XVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

 

ü Lecturas:

o   I Libro de los Reyes 3, 5. 7-12

o   Carta de San Pablo a los Romanos 8, 28-30

o   Mateo 13, 44-46

 

ü ¿Quién no ha soñado con el Premio Extraordinario de Navidad? ¿O que se ha ganado el “baloto”? Más de una vez nuestra imaginación ha empezado a distribuir el premio: comprar una casa, hacer un viaje, ayudar a la familia, a un amigo necesitado, colaborar con una obra social…

 

ü Pues bien, Jesús utiliza este imaginario para darnos a comprender la realidad misteriosa del reino de Dios. En el evangelio de hoy encontramos dos imágenes sencillas, el tesoro escondido y la perla preciosa, a través de las cuales se nos dice que el reino de Dios es el bien supremo que debe regir nuestra escala de valores.

 

ü Este texto, en su brevedad, tiene elementos muy sugestivos:

o   Lo primero que llama la atención es que el  reino de Dios no se presenta como algo para ser contemplado o admirado. No. El reino de Dios se presenta como algo dinámico que exige que nosotros nos pongamos en movimiento. La vida cristiana es incompatible con las actitudes pasivas.

o   En estas dos breves parábolas, Jesús habla del reino en términos de descubrimiento: descubrimiento de un tesoro enterrado en un campo, descubrimiento de una perla de gran valor.

o   Hay hallazgos que son el resultado de un golpe de suerte; pero, por lo general, los hallazgos son el resultado de una búsqueda paciente y sistemática. Recordemos el trabajo que realizan los arqueólogos que estudian las culturas del pasado o los esfuerzos de los buscadores de tesoros que sueñan con recuperar las riquezas de algún galeón español hundido por los piratas del Caribe. Todos ellos han tenido que investigar durante años.

o   A la búsqueda hay que ponerle entusiasmo, pasión. Es necesario que el corazón esté ansioso por apoderarse de ese bien. Sólo los más entusiastas perseverarán hasta el final. Muchos se quedan en la mitad del camino por cansancio o por desánimo.

o   Tal como lo sugieren las dos parábolas de hoy, no se trata de un descubrimiento marginal, sino que es de tal magnitud que cambia el curso de la vida. A partir de este hallazgo se abre un capítulo nuevo.

o   En este sentido, las vidas de los santos nos narran transformaciones radicales, producto de una conversión. Traigamos a la memoria a dos personajes de la historia de la Iglesia: San Pablo y San Agustín. A partir de la experiencia de Dios cambiaron sus vidas para convertirse en los grandes anunciadores de la buena noticia de Jesús resucitado. Y en la vida diaria también se dan grandes transformaciones después de unos retiros espirituales o de un encuentro matrimonial.

o   El descubrimiento, en sí mismo, no es suficiente. No basta con saber que allí hay un tesoro  o una joya invaluable. El descubrimiento pide actuar, tomar decisiones que  muchas veces no son fáciles. No podemos contentarnos con VER, es necesario JUZGAR y ACTUAR.

o   Además, se trata de una oportunidad única que no se puede perder. ¿Qué pensaríamos de los personajes de estas parábolas si hubieran dicho: "qué complicado es desenterrar este tesoro o agacharse a recoger esta perla; ya habrá otras oportunidades”? Si esta hubiera sido su reacción, pensaríamos que están locos pues otra oportunidad así  no se vuelve a presentar…

 

ü Estas dos breves y sencillas parábolas también nos ofrecen pistas interesantes  para comprender el espíritu que debe animar una auténtica espiritualidad:

o   Algunas personas creen que tener una vida espiritual profunda  exige arrastrar unas existencias tristes y aburridas. Esta visión oscura de la vida cristiana está totalmente desenfocada. Si meditamos en el misterio de la encarnación – el Hijo de Dios asume nuestra condición humana –, se llena de luz y de sentido la existencia humana. Saber que el reino de Dios está presente en medio de nosotros nos debe llenar de alegría. La alegría que experimentaron los personajes de las parábolas, cuando descubrieron el tesoro y la perla.

o   Ciertamente, a lo largo de la vida se presentan sufrimientos, fracasos y crisis. Igualmente, entrar a participar del reino de Dios implica una fase de rupturas y renuncias. Esa etapa está claramente  formulada en las dos parábolas: venden todo lo que tienen para adquirir el tesoro y la perla. Se desprenden de algo para adquirir bienes infinitamente superiores. Es una inversión.

o   Por eso el discípulo de Jesús no es alguien que ha dejado, sino alguien que ha encontrado  algo muy valioso. No se trata de un simple juego de palabras, sino de una gran verdad. El desprendimiento representa el primer paso.

o   Hay personas que tienen una visión trágica de la existencia. Todo lo ven sombrío, todo es negro. Son incapaces de admirar la infinita variedad de colores y de oportunidades que nos ofrece la vida. Viven su fe dolorosamente. Su relación con Dios lleva la marca del miedo. Su práctica religiosa tiene el sabor amargo de la obligación.

 

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical sobre las sencillas parábolas del tesoro escondido y de la perla preciosa. Los valores espirituales son el tesoro y la perla. ¿Dónde encontrarlos? No tenemos que hacer aparatosos viajes. Están en la vida diaria, en la familia, en el trabajo, en los amigos, en la misa dominical. El día a día es el campo donde se encuentran estos tesoros. Pongámonos en camino  para hallarlos.