Fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

ü  Lecturas:

o   Deuteronomio 8, 2-3. 14b-16ª

o   I Carta de San Pablo a los Corintios 10, 16-17

o   Juan 6, 51-58

 

ü Hoy celebra la liturgia la fiesta del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, conocida también por su nombre en latín “Corpus Christi”. El Papa Urbano IV, en 1264, la extendió a toda la Iglesia y tiene como finalidad proclamar la fe en la presencia real de Cristo en la eucaristía. Este día es una ocasión para  ratificar nuestra fe en el misterio, pero también para profundizar en su significado a partir de las lecturas que nos propone la liturgia:

o   La primera lectura, tomada del libro del Deuteronomio, nos cuenta cómo Yahvé regaló a su pueblo el maná para que pudiera alimentarse durante la travesía por el desierto. Recordemos que Israel tuvo que peregrinar durante cuarenta años desde que salió de Egipto, tierra de esclavitud, hasta que llegó a la tierra prometida. Los autores que han escrito sobre la eucaristía se han referido al maná como un anticipo y símbolo de lo que será más tarde el pan eucarístico, alimento del pueblo de Dios durante su peregrinar a través de la historia.

o   San Pablo, en su I Carta a los Corintios, nos explica que la eucaristía es  vínculo  de  unidad.

o   El evangelio nos presenta la eucaristía como el alimento que nos da la vida eterna.

o   Los invito a profundizar en estos dos  temas: la eucaristía como  vínculo de unidad (San Pablo)  y como alimento (San Juan).

 

ü Empecemos, pues, por las afirmaciones de San Pablo:

o   “El cáliz de nuestra acción de gracias, ¿no nos une a todos en la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no nos une a todos en el cuerpo de Cristo?”

o   El pan que compartimos en la mesa del Señor nos une a todos los cristianos en el cuerpo de Cristo. El pan es uno; así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo.

o   Por tanto,  el cuerpo eucarístico de Cristo está en relación directa con la asamblea eclesial, que es el cuerpo místico de Cristo. Por eso la eucaristía nos exige la unión y amor fraterno del grupo que celebra con fe la cena del Señor. No tiene sentido celebrar con devoción la eucaristía  si no existe una comunidad de amor.

o   Tenemos que reconocer que existe una diferencia profunda entre las primeras comunidades de la Iglesia apostólica, que eran pequeñas y donde todos se conocían, y nuestras asambleas dominicales, formadas por cientos de personas  que viven dispersas en la gran ciudad.

o   Tenemos que ser realistas. No podemos pretender que las personas que se reúnen en esta iglesia para  participar en la misa dominical se conozcan y establezcan lazos de amistad. Pero sí es posible tejer una comunidad afectiva, en la que compartamos unos valores comunes: la fe en Cristo, el amor a la Iglesia, la solidaridad con los pobres, el compromiso con la construcción de una convivencia basada en el respeto, la tolerancia y la equidad.

o   Aunque no nos conozcamos, es posible compartir unos valores y converger en un proyecto de Iglesia y de sociedad. 

ü Después de reflexionar en las enseñanzas de San Pablo, quien nos presenta a la eucaristía como fuente de unidad, los invito a pasar al evangelio, en el cual nos habla San Juan sobre la eucaristía como pan de vida:

o   Al instituir la eucaristía, Jesús cumplió la promesa  de darnos su cuerpo como alimento y su sangre como bebida. Así lo anunció en el discurso eucarístico sobre el pan de vida, en la sinagoga de Cafarnaún, al día siguiente de la multiplicación de los panes.

o   “Yo soy el pan de vida que ha bajado del cielo; el que come de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo. Mi carne es verdadera comida y mí sangre es verdadera bebida”.

o   Los que escucharon a Jesús no pudieron entender el alcance de sus palabras, que les parecieron muy fuertes: “¿Cómo puede este darnos a comer su carne?”

o   Jesús nos llama a la comunión de vida con él. Si nos abrimos a su acción en nosotros y si acogemos su palabra como inspiradora de nuestros actos, entraremos a participar de su propia vida, de la vida eterna.

o   Infortunadamente, la rutina nos empaña los ojos y nos impide ver lo evidente. Pues bien, como hemos asistido a tantas misas a lo largo de nuestra vida, nos hemos connaturalizado con este misterio de amor y no lo valoramos en toda su magnitud. Hoy, fiesta del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, oremos para que tomemos conciencia de la riqueza infinita de alimentarnos con el pan de la vida.

o   Este pan eucarístico es infinitamente superior al maná que comieron los israelitas en su travesía por el desierto. El maná proporcionaba alimento terreno. El pan eucarístico nos comunica la vida que supera las fronteras de la muerte. 

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical en la fiesta del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. Al regresar a nuestros hogares llevemos grabado en nuestras mentes y corazones el doble significado de la eucaristía: como vínculo de unidad entre los hermanos y como  comunicación de la vida divina. Esto nos permitirá vivenciar la misa dominical, no como una incómoda obligación, sino como el encuentro gozoso  de los hermanos con el Señor de la vida, que nos invita a compartir su amistad.