X Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.
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Lecturas:
o
Profeta
Oseas 6, 3-6
o
Carta de San
Pablo a los Romanos 4, 18-25
o
Mateo 9,
9-13
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El evangelio
de hoy nos narra el llamado que Jesús hace a Mateo para entrar a formar parte
del grupo de los apóstoles:
o
Los
evangelistas Marcos y Lucas llaman a Mateo por su otro nombra, Leví.
o
Ejercía el
oficio de recaudador de impuestos, que era mal visto por los judíos pues los
impuestos iban a engrosar las arcas de Roma, potencia ocupante. Los recaudadores
de impuestos eran considerados cómplices de los invasores.
o
Por eso
llama la atención que Jesús escoja a uno de sus más cercanos colaboradores en
este colectivo detestado por la comunidad.
o
Podemos
afirmar que Mateo era doblemente marginado: de la salvación por su condición de
pecador, y de la vida social pues los fariseos lo evitaban para no contaminarse.
No obstante estas fuertes condenas religiosas y sociales, Jesús confió en Mateo
–llamado también Leví – y le dijo “sígueme”. Jesús fue capaz de superar los
prejuicios y captó su enorme generosidad para entregarse a las nuevas tareas
evangelizadoras.
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Los
fariseos, que se consideraban mejores que los demás y que se habían constituido
en jueces de la conducta ajena, inmediatamente se fueron lanza en ristre contra
Jesús:
o
“¿Cómo es que su Maestro come con publicanos y
pecadores?”. La pregunta la dirigieron a los discípulos. Querían sembrar cizaña
en la relación entre ellos y su maestro al cuestionar el trato que sostenía con
los que consideraban
“amistades sospechosas”.
o
Recordemos que Jesús ofendió
repetidas veces la hipócrita sensibilidad de los
fariseos al
frecuentar a personas que consideraban despreciables.
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Aunque la
pregunta fue dirigida a los discípulos, Jesús alcanzó a escucharla y quiso
explicar su comportamiento:
o
“No tienen
necesidad de médico los sanos sino los enfermos. No he venido a llamar a los
justos sino a los pecadores”. Esta imagen de Jesús como médico nos ilustra el
sentido profundamente humanitario de su servicio: curó a los enfermos físicos y
también a los del espíritu (consolando, animando, fortaleciendo la fe de los que
vacilaban, mostrando horizontes de superación y crecimiento, perdonando los
pecados, expulsando los demonios).
o
La cercanía
de Jesús con los pecadores es un elemento constitutivo de su misión, que es la
salvación de todos. Se acercaba a aquellos que tenían mayor necesidad de la
gracia de Dios.
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En este momento de
nuestra meditación dominical sobre la Palabra de
Dios, quiero invitarlos a que nos detengamos a analizar una frase muy sencilla,
que es de gran contenido teológico:
o
Jesús retoma
una expresión que había sido utilizada, siglos atrás, por el profeta Oseas:
“misericordia quiero y no sacrificios”.
o
En el Antiguo Testamento, los profetas habían hecho unas
críticas muy duras contra aquellos que cumplían con la formalidad de los ritos y
que se sentían salvados porque ayunaban, pagaban diezmos, ofrecían sacrificios,
pero atropellaban a los demás y pisoteaban
lo que mandaba la justicia. Estas personas,
criticadas por los profetas, vivían una religión que se contentaba con cumplir
externamente pero que no llegaba a lo profundo del ser humano y no influía sobre
su comportamiento personal y social.
o
Al retomar
esta frase del profeta Oseas, Jesús propone una práctica religiosa auténtica, en
la que la liturgia y la vida se dan la mano.
o
Este mensaje
de Jesús nos motiva para que nuestra misa dominical sea una experiencia muy
honda de encuentro con Dios y para que, al mismo tiempo, genere una dinámica de
servicio que se exprese en todas las actividades que desarrollaremos durante la
semana siguiente.
o
Esta propuesta de Jesús nos anima a que tengamos una fe
sólida, que se expresa y
que se alimenta a través de los sacramentos, y que da un espíritu nuevo a todas
nuestras actividades.
o
Esta conexión entre los ritos, la vida y la fe nos permite
entender por qué la liturgia de hoy nos propone, en la segunda lectura, la
imagen de Abrahán,
el hombre de fe por excelencia; a pesar de su
vejez, a pesar de todos los argumentos, creyó en la promesa que Dios le había
hecho.
o
Una vida cristiana
auténtica, anclada en la fe – una fe tan sólida
como la del viejo Abrahán -, se abre a la acción de Dios, participa gozosamente
en la liturgia, se preocupa por los demás y comparte sin egoísmo.
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Es hora de
terminar nuestra meditación dominical. El mensaje teológico de la liturgia de
hoy se resume en esta sencilla frase: “misericordia quiero y no sacrificios”.
Hagamos un honesto examen de conciencia para revisar la calidad de nuestra fe:
¿nos contentamos con cumplir unos formalismos y nos sentimos cerca de Dios
porque, de vez en cuando, realizamos ciertas prácticas religiosas? Recordemos
que no es auténtica la fe que está desconectada de la vida diaria. Es falsa la
fe sin compromiso con las personas que nos rodean.