XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 10, 35-45:
“El que quiera ser grande que sea vuestro servidor”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal  

 

“El que quiera ser grande que sea vuestro servidor”

Aquí sí se puede hablar de que Jesús da un verdadero giro copernicano. Lo nuestro va en otra dirección: El que quiera ser grande que busque, como sea, el éxito, que trate de dominar la situación desde una posición de superioridad y de poder sobre los otros.

Esto es lo que pidieron Santiago y Juan a Jesús, sentarse en su Reino en los primeros puestos. Quieren tener ventaja sobre los demás compañeros, lo que suscita, con razón, la indignación de los otros diez discípulos.

Jesús aprovecha la ocasión para mostrar el verdadero camino poniendo las cosas en su sitio. Rompe los esquemas convencionales: “El que quiera ser grande, sea vuestro servidor”.

El deseo de sobresalir, de ser grande por encima de los demás es un intento equivocado de conseguir, por la fuerza, la manipulación, lo que no se puede alcanzar desde la propia libertad y capacidad de amar. Para Jesús el que quiera ser grande ha de renunciar al deseo de poder y aprender a servir desde la sencillez y el amor. Viviendo desde la generosidad, el servicio y la solidaridad es como se puede irradiar una autoridad única. Son personas que atraen e influyen por su autenticidad y nobleza de vida, no necesitando la amenaza, la manipulación, el soborno y la adulación. Como Jesús que “no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por todos”. La grandeza de sus vidas está precisamente en que saben dar sin pasar factura.

Para ser grandes en la vida, para tener de verdad éxito, lo decisivo es ser auténticos y saber crecer en comprensión, apertura y solidaridad. Beber el cáliz y ser bautizados con el bautismo “con que me voy a bautizar”, nos está indicando que la obra salvadora de Jesús la lleva a cabo desde el servicio y la entrega de su vida por amor.

Este es el camino que nos señala Jesús, opuesto al que nosotros soñamos. Somos seguidores de quien ha dado su vida por los demás, lo cual no quiere decir que tengamos que sacrificar la vida físicamente por salvar a otros. Sí que nuestro vivir diario tiene que ser en clave de servicio dándonos generosamente a los demás. Significa dar lo que está vivo en nosotros: nuestra alegría, nuestra fe, nuestra ternura y comprensión, nuestra confianza, nuestra esperanza e ilusión. Actuar así es un gesto que enriquece, ayuda a vivir, crea vida en los demás, libera y salva a la persona.

Según Jesús, cuando damos la vida por los otros es cuando la vivimos intensamente. Buscar en la vida sólo satisfacciones, halagos, éxitos acaparando, compitiendo y dominando es no entender lo que es dar, enriquecer, liberar y salvar. Nunca podrán experimentar el gozo de quien ha sabido dar la vida sencillamente en una actitud de servicio y ayuda generosa y desinteresada como Jesús. Si se dice que hay más satisfacción en dar que en recibir es porque dando nos abrimos a los demás, sintonizamos con ellos, somos sensibles a sus necesidades y situaciones, creamos lazos de cercanía y amistad. Si sólo se piensa en recibir nos encerramos en nosotros mismos enquistados en nuestro egoísmo y afán de suficiencia, lo que nos distancia y separa de los demás creando un ambiente de desconfianza y temerosa competencia. Cuando Jesús nos enseña a servir con alegría no es para caer en un servilismo que degrada, sino para levantarnos sobre la ambición y la vanagloria que es engañosa desviándonos del verdadero camino de realizarnos como personas auténticas en una convivencia en armonía.