XII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

ü   Lecturas:

o   Profeta Jeremías 20, 10-13

o   Carta de San Pablo a los Romanos 5, 12-15

o   Mateo 10, 26-33

 

ü El domingo anterior empezamos a explicar el discurso apostólico de Jesús, en el que éste confía a sus discípulos una misión y les da las instrucciones para llevarla a cabo.

 

ü El evangelio que acabamos de escuchar forma parte de este discurso, y en él hay un mensaje muy claro: Jesús nos dice que no debemos tener miedo. Y lo repite en tres ocasiones: “no tengan miedo a los perseguidores”, “no les tengan miedo a los que matan el cuerpo”, “no teman porque ustedes valen más que todos los gorriones”.

 

ü ¿Por qué esta insistencia de Jesús? ¿Por qué lo dice tres veces? Sabemos que si tomamos en serio nuestra fe, tendremos que afrontar dificultades:

o   En diversos momentos de la historia, el seguimiento de Cristo ha traído como consecuencia discriminación, rechazo social, persecución, cárcel e incluso la muerte.

o   No es necesario retroceder en el tiempo. En nuestra época, las comunidades católicas  viven situaciones muy difíciles dentro de los países fundamentalistas islámicos, en China, en Cuba. Su militancia religiosa los inhabilita para asumir determinados cargos y son relegados a los escalones más bajos del mundo laboral.

o   Pero hay otras formas más sutiles de exclusión, y son las que padecemos en las sociedades materialistas de nuestro tiempo: los valores del evangelio son una rareza para ser conservada en los museos, pero que carecen de vigencia en la vida diaria.

o   Las presiones provenientes del medio ambiente para ascender rápidamente en  la pirámide social constriñen a los individuos para que dejen a un lado los escrúpulos y utilicen todos los medios sin respetar las fronteras entre el bien y el mal, entre lo honesto y lo deshonesto.

 

ü Esta exhortación de Jesús, ¡no tengan miedo!, conserva toda su validez dos mil años después, pues no es fácil ser coherentes con nuestra fe y con los principios que se derivan de ella.

 

ü En el texto evangélico que nos trae la liturgia de hoy, aparecen unos argumentos en los que conviene detenernos:

o   No hay que tener miedo pues la fuerza del evangelio es arrolladora.  La fuerza invencible del evangelio se ha afirmado a lo largo de los siglos, pues la Iglesia ha sobrevivido a todas las persecuciones. El ejemplo más reciente es la desaparecida Unión Soviética: después de setenta años de ateismo sistemático promovido por el Estado, se derrumbó el sistema comunista y las expresiones religiosas florecen en una hermosa primavera.

o   No hay que tener miedo a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma. Esto quiere decir que las fuerzas del mal, a pesar de todas sus herramientas de presión, no pueden arrebatarnos nuestra libertad interior.

o   Pero el argumento más contundente para no temer ante los obstáculos que se oponen a que vivamos nuestra fe es la certeza de la presencia de Dios  junto a nosotros. Ese Dios que cuida a cada uno de los pájaros del campo, acompaña amorosamente a cada uno de sus hijos protegiéndolos de todo mal.

 

ü El evangelio de hoy es una invitación a explorar el oscuro mundo de nuestros miedos e inseguridades. No se trata de minimizar las presiones que se oponen a nuestra fe y que pretenden torcer nuestros valores  éticos. Sin minimizar esas presiones, sí debemos reconocer que  nuestra fortaleza no radica en las fuerzas propias, sino que el auxilio nos viene del Señor.

 

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical. Que esta exhortación de Jesús  nos ayude a superar un cierto complejo de inferioridad que nos aqueja. No nos debe dar vergüenza  ser fieles a nuestros compromisos como esposos o como sacerdotes; no nos debe dar vergüenza  ser honestos en nuestras actividades laborales y económicas; no nos debe dar pena practicar nuestra religión y contárselo a los amigos; no queramos ocultar que participamos en la misa dominical y comulgamos. Parecería que quisiéramos cubrir con una cortina impenetrable  esta dimensión religiosa de nuestras vidas para ocultarla a los extraños. Que esta meditación dominical nos ayude a superar el temor al qué dirán…