XXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 6, 60-69: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna: nosotros creemos”.
Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal
“Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras
de vida eterna: nosotros creemos”.
Siempre, y hoy también, se ha aconsejado una dieta equilibrada para que lo que
ingerimos habitualmente nos permita mantener un adecuado estado de salud y una
capacidad de trabajo. Procuramos una alimentación correcta que nos aporte las
energías necesarias para una vida saludable.
Cuidamos la salud corporal y vigilamos la alimentación. ¿Nos comportamos así
cuando se trata de nuestra vida de creyentes? ¿Procuramos una dieta equilibrada,
o nos alimentamos de devociones más o menos sensibleras, de fanatismos tras el
santo milagrero, de cumplimientos más o menos rutinarios? Nada de esto nos
mantiene en un buen estado de salud cristiana que nos haga ser testigos del
Señor resucitado en nuestros ambientes.
Jesús se nos presenta como el alimento saludable: “Yo soy el pan de vida… El pan
que voy a dar es mi carne, para que el mundo viva… Quien come mi carne y bebe mi
sangre tiene vida eterna”.
Comer a Jesús es alimentarse de la verdad de su palabra que orienta en la
dirección correcta de realización personal. Es seguir el camino que nos traza su
vida de responsabilidad en el quehacer diario, de servicio desinteresado y
generoso a los demás, de comprensión y respeto aceptando a cada uno como es, de
compasión ante el dolor y sufrimiento de tantos atormentados en la vida, de
reconocimiento de las propias limitaciones y fallos sintiendo su acogida de
misericordia y perdón. Es también un vivir motivado por el amor entrañable de un
Dios Padre, impulsados por el Espíritu que nos fortalece y sostiene, acompañados
por el mismo Jesús que está siempre con nosotros.
Jesús se nos da como alimento, expresión de una unión vital, interpelando
nuestra vida cómoda, egoísta y rutinaria, invitando a un cambio y sincera
conversión. Es lógica la reacción que provocaron las palabras de Jesús: “Este
modo de hablar es inaceptable”. Mientras, como creyentes, nos mantengamos en la
rutina de nuestras devociones, nos contentemos con cumplir unas normas
olvidándonos de ser el hombre nuevo de que nos habla san Pablo, no entenderemos
lo que nos ofrece Jesús como dieta saludable que nos mantenga en un ser
cristiano ilusionado. Si nos contentamos con “recibir” a Jesús y no le “comemos”
desde la necesidad de renovar nuestra vida creyente, nos iremos distanciando de
Él aunque creamos que nos mantenemos cerca, y seguiremos en nuestro cómodo
conformismo.
La reacción de Pedro tendría que ser nuestra respuesta a la entrega de Jesús:
“Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna: nosotros
creemos”. Hoy el creyente no puede apoyarse en una cultura ambiental ni en unas
instituciones. La fe va a depender, cada vez más, de la decisión personal de
cada uno. Será cristiano quien tome la decisión consciente de aceptar y seguir a
Jesús. La fe cristiana no consiste primordialmente en cumplir unas prácticas y
normas. La identidad cristiana está en aprender a vivir un estilo de vida que
nace de la relación viva y confiada en Jesús. Nos vamos haciendo cristianos en
la medida en que aprendemos a pensar, sentir, amar, trabajar sufrir y vivir como
Jesús.
Ser cristiano exige hoy una experiencia de Jesús y una identificación con su
proyecto. El Pan de vida se nos ofrece como “dieta equilibrada” para un adecuado
estado de salud creyente, porque “quien come mi carne y bebe mi sangre sigue
conmigo y yo con él”. Ante este ofrecimiento de Jesús, solo queda decir de
verdad: “Señor, danos siempre pan de ése”.