Domingo XXIX del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.
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Lecturas:
o
Éxodo 17,
8-13
o
II Carta de
San Pablo a Timoteo 4, 14; 4,2
o
Lucas 18,
1-8
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El tema
central de la liturgia de hoy es la oración, el cual aparece en la primera
lectura y en el evangelio:
o
En la
primera lectura, el protagonista es
Moisés
quien, gracias a la oración, obtiene la victoria para su pueblo.
o
En el
evangelio, Lucas nos propone la parábola del juez injusto y la viuda, en la que
Jesús nos invita a orar siempre sin desanimarnos y nos enseña que Dios,
bondadoso y justo, escucha el grito de los oprimidos.
o
Empecemos
nuestra meditación dominical explorando las características de estos personajes
de la parábola.
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El juez es
un hombre que deshonra su profesión, pues desprecia la justicia:
o
A través de
él, Jesús critica a aquellos personajes públicos que no están a la altura de su
misión.
o
Este
personaje desprecia la voz de su conciencia y desprecia a los demás, insensible
ante el clamor de justicia.
o
Un hombre
duro, impenetrable, que no tiene tiempo ni oídos para nadie.
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Ante este
personaje de hielo se presenta una viuda:
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Ella es la
imagen de la debilidad pues carece de apoyos, no tiene recomendaciones, nadie
defiende sus derechos.
o
De entrada,
su batalla está perdida pues su interlocutor es insensible a sus reclamos. Sin
embargo, no se rinde ante los continuos desplantes del juez.
o
Ella había
intuido que este hombre tenía un punto débil, que era su egoísmo, el deseo de
que nadie lo molestara. Descubierta esta debilidad, ella decide atacar por ese
lado y termina obteniendo justicia gracias a su persistencia.
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¿Cuál es la
enseñanza que nos deja esta parábola?
o
Nuestra
sociedad es profundamente utilitarista y vive preguntando para qué sirven las
cosas; si percibe que son útiles, las hace; de lo contrario, no les pone
atención.
o
Con
frecuencia, la gente se pregunta ¿para qué sirve la oración? En medio de las
velocidades en las que vivimos, parecería que esos momentos de silencio fueran
una pérdida de tiempo, el cual podría emplearse con mayor eficiencia.
o
Ahora bien,
no hay que medir la eficacia de la oración utilizando indicadores cuantitativos,
cruzando la cantidad de tiempo dedicada a la oración con la cantidad de
resultados obtenidos.
o
Se trata de
unos resultados diferentes, ya que la oración nos permite avanzar en el
conocimiento de la palabra de Dios, en su plan de salvación; y también nos
permite profundizar en nuestro complejo mundo interior. En la oración
confirmamos nuestra opción fundamental por los valores del evangelio y revisamos
nuestro proyecto de vida.
o
Cuando
pedimos en la oración por nuestros hermanos que sufren, crecemos en humanidad y
salimos de nuestro pequeño mundo para vivir en función de los otros.
o
Volvamos a
la oración de la viuda de la parábola. Ella no presenta memoriales elaborados
con la ayuda de expertos en la oración. Expresa con sencillez sus necesidades.
En nuestro caso, no se trata de hacer discursos sino de manifestar con fe y amor
lo que sentimos; orar es poner en las manos de Dios nuestra rutina diaria con
sus luces y sombras, con sus alegrías y tristezas, con sus realizaciones y
fracasos.
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Este
domingo
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El
concepto de “misiones” ha tenido una evolución interesante. Antes asociábamos
esta palabra con las conversiones masivas de paganos. Hoy tenemos un pensamiento
diferente sobre el objetivo que se busca con las misiones: se trata de hacer
presencia de los valores del evangelio y de su contribución a la construcción de
un mundo diferente. Por eso la actividad misionera se realiza a través de
acciones de promoción humana como son la educación de los niños y los jóvenes,
la atención de los enfermos, el acompañamiento de
los desplazados.
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Es
hora de terminar nuestra meditación dominical. En un primer momento
profundizamos en la parábola del juez injusto y la viuda; allí aprendimos que la
oración exige constancia; además nos preguntamos por su sentido y utilidad. En
un segundo momento, pedimos por la obra misionera de