XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 6,24-35:
“Me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal  

 

“Me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros”

Esta observación de Jesús a la multitud que le buscaba después de la multiplicación de los panes y de los peces, no es para echarla en saco roto.

La misión de Jesús no es resolver milagrosamente los problemas humanos, no es multiplicar panes y peces. Se trata de un signo que hay que saber interpretar. La gente iba en busca de Jesús pero, en realidad, no le buscaban a Él, sino a sus dones, actitud que reprocha el mismo Jesús. El sigo está significando que hay que buscar a Jesús en cuanto que evoca y representa una realidad nueva: “Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura dando vida eterna”. Y trabajar en la dirección que Dios quiere: “Este es el trabajo que Dios quiere: que creáis en el que El ha enviado”.

Fácilmente se entiende lo que quiere decir Jesús. Trabajar por creer en Jesús es esforzarse por confiar en Él, por estar cada día más cerca de Él: de sus posturas, de sus pensamientos, de su proyecto, de su vida. Es un trabajo vivo, activo, dinámico, porque le fe en Jesús exige una postura de constante tensión ante los problemas y realidad de la vida, revisando nuestra actividad a la luz del Evangelio, a la luz del testimonio de Jesús. Pensar como El pensó, amar como El amó, luchar por lo que El luchó, vivir como El vivió.

Quien acepta así la vida y en la medida en que uno hace las cosas y vive de esa manera, es que busca a Jesús no por lo que le pueda dar, sino por El mismo haciendo crecer el Reino de Dios eliminando todo aquello que lo oculta, lo retrasa o lo impide crecer.

Avanzando en el diálogo entre Jesús y los que le buscaban, éstos le preguntan: “¿Y qué signo vemos que haces Tú, para que creamos en ti?”

La respuesta de Jesús no se hizo esperar. Teniendo como telón de fondo, para que lo entendieran mejor, lo que vivieron los antepasados del pueblo judío en la travesía del desierto, alimentados con el maná, Jesús afirma rotundamente: “Yo soy el pan de vida”. Este es el signo incuestionable que le avala para que crean en El.

Pan como alimento básico expresión de entrega incondicional y vital a todos sin distinción. Pan como signo de comunión y fraternidad al comer del mismo muchos. Pan como alimento y fortaleza que sostiene una vida coherente y libre. Este Pan es el mimo Jesús. Ante este signo de entrega y amor, con los que escuchaban a Jesús, tendríamos que decir: “Señor, danos siempre de ese pan”.

La fe es sobre todo encuentro con la persona de Jesús, y encontrarse con Jesús es seguirlo, siendo El el Pan que alimenta nuestro camino, nuestra vida. Es lo que expresamos en la Eucaristía. No participamos en una “cosa”, sino en una “vida” que es para nosotros Jesús y su Evangelio. Pan que alimenta nuestro camino cada día, con sencillez pero también con fuerza. Ese Pan ha de ser el verdadero motivo de buscar a Jesús, no el que multiplique unos pocos panes y peces.