Domingo XVII del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

   

ü Lecturas:

o   Génesis 18, 20-32

o   Carta de San Pablo a los Colosenses 2, 12-14

o   Lucas 11, 1-13

 

ü El evangelio nos ofrece una expresiva catequesis sobre la oración. Esta catequesis consta de dos partes, las cuales analizaremos en nuestra meditación dominical. En la primera parte, Jesús nos enseña la oración por excelencia, el Padrenuestro; en la segunda parte, propone una parábola en la que nos orienta sobre  cuál debe ser el estilo de nuestra comunicación con Dios.

 

ü Los seguidores de Jesús veían que él dedicaba  largas horas a la oración  dentro de su agitada vida apostólica. Aprovechando una de esas ocasiones, le piden que les enseñe a orar, como Juan Bautista había hecho con sus discípulos.

 

ü Jesús, que había roto muchos paradigmas de la tradición judía, también se aparta de los convencionalismos en su forma de orar:

o   Para los judíos devotos, el Templo de Jerusalén era el lugar donde se experimentaba la presencia de Dios. En la vivencia espiritual de Jesús, no hay lugares físicos donde se encuentre a Dios de una manera más cercana. Para él, cualquier lugar y cualquier tiempo eran adecuados para hablar con Dios su Padre.

o   Jesús introduce una segunda modificación en cuanto a la oración. Todas las religiones, incluida la judía, dirigían sus plegarias y ofrecían sacrificos a un Dios lejano, al que buscaban aplacar. Jesús sustituye el temor por el amor, la lejanía por la cercanía, y por eso se dirigía a Dios con la confianza propia de un hijo, y lo llama Padre.

o   El Padrenuestro, más que una oración ritual, es la expresión de un nuevo tipo de relación con Dios.

 

ü A lo largo de nuestra vida hemos recitado innumerables veces esta oración. Los invito a meditar pausadamente en lo que decimos y descubriremos aspectos insospechados:

o   El Padrenuestro consta de dos partes, perfectamente articuladas: la primera parte hace referencia a la causa de Dios, la segunda parte hace referencia a nuestra situación concreta.

o   La convergencia de las dos partes hace del Padrenuestro  la  oración perfecta. Dios no se interesa sólo de lo suyo – el nombre, el reino, la voluntad divina -, sino que se preocupa por todo lo humano - el pan, el perdón, la tentación, el mal -. Igualmente, los hombres y mujeres cuando oramos no sólo tenemos presentes nuestras necesidades, sino que igualmente alabamos a Dios. Por eso, el Padrenuestro, con sus dos partes, constituye un encuentro único entre la realidad de Dios y nuestra realidad humana concreta.

 

ü Cuando pronunciamos esta oración, no nos dirigimos a Dios con palabras solemnes; simplemente lo llamamos Padre, lo cual contribuye a crear una atmósfera de cercanía y confianza.

 

ü Enseguida añadimos el adjetivo “nuestro”. Al decir “Padre nuestro” expresamos nuestra comunión con Cristo, nuestro hermano mayor, y con todos los seres humanos. El reconocimiento de nuestro origen común debería transformar las relaciones entre los individuos y los pueblos, superando las suspicacias y construyendo proyectos comunes.

 

ü La primera parte es de alabanza a Dios y en ella manifestamos tres peticiones:

o   Que tu nombre, es decir, tu presencia santa, sea bendecido y reconocido por todos.

o   Que tu reino, es decir, tu soberanía amorosa, alcance a todos los pueblos.

o   Que cumplamos tu voluntad, es decir, que tu plan de salvación  impregne nuestra vida personal, familiar y social.

 

ü En la segunda parte dirigimos la atención a nuestra situación concreta, y expresamos cuatro peticiones:

o   “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Pedimos el sustento y la satisfacción de las necesidades básicas, sin pretender llenarnos de bienes superfluos y con el deseo de compartir con los otros lo que somos y tenemos. Cuando pedimos el pan, también nos referimos al alimento eucarístico, pan de vida que sacia nuestros anhelos más profundos.

o   “Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. En esta petición hay un aporte original pues se supera una visión arcaica de Dios como vengador de las ofensas recibidas, y se presenta un Dios misericordioso que perdona a sus hijos que se han equivocado. Igualmente se modifican las relaciones sociales que habían sido construidas sobre  el principio del “ojo por ojo y diente por diente”, invitando a una convivencia inspirada en la reconciliación.

o   “No nos dejes caer en la tentación”. Esta petición es un reconocimiento a la fragilidad de nuestro proyecto de vida, que fácilmente puede perder su rumbo. El orgullo y la ambición son causa de muchas decisiones equivocadas; cuando se desbordan, arrasan con lo que encuentran: familia, amigos, convicciones.

o   “Líbranos del mal”. Tenemos que reconocer que el camino de la vida está lleno de obstáculos. Si Dios nuestro Padre no nos acompaña en nuestro peregrinar, caeremos en alguna de las múltiples trampas que nos amenazan.

 

ü Al comienzo de esta reflexión dijimos que el relato evangélico de hoy, que tiene como tema la oración, consta de dos partes: ya analizamos la oración del Padrenuestro con sus siete peticiones; ahora hagamos un breve comentario sobre la segunda parte.

 

ü Aquí Jesús  cuenta una parábola que tiene como protagonistas a dos amigos; a través de este recurso literario nos da unas orientaciones sobre la forma como debemos orar:

o   La enseñanza que nos queda es que el amigo tendrá respuesta a su necesidad gracias a su insistencia.

o   Hay que “pedir”, “buscar”, “llamar” con la seguridad de que “se recibe lo que se pide”, “se encuentra lo que se busca”, “se abren las puertas cuando se llama”.

o   Esta triple insistencia se alimenta de una confianza sin límites.

 

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical. Que este curso – taller sobre la oración que Jesús nos dicta en el evangelio de hoy  nos ayude a descubrir toda la riqueza del Padrenuestro y nos ayude a establecer una relación con Dios nuestro Padre basada en la confianza.