Domingo XIII del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

   

ü Lecturas:

o   Libro I de los Reyes 19, 16b. 19-21

o   Carta de San Pablo a los Gálatas  5, 1. 13-18

o   Lucas 9, 51-62

 

ü El evangelio de este domingo tiene dos partes claramente diferenciadas, que son el rechazo de los samaritanos y la radicalidad del seguimiento de Jesús. Aunque nuestra reflexión se va a centrar en la segunda parte, digamos una breve palabra sobre el rechazo que sufrió Jesús:

o   Existía un odio ancestral entre judíos y samaritanos, pues los judíos los trataban como si fueran paganos ya que descendían de unos extranjeros que se habían asentado en esas tierras hacia el año 721 A.C.

o   Rechazaron a Jesús porque se dirigía hacia el templo de Jerusalén, que rivalizaba con su templo que se levantaba sobre el monte Garizim.

o   Al ver rechazado a su Maestro, montaron en cólera los hermanos Santiago y Juan; querían que bajara fuego del cielo y los destruyera; Jesús les ordenó que cesaran en sus amenazas.

 

ü Después de esta breve explicación, profundicemos en el tema central, que es la radicalidad del seguimiento de Jesús. En este texto que escuchamos, Jesús expresa las exigencias del Reino mediante frases muy duras dirigidas a tres personajes diferentes:

o   A uno que manifestó deseos de seguirlo, le dijo que no obtendría ningún beneficio: “Las zorras tienen madriguera y  los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”

o   Al que pidió  enterrar a su padre para después salir en pos de él, le respondió: “deja que los muertos entierren a sus muertos”

o   Al que quiso despedirse de su familia, le reaccionó con dureza: “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios”

 

ü Estas duras palabras de Jesús nos escandalizan, pues no parecen compatibles con los sentimientos manifestados por él ante diversas expresiones del dolor humano. ¿Qué mensaje nos quiere dar Jesús a través de estas frases tajantes?

 

ü En las tres intervenciones de Jesús hay un elemento común: quiere afirmar que existen unas prioridades  que no son negociables, pues el Reino de Dios ocupa el  primer lugar; las agendas personales deben subordinarse a este objetivo prioritario.

 

ü Constatamos que la sociedad en la que vivimos está muy lejos de estas palabras de Jesús, ya que la cultura postmoderna establece el primado de la subjetividad, que es la que decide lo que debe hacerse. En nuestra sociedad lo más importante es la comodidad de cada uno, sentirse bien, lograr las metas trazadas no importando quién o qué se atraviese en el camino.

 

ü En el proyecto de vida que propone la postmodernidad no hay lugar para los compromisos a largo plazo y se piensa que la fidelidad es algo pasado de moda que cierra oportunidades.

 

ü El seguimiento de Jesús pide respuestas claras y posiciones definidas; en consecuencia, no se puede ser más o menos honrado, no se puede ser justo pero sólo hasta cierto punto... La fe debe generar unos comportamientos coherentes y debe inspirar todas las acciones del ser humano en lo privado y en lo público, en la intimidad del hogar y en el desempeño profesional, en la iglesia y en el club social.

 

ü Esta radicalidad del seguimiento de Jesús, en lugar de limitar nuestras posibilidades como seres humanos, nos hace inmensamente libres. San Pablo expresa bellamente esta idea en su carta a los Gálatas: “Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado (.....) Hermanos, nuestra vocación es la libertad”. En concreto, ¿qué significan estas palabras de San Pablo? Cuando una persona asume con seriedad el seguimiento de Jesús como la prioridad de su vida, se relativizan muchos de los bienes que enloquecen a la mayoría de los seres humanos: el poder, el dinero, el éxito, el sexo. Estos bienes, convertidos en fines, generan dependencia, nos esclavizan pues estamos dispuestos a todo con tal de obtenerlos.

 

ü Es hora de terminar esta sencilla  meditación dominical sobre la radicalidad del seguimiento de Jesús. Aunque sus palabras suenan muy duras, el mensaje  es muy positivo pues se nos invita a reconocer que Dios debe ocupar el lugar central en nuestras vidas; las demás realidades deberán valorarse tanto cuanto nos ayuden a caminar en esa dirección. El seguimiento de Jesús nos libera de las dependencias malsanas que provienen de personas, cosas y situaciones.