Domingo XII del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.
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Lecturas:
o
Profeta Isaías
49, 1-6
o
Hechos de los
Apóstoles 13, 22-26
o
Lucas 1, 57-66.80
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Hoy celebra la liturgia el nacimiento de Juan Bautista,
precursor del Mesías. Esta fiesta se remonta
al siglo IV. Este personaje tan singular, que fue
reconocido por Jesús como el más grande entre todos los nacidos de mujer, sirve
de puente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.
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Por eso la
liturgia ha escogido como primera lectura un texto de Isaías, donde se describe
a los profetas como seres elegidos por Dios desde el seno materno: “Estaba yo en
el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas y pronunció mi
nombre”.
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La manera como el evangelista Lucas relata el nacimiento
de Juan Bautista recuerda un texto del Antiguo Testamento, en el cual se narra
el nacimiento de Samuel. En ambos casos, se trataba de parejas mayores que no
habían podido tener hijos; en ambos casos, el de Samuel y el de Juan Bautista,
su nacimiento es recibido como un regalo de Dios
cuando ya se habían perdido las esperanzas; estos niños estaban llamados a
cumplir una misión especial dentro de la historia de la salvación.
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No solamente el
nacimiento de Juan fue interpretado como un regalo de Dios destinado a cumplir
una misión especial. También la escogencia de su nombre superó los esquemas
tradicionales.
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En Israel, como
en muchas otras culturas, el hijo mayor recibía el nombre de su padre para
continuar la tradición. Por eso los familiares lo llamaron Zacarías, pues tal
era el nombre de su padre. Pero intervino su madre Isabel, prima de la Virgen
María, y dijo que debía llamarse Juan. Su padre, que había perdido el habla,
escribió que su nombre debería ser Juan. Apenas manifestó su deseo, recuperó la
capacidad de hablar y daba gracias a Dios.
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El nombre de
Juan, en hebreo, significa “Dios tuvo misericordia”. En Israel, la escogencia
del nombre era algo muy serio, pues éste expresaba la misión que, en la
expectativa de los mayores, debería desempeñar ese niño.
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En fuerte contraste con la tradición bíblica, en la cual
el nombre escogido expresaba una tarea para toda la vida, en la vida diaria
encontramos personas a quienes sus padres, en un arranque de creatividad,
asignaron nombres exóticos, en el mejor de los casos extranjeros, pero en el
peor escenario
inventados, y no se sabe si son masculinos o
femeninos, con una ortografía que no corresponde a ninguna tradición lingüística
y que son una cruz que hay que cargar toda la vida pues generan innumerables
problemas: pensemos en
la cédula, en los cheques, en el contrato de
trabajo
y demás documentos públicos. ¡Padres de familia, por favor
escojan para sus hijos nombres normales dentro de las ricas posibilidades que
ofrece nuestra hermosa lenguaje castellana! ¡Su creatividad se convierte en
pesado lastre que sus hijos deben cargar
toda la vida!
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Juan Bautista tiene como misión preparar los caminos del
Señor. Para ello anuncia un mensaje de conversión, que tuvo un enorme impacto en
sus contemporáneos. Su mensaje de conversión tenía el respaldo de su estilo de
vida:
su vestimenta, la dieta que consumía, la radicalidad de
sus palabras mostraban a un hombre carismático, que vivía lo que decía:
o
Juan Bautista fue
un hombre honesto que dejó a un lado los cálculos políticos y denunció la
corrupción de los líderes, lo cual le costó la vida.
o
Juan Bautista fue
un hombre humilde, que no perdió la cabeza por causa de la popularidad
alcanzada; siempre reconoció que su anuncio estaba en función de otro ser
superior a él, Jesús de Nazareth. Como nos lo cuenta el libro de los Hechos de
los Apóstoles, él decía a sus seguidores: “Yo no soy quien ustedes piensan;
viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias”.
o
Juan Bautista fue
un testigo de la luz, Cristo, quien vino para iluminar nuestra existencia.
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Es hora de terminar nuestra meditación dominical en este
día en que celebramos el nacimiento de Juan Bautista, el Precursor. La
discreción con la que ejerció su ministerio debe inspirar nuestra vida diaria:
no seamos protagónicos, no busquemos el reconocimiento por las acciones que
realizamos,
sintámonos felices por el éxito que obtienen los que
vienen detrás de nosotros sin exigir que estén haciendo reconocimiento de
nuestros aportes. Juan Bautista es el gran maestro de la discreción.