XIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

 

ü  Lecturas:

o   I Libro de los Reyes 19, 9ª. 11-13ª

o   Carta de San Pablo a los Romanos 9, 1-15

o   Mateo  14, 22-33 

ü La experiencia del miedo ante los fenómenos de la naturaleza pertenece a lo más íntimo del ser humano. ¿Quién no ha sentido temor ante las fuerzas ciegas de un temblor de tierra o de una tempestad eléctrica? Por eso comprendemos los sentimientos de los discípulos de Jesús cuando, en medio de la borrasca en una noche oscura, ven aparecer a un ser misterioso que camina sobre las aguas, a quien identifican como un fantasma. 

ü El evangelista Mateo reproduce esta experiencia de los discípulos, no porque quiera dejar constancia del mal momento que vivieron los seguidores de Jesús, sino porque fue ocasión de una particular manifestación de Dios:

o   En el Antiguo y en el Nuevo Testamento son frecuentes las teofanías, es decir, acontecimientos especiales en los cuales se manifiesta el poder y la presencia de Dios.

o   En medio de esta escenografía de las olas amenazadoras en medio de la oscuridad de la noche, Jesús se manifiesta a los discípulos como Dios, ejerciendo su poder sobre las fuerzas de la naturaleza. Por eso los discípulos confiesan: “¡Verdaderamente eres el Hijo de Dios!”

o   Vale la pena comparar las religiones naturales con la tradición judeo – cristiana: en las antiguas religiones naturales, los fieles divinizaban las fuerzas de la naturaleza, inventando dioses para cada una de ellas: el sol, la luna, las estrellas, el fuego, la lluvia, el mar, los vientos…

o   En la tradición judeo – cristiana, se produce una desacralización  de estos fenómenos, que ya no tienen rango divino, y se afirma la soberanía de Dios sobre todos ellos. Dios es señor de las  aguas, modeló el universo, puso en movimiento los astros, está por encima de las tempestades. Los salmos tiene hermosas expresiones para cantar  el señorío de Dios sobre las fuerzas naturales.

o   En el texto evangélico que hemos leído hoy, Jesús se muestra como Señor de las tempestades. Estamos, pues, ante una teofanía o manifestación del poder y de la presencia de Dios.

o   En su diálogo con los atemorizados discípulos, Jesús usa la fórmula del Antiguo Testamento: “Yo soy, no teman”. Así se identificaba Dios en el Antiguo Testamento: su nombre es “Yo-soy”. 

ü En este relato de la automanifestación de Dios en medio de la tempestad, hay otro detalle que no podemos pasar por alto:

o   La automanifestación de Dios produce un cambio sustancial: se pasa de una tempestad a una situación de calma; y, en ese nuevo clima, los discípulos pueden confesar: “¡Verdaderamente eres el Hijo de Dios!”

o   Hallar a Dios, no en la tempestad sino en el calma, también aparece sugerido en la primera lectura. Recordemos la experiencia vivida por el profeta Elías: “Antes del Señor vino un huracán tan violento que descuajaba las montañas y agrietaba las rocas. Pero en el huracán no estaba el Señor.  Después del huracán vino un terremoto. Pero en el terremoto tampoco estaba el Señor. Después del terremoto cayó fuego. Pero en el fuego tampoco estaba el Señor. Y después del fuego vinieron la calma y el silencio”. Entonces Elías sí pudo encontrarse con Dios.

o   ¿Qué nos transmiten estas imágenes? Que el encuentro con Dios sólo es posible en una atmósfera silenciosa, de recogimiento, cuando no estamos distraídos por otras preocupaciones. Aquellas personas que viven una vida muy agitada, de reunión en reunión, que pasan la mayoría del tiempo en un avión, tienen dificultades serias para encontrarse a sí misma y para dialogar con Dios. 

ü La barca de los discípulos, golpeada por las olas enloquecidas y después conducida a puerto seguro por Jesús, ha sido un símbolo de la Iglesia. En la literatura cristiana de todos los tiempos, se habla de la Iglesia como una barca guiada por Cristo a través del Papa, que es su Vicario en la tierra. Esta barca ha tenido que sortear muchas tempestades, fruto de las persecuciones y de sus propias infidelidades y pecados. 

ü Este relato también nos invita a reflexionar sobre nuestros  miedos particulares:

o   Así como los discípulos se sintieron impotentes ante las fuerzas desatadas de la naturaleza, también nosotros sentimos miedo.

o   Son muchos los factores que nos atemorizan: la fragilidad de nuestra salud, la incertidumbre del futuro, los peligros que amenazan nuestra integridad física, los vaivenes de la economía, etc.

o   Ya vimos que lo  grave no es sentir miedo, pues se trata de un componente de nuestra condición humana.  Lo grave es que el miedo nos paralice o que nos empuje a tomar decisiones equivocadas.

o   Una lectura cuidadosa de este relato nos debe llenar de paz pues, en medio de la tempestad, Jesús sale al encuentro de sus amigos, aunque al principio no lo reconocieron.

o   Jesús sale a nuestro encuentro de muchas maneras: a través de las personas que nos rodean o a través de un consejo o de una lectura que nos ilumina.

o   En medio de las crisis que nos angustian, escuchemos las palabras de Jesús:" ¡Calma, soy yo; no tengan miedo!”. 

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical. En medio de las preocupaciones que nos  afligen, la fe nos dice que Jesús está junto a nosotros. No estamos solos. Pidámosle que aquiete las aguas turbulentas que nos rodean. Y no tomemos decisiones en medio de las crisis porque nos equivocaremos. Las decisiones tomadas en caliente son muy peligrosas porque están cargadas de rabia y emotividad.