Fiesta. Bautismo del Señor
Marcos 1, 7-11: “Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal

 

 

“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”

El primer episodio de la vida pública de Jesús transmitido por los cuatro evangelistas es su bautismo por Juan en el Jordán, manifestando así la importancia que las primeras comunidades cristianas daban a este momento de la vida de Jesús.

Juan se resiste a bautizar a Jesús: “Soy yo quien necesito que tú me bautices”. Juan cede a la petición de Jesús, y al bautizarlo “se abrió el cielo y vio al Espíritu de Dios bajar como una paloma y posarse sobre él. Se oyó una voz del cielo: este es mi Hijo amado, mi predilecto”. Testimonio ineludible de la identidad de Jesús como Mesías e Hijo de Dios. Testimonio manifestado por el Bautista que reconoce personalmente a Jesús colocado deliberadamente en la fila de los pecadores; por el Espíritu que, en forma de paloma, desciende sobre Jesús; por la voz del Padre que lo avala como su Hijo preferido. Manifestación pública de la realidad mesiánica de Jesús acreditando su misión profética.

El Niño “envuelto en pañales y acostado en un pesebre” está ahora mezclado con los pecadores, porque “te he llamado para que abras los ojos a los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de las mazmorra a los que habitan en las tinieblas” (Is 42, 7). La buena noticia, la gran alegría que los será para todos, es una realidad porque “Jesús de Nazaret pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos” (Act 10, 38).

Jesús vive y siente a Dios como Padre querido y esta experiencia no le encierra en una piedad individualista y excluyente. Busca que la justicia, la misericordia y la bondad de ese Padre se contagie a todos para que la humanidad pueda vivir una vida más digna y más propia de hijos de Dios.

Nuestra identidad cristiana la tenemos desde nuestro Bautismo, distinto del de Juan que era un bautismo de arrepentimiento, mientras que el nuestro, el “inventado” por Jesús, es un nuevo nacimiento por medio “del agua y del Espíritu” (Jn 3,5). Ahí está la realidad de nuestra identidad cristiana. San Agustín lo expresaba claramente de la siguiente manera: “Si me asusta lo que soy para vosotros, también me consuela lo que soy con vosotros. Para vosotros soy obispo, con vosotros soy cristiano. Aquel nombre expresa un deber, éste una gracia; aquel indica un peligro, éste la salvación” (Sermón 340, 1). Para san Agustín por encima de ser obispo está el ser cristiano, y así es en realidad.

Olvidamos nuestro ser cristiano. Hacemos con frecuencia cosas cristianas, pero ¿cultivamos el “ser cristiano”? Recordamos fechas de acontecimientos de nuestra vida: nacimiento, aniversarios. Pero son muchos los cristianos, incluso practicantes, que no saben la fecha de su bautismo. La fiesta del bautismo de Jesús es una buena oportunidad de gracia para revisar nuestro ser creyentes y su proyección práctica a la vida diaria, tanto a nivel individual como comunitario. Por el Bautismo nacemos a una vida nueva, vida que nos hace hijos de Dios, y que tiene que notarse de verdad. San Pablo recuerda que por el bautismo hemos sido vinculados a la muerte y resurrección de Cristo para que “empezáramos una vida nueva” (Rom 6,4). Actualicemos, en esta fiesta del Bautismo de Jesús, nuestra propia identidad cristiana hecha realidad en día de nuestro bautismo, viviendo realmente como hijos de Dios cuando filialmente nos relacionamos con nuestro Padre Dios y reaccionamos como hermanos ante quien no disfruta de una vida digan.