II Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.
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Lecturas:
o
Profeta
Isaías 49, 3. 5-6
o
Primera
carta de San Pablo a los Corintios 1, 1-3
o
Juan 1,
29-34
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La página
evangélica de hoy nos presenta el testimonio de Juan Bautista sobre la persona
de Jesús:
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Se trata de un monólogo de Juan en el que proclama quién
es Jesús. El Bautista no tiene delante un público concreto; se trata, pues,
de una invitación a los hombres y mujeres de todos
los tiempos para que se acerquen a Jesús, en quien encontrarán la liberación de
todas sus esclavitudes.
o
Hay que
destacar que estas palabras de Juan Bautista no son un discurso teórico, sino
que brotan de una experiencia vivida por él, la cual quiere compartir.
o
Esto nos hace reflexionar sobre el sentido profundo de la
fe, la cual
no consiste en saber cosas sobre Dios, sino en la
experiencia de Jesús resucitado.
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En su
testimonio, Juan describe a Jesús poniendo de manifiesto dos títulos: es el
cordero de Dios y es el Hijo de Dios. Como durante las celebraciones navideñas
reflexionamos abundantemente sobre Jesús como Hijo de Dios, en esta reflexión
dominical nos centraremos en Jesús como cordero de Dios que quita el pecado el
mundo.
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La expresión
“cordero de Dios” tiene unas raíces bíblicas muy profundas. Al usarla, Juan
Bautista está asociando a Jesús con una larga tradición dentro de la historia
del pueblo de Israel:
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Lo primero que nos viene a la mente es la figura del
cordero pascual. Recordemos el cordero que comieron los israelitas antes de
salir de la esclavitud de Egipto, ceremonia que
continuaron celebrando cada año, hasta nuestros tiempos. Ellos debieron marcar
las puertas de sus casas con la sangre del cordero sacrificado
para
evitar ser víctimas del ángel exterminador.
o
Esta expresión también
nos recuerda los sacrificios de corderos que se
realizaban en el Templo de Jerusalén para expiación de los pecados del pueblo.
o
Así se da a
entender que el sacrificio de Jesús en la cruz fue la expiación definitiva de
todos los pecados de la humanidad.
o
Jesús es el cordero sacrificial por excelencia, quien
entregó su vida precisamente en la semana en que los judíos celebraban la
pascua. Él es el sacrifico de la nueva alianza
que supera infinitamente los sacrificios ofrecidos
en el Antiguo Testamento.
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Según el testimonio de Juan Bautista, ¿cuál es el
efecto o resultado que acompaña el sacrificio de
Jesús como nuevo y definitivo cordero pascual? La respuesta es sencilla: él es
quien quita el pecado del mundo.
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Detengámonos brevemente a reflexionar sobre el alcance de
estas palabras; él es
“el que quita el pecado del mundo”:
o
Cuando
hacemos examen de conciencia, es frecuente que afirmemos: yo no he matado a
nadie, yo no he robado, yo no he maltratado a nadie. Y así nos sentimos muy
tranquilos y satisfechos.
o
Sin embargo,
tenemos que preguntarnos si, viendo lo que sucede a nuestro alrededor – en
muchos hogares, en el mundo del trabajo, en la política – podemos seguir tan
tranquilos como si las cosas estuvieron funcionando correctamente…
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Tenemos anestesiada la conciencia porque nos hemos
connaturalizado con el mal que se manifiesta por todas partes. Pongamos algunos
ejemplos: las urgencias de los hospitales se llenan de heridos durante los fines
de semana, víctimas de esa mezcla letal de alcohol, agresividad
e
intolerancia; son innumerables las mujeres y niños que buscan la protección de
Bienestar
Familiar para escapar del maltrato de que son víctimas.
Tenemos que reconocer que estamos inmersos en una realidad de pecado, el cual se
manifiesta de mil maneras distintas.
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Frente a esta realidad cruda, el testimonio de Juan
Bautista afirma que Jesús es el cordero de Dios
que quita el pecado del mundo. ¿Qué significan
estas palabras?
o
Esta frase describe la liberación que nos ofrece Dios
Padre por
medio de Jesús.
o
Cuando Juan
afirma que Jesús “quita el pecado del mundo” no está anunciando una campaña
moralizadora que éste llevará a cabo para restaurar las buenas costumbres.
o
Jesús no
solo ofrece el perdón de los pecados, acción que realizó numerosas veces durante
su ministerio. Jesús ha venido para erradicar el mal e instaurar un orden nuevo.
o
Por eso,
seguir a Jesús es comprometerse en esta lucha sin cuartel contra el mal, contra
la violencia intrafamiliar, contra la intolerancia, contra la explotación.
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Es hora de
terminar nuestra meditación dominical. Hemos reflexionado sobre el testimonio
entusiasta y comprometido que Juan Bautista da sobre Jesús como cordero de Dios
que quita el pecado del mundo. Con nuestra manera de actuar demos testimonio
ante la sociedad de esta lucha contra el mal. Comprometamos todas nuestras
fuerzas en la construcción de una Colombia diferente, donde los derechos humanos
fundamentales, empezando por el derecho a la vida, sean respetados.