Domingo XV del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

   

ü  Lecturas:

o   Deuteronomio 30, 10-14

o   Carta de San Pablo a los Colosenses 1, 15-20

o   Lucas 10, 25-37

 

ü El tema que nos propone la liturgia de este domingo es la parábola del buen samaritano, que es uno de los pasajes bíblicos más conocidos y que ha sido ampliamente explicado por los comentaristas de todos los tiempos.

 

ü En medio de la riqueza de aspectos que ofrece este pasaje del Nuevo  Testamento, vamos a profundizar en tres puntos: empezaremos por analizar las dos preguntas que el maestro de la ley hace a Jesús; luego profundizaremos en los rasgos de los tres personajes de la parábola (el sacerdote, el levita y el samaritano); finalmente estudiaremos la original respuesta de Jesús, la cual obliga a revisar los paradigmas tradicionales sobre la religión.

 

ü Empecemos, pues, por las preguntas propuestas por el maestro de la ley:

o   “¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”; “¿Y quién es mi prójimo?”

o   Este experto en las tradiciones religiosas y jurídicas de Israel quería tender una trampa a Jesús, y por eso  lo quería acorralar en el ring de las discusiones teóricas. Pero Jesús no se dejó envolver por las sutilezas conceptuales que tanto gustaban a los estudiosos judíos y reubicó la discusión en un terreno esencialmente práctico.

o   El maestro de la ley quiere asegurarse la vida eterna y para ello necesita  una definición de “prójimo” que le permita sentirse tranquilo. Su posición refleja la actitud de aquellos que quieren vivir su fe dentro de unos límites muy precisos: ¿qué tengo que cumplir? ¿hasta dónde llegan mis obligaciones? Quieren tener una especie de mapa satelital donde  aparezcan todos los detalles de la relación con Dios.

ü Jesús rehúsa acomodarse al esquema teórico del intelectual judío y argumenta desde las parábolas, género literario en el que era maestro insuperable:

o   Dentro del relato que construye pone a actuar a tres personajes ampliamente conocidos por la opinión pública: un sacerdote, un levita y un samaritano. Los tres fueron escogidos cuidadosamente.

o   El sacerdote y el levita son representantes oficiales de la religión, preocupados por el templo, por el culto y por el cumplimiento minucioso de los innumerables preceptos que exigía la ley judía.

o   Su gran preocupación era el cumplimiento formal de las obligaciones religiosas y legales; no eran sensibles a los problemas concretos de la gente. Por eso, ante el herido que encuentran en el camino, prefieren dar un rodeo para evitarlo; el herido significa un contratiempo que afecta el cumplimiento de sus agendas. Al escoger a estos personajes y mostrar su comportamiento frente al herido del camino, Jesús está haciendo una fuerte crítica al espíritu burocrático y frío de los dirigentes religiosos de Israel.

o   En agudo contraste con la insensibilidad del sacerdote y del levita, aparece el buen samaritano, quien sí se mostró solidario con la persona que había sido víctima de un atraco. La persona escogida por Jesús para ser propuesta como modelo de comportamiento religioso era nada menos que un samaritano, el cual pertenecía a un segmento despreciado de la población. Al proponerlo como modelo de religiosidad, Jesús  está fastidiando el doctor de la ley, quien debe reconocer a regañadientes que ese ser al que él despreciaba era el único que había actuado correctamente.

o   El samaritano no preguntó quién era el herido, cuál era su status socio – económico ni calculó riesgos. Simplemente actuó frente al que estaba gravemente necesitado.

 

ü Jesús fue puesto a prueba por el maestro de la ley y aprovechó la oportunidad para explicar cómo ha de ser el comportamiento del creyente, y esto lo hizo, no a través de discursos teóricos, sino a través del comportamiento concreto de tres personajes. Profundicemos en la original respuesta de Jesús:

o   A través de este relato, Jesús nos dice que no pueden separarse el amor a Dios y al  prójimo. El que no ama al prójimo de manera práctica y concreta no ama a Dios. Son dos caras de la misma moneda. Esto significa que no es posible vivir una religión reducida a simples prácticas piadosas de espaldas a la justicia social. La fe y la justicia son inseparables.

o   En esta parábola, Jesús cambia la idea tradicional de prójimo. No se trata de un asunto teórico que nos permita identificar quién es mi prójimo. Lo que Dios nos pide es acercarnos, hacernos próximos al hermano que está necesitado. Prójimo es aquel a quien me acerco; el amor  pide abolir las distancias, fruto de los prejuicios sociales. La fe nos pide salir de nuestro cómodo mundo de seguridades para compartir con el hermano necesitado de pan, de empleo, de compañía, de una palabra cálida.

o   El comportamiento concreto del buen samaritano nos enseña que el amor evangélico no puede limitarse a distantes expresiones de compasión, sino que debe conducir a acciones concretas de solidaridad. El relato nos dice que el samaritano le vendó las heridas, lo llevó a una posada, lo cuidó y pagó para que lo atendieran. No podemos contentarnos con unos gestos distantes de simpatía sino que debemos dar respuesta a las necesidades reales de los individuos y las comunidades.

 

ü Es hora de terminar esta meditación dominical sobre la parábola del buen samaritano. El fuerte contraste entre la apatía del sacerdote y del levita, y la solidaridad mostrada por el samaritano redefine los rasgos de una auténtica fe, la cual no puede reducirse al cumplimiento de unos ritos vacíos sino que exige gestos concretos de amor solidario. Este relato evangélico nos motiva para acercarnos, es decir, hacernos próximos a todos los que sufren. Jesús nos enseña que no es auténtica la fe que se olvida de la solidaridad y de la justicia social.