II Domingo de Cuaresma, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

ü Lecturas:

o   Génesis 12, 1-4ª

o   II carta de San Pablo a Timoteo 1, 8b-10

o   Mateo 17, 1-9

 

ü El tema central de la liturgia de hoy es la escena de la transfiguración del Señor:

o   Para poder comprender el significado de este relato es necesario conocer su ubicación dentro de la estructura de los evangelios sinópticos.

o   Esta escena es precedida  por el primer anuncio que Jesús hace a sus discípulos sobre su pasión, muerte y resurrección. Ante semejante anuncio, los discípulos entran en una profunda depresión pues este desenlace no está dentro de sus expectativas sobre el Mesías.

o   La situación anímica que agobia a los discípulos nos permite interpretar la transfiguración como una palabra de aliento de manera que puedan afrontar con entereza la perspectiva de la pasión y muerte, habiendo experimentado un anticipo de la gloria de la resurrección.

o   Además de ser una voz de aliento para los atribulados discípulos, la transfiguración es una confirmación de la identidad y de la misión de Jesús.

o   Este relato está escrito dentro del estilo y del vocabulario propios del género literario de las teofanías, es decir, dentro del género literario que se usa en la Biblia para describir manifestaciones particularmente solemnes de Dios.

o   Es propio de este género literario asociar la manifestación de Dios a unos fenómenos extraordinarios como son las apariciones, las voces, las luces, las nubes, etc. Todos estos elementos escenográficos están al servicio de la transmisión de un contenido de fe.

ü Vale la pena destacar dos elementos  que revisten particular interés; se trata de la presencia de Moisés y de Elías, así como la voz que sale de la nube:

o   Moisés representa la Ley y Elías simboliza a los profetas. Su presencia junto a Jesús muestra que él es la culminación de la historia del pueblo elegido; en él se realiza la promesa  anunciada por diversos mensajeros.

o   La voz que sale de la nube es símbolo de la presencia divina. La voz del Padre confirma la identidad  y la misión de Jesús: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escúchenlo”

 

ü Estas palabras de la transfiguración constituyen un enorme reto para nosotros, mujeres y hombres del siglo XXI. ¡Qué difícil es escuchar la voz de Dios en medio de los ruidos de nuestra sociedad de consumo! ¡Cuántos pseudo-profetas nos ilusionan con mil falsas ofertas de felicidad! ¡Qué confusión respecto a la ética y los valores pues se han borrado las líneas divisorias entre el bien y el mal, entre lo honesto y lo deshonesto!

 

ü Esta voz solemne que resuena en la cumbre del monte es un mensaje de fe: Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías esperado; y también es un mensaje de esperanza y de optimismo, ya que la transfiguración es un anticipo de la gloria de Jesús y, por tanto,  un anuncio de la realidad que nos espera.

 

ü Cuando leemos este pasaje evangélico nos sentimos desconcertados ante la propuesta de Pedro: “Señor, ¡qué bueno es estar aquí! Si quieres, haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”:

o   En un primer momento, parecería que la propuesta de Pedro es un gesto de generosidad. Sin embargo, entraña una falsa concepción del seguimiento de Jesús. Ni  los tres discípulos testigos de la transfiguración ni  los creyentes podemos aislarnos queriendo vivir en una situación atemporal. Por el contrario, tenemos que bajar del monte a la realidad, por dura que ésta sea, para asumir nuestras responsabilidades y construir el Reino de Dios en medio de la historia con sus luces y sombras.

o   La fe en Dios no puede interpretarse como un mecanismo para escaparnos de la realidad; la alienación es una peligrosa tentación. Por el contrario, la fe en Dios debe ser una poderosa motivación para comprometernos con la transformación de las realidades terrenas.

 

ü Los seres humanos tenemos la inclinación natural a instalarnos cuando hemos alcanzado un cierto nivel de satisfacción. Así perdemos el impulso para emprender nuevas acciones, evitamos realizar gestos concretos de solidaridad que nos causen una cierta incomodidad.

 

ü Esta misma tentación de instalamiento la vivimos en la experiencia religiosa, como le sucedió a Pedro. Construir tiendas en lo alto de la montaña consiste en sentirnos satisfechos con lo que estamos haciendo, creer que somos buenos – casi perfectos -,  y que, por tanto, no necesitamos convertirnos.

 

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical sobre la transfiguración del Señor:

o   Los discípulos vivieron una experiencia espiritual muy intensa, que les ayudó a salir del decaimiento en que se encontraban.

o   Si recorremos nuestra historia personal, en ella identificaremos algunos momentos especiales en los cuales nos hemos sentido particularmente cerca de Dios, es decir, también hemos vivido nuestras pequeñas “transfiguraciones” a imitación de los discípulos; hemos sentido particularmente cerca de Dios a través de la pareja, de los hijos, de la naturaleza, de las dificultades, de la liturgia, de la lectura y meditación de la Biblia.

o   Procuremos crear, dentro de nosotros, un espacio de silencio para que podamos escuchar la voz de Dios.

o   Rechacemos la tentación de aislarnos de la realidad. No podemos evadir nuestras responsabilidades. La construcción del Reino de Dios pide nuestro compromiso aquí y ahora, sin escapismos, sin falsos misticismos.