V Domingo de Cuaresma, Ciclo A
Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.
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Lecturas:
o
Ezequiel 37,
12-14
o
Carta de San
Pablo a los Romanos 8, 8-11
o
Juan 11, 1-45
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El evangelio de
este V Domingo de Cuaresma propone a nuestra consideración el relato de la
resurrección de Lázaro. Este capítulo tiene un significado muy hondo:
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Desde el punto de
vista humano, nos permite penetrar en los sentimientos y afectos de Jesús. El
evangelista nos cuenta los vínculos de amistad que lo ataban a esta familia de
Betania, con la que compartía sus proyectos, ilusiones y preocupaciones. Es muy
conmovedor ver cómo Jesús llora junto a la tumba de su amigo. Es una hermosa
exploración del corazón de Jesús.
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Desde el punto de
vista teológico, nos muestra a Jesús como Señor de la vida y de la muerte.
Ciertamente eran muy elocuentes sus signos portentosos de la multiplicación de
los panes y los peces, calmar la tempestad, curar a los ciegos y leprosos. Son
signos excepcionales. Pero cuando afirmamos que Jesús resucitó a Lázaro y lo
trajo de regreso al mundo de los vivos, estamos reconociendo un poder único.
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Para comprender mejor el alcance de la acción de Jesús es
conveniente decir una
palabra sobre los sentimientos que nos suscita
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En este relato se
hacen presentes diversos actores: Jesús y Lázaro, las hermanas Marta y María,
los discípulos, los amigos y vecinos. Hagamos un breve comentario sobre el
comportamiento de Marta y María, para después analizar el diálogo que Jesús
sostuvo con sus discípulos.
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El evangelista
Juan sugiere que existía una historia de amistad con este grupo familiar; las
palabras de Jesús siempre encontraron eco en estos tres hermanos:
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Por eso, cuando
Lázaro cae enfermo “las hermanas le mandaron razón a Jesús, diciendo: Señor, tu
amigo está enfermo”. Llama la atención la discreción del mensaje. No hacen
ninguna petición ni sugieren alguna forma de intervención. Se limitan a informar
sobre los hechos.
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Jesús se demora
en reaccionar, pues llega junto a la tumba de su amigo cuatro días después de su
muerte. Tenemos que suponer que Marta y María estaban muy extrañadas por la
demora.
o
Este sentimiento lo manifiestan en el saludo que dirigen a
Jesús cuando éste se hace presente: “Señor, si hubieras estado aquí no habría
muerto mi
hermano”. Es evidente que esta frase contiene una queja
muy delicada pero real.
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Después de este
pequeño desahogo, Marta continúa: “Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a
Dios, Dios te lo concederá”. Esto significa que, a pesar de la sensibilidad
herida, la fe siguió tan sólida como antes.
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Después de esta
aproximación a los afectos y sentimientos religiosos de estas dos hermanas,
exploremos el diálogo de Jesús con sus discípulos:
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Jesús los prepara
para que comprendan el signo que va a realizar: “Esta enfermedad no terminará en
la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea
glorificado por ella”. Con estas palabras, Jesús explicita la finalidad de este
milagro: servirá para revelar el poder de Dios que se manifiesta en la acción de
su Hijo sobre la muerte. Es una revelación del ser de Dios y de su acción
salvadora.
o
El diálogo continúa y les explica
qué reacción espera de ellos: “Lázaro ha muerto, y
me alegro por ustedes de que no hayamos estado allí, para que crean”. La otra
finalidad de este signo es suscitar la fe de los discípulos, quienes todavía
estaban muy atrasados en el conocimiento de Jesús y tenían expectativas
materiales sobre el Mesías.
o
Esta doble finalidad del signo – revelar el poder de Dios
y suscitar la fe de sus discípulos -
es explicitada en este diálogo preparatorio entre
Jesús y sus seguidores.
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La escena junto al sepulcro que nos transmite el
evangelista Juan es de gran intensidad dramática: el llanto de la familia, los
lamentos de los amigos y vecinos, el dolor de Jesús ante la desaparición del
amigo, la apertura de la
tumba, la orden de Jesús,
la salida de Lázaro envuelto en vendas…Los
presentes debieron estremecerse al escuchar las palabras de Jesús, que
reflejaban una autoridad y un poder sobrehumanos: “Lázaro, ven fuera”.
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Es hora de terminar nuestra meditación dominical sobre la
resurrección de Lázaro. Que las palabras de Jesús “yo soy la resurrección y la
vida” sean una voz de aliento en medio de la desesperanza que en ocasiones
parece ahogarnos. “El que cree en mí,
aunque haya muerto, vivirá; y el que
está
vivo, no morirá para siempre”. Jesucristo es la mejor póliza
de esperanza, sin deducibles y sin preexistencias.
Cubre todos los riesgos aquí y en el más allá.