenes. Herodes se ha multiplicado. Tanta sangre inocente un día clamará contra esta sociedad tan avanzada.

La familia escuela del amor, la tolerancia y la comprensión. Cuna de la vida, protección y cuidado de la misma. Experiencia necesaria para la maduración y desarrollo de la persona. Esta fiesta de la Sagrada Familia es ocasión propicia para reflexionar sobre ella, revalorizar sus principios fundamentales para que siga siendo lo que siempre ha sido y todos necesitamos. Junto a esta valoración, nuestra súplica confiada para que la fuerza de Dios nos ayude a mantener y robustecer este tesoro tan válido para nuestra vida.