XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

 

ü Lecturas:

o   Profeta Isaías 25, 6-10ª

o   Carta de San Pablo a los Filipenses 4, 12-14. 19-20

o   Mateo 22, 1-14 

ü La liturgia de este domingo gira alrededor de la imagen del banquete, tema que aparece en la lectura del Profeta Isaías y en el evangelio de Mateo. En la tradición bíblica, el banquete es una imagen con la que se expresa la alegría del encuentro definitivo entre Dios y su pueblo. 

ü Esta parábola del banquete tiene muchos puntos de contacto con la parábola de  los viñadores homicidas que escuchamos el domingo anterior:

o   El rey representa a Dios, los invitados son los judíos, los criados son los profetas y los apóstoles.  Los primeros invitados al banquete fueron aquellos que por sangre pertenecían al pueblo escogido. Como sus dirigentes rechazaron la invitación, otros comensales fueron llamados para ocupar su puesto.

o   Los invitados hallados en el cruce de los caminos son los excluidos en su tiempo por los fariseos, es decir, los publicanos y pecadores, así como los convertidos del paganismo. 

ü Si analizamos cuidadosamente el texto, descubrimos que en la parábola hay dos segmentos claramente diferenciados:

o   El primer segmento tiene como protagonista principal al pueblo escogido: “Tengo preparado el banquete; todo está listo. Vengan a la boda”. Sin embargo, la terquedad y soberbia de los dirigentes religiosos de Israel los llevó a desoír el llamado.

o   El segundo segmento empieza con el incidente del vestido; dice el rey: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de fiesta?”

o   Esta segunda parte de la parábola tiene como protagonista, no ya al pueblo de Israel con sus dirigentes religiosos, sino a la comunidad cristiana, los nuevos invitados a los que Mateo dirige su evangelio.

o   No es suficiente haber sido llamados; no es suficiente haber sido bautizados. Es necesaria la conversión interior, representada simbólicamente por el vestido de fiesta. Con esta imagen, el evangelista Mateo denuncia la mediocridad de algunos miembros de la comunidad eclesial que solo son cristianos de nombre…

 

ü Ahora los invito a analizar los motivos o disculpas que dieron los invitados para no ir a la fiesta:

o   Dice el evangelista: “Los invitados no hicieron caso. Uno se fue al campo, otro a su negocio”

o   Inmediatamente percibimos un agudo contraste entre el honor de ser invitados por el rey al matrimonio de su hijo, y la mala educación de las respuestas dadas.

o   ¿Qué tienen en común estos personajes? Dicen que tienen que hacer algo muy urgente, que no puede esperar. El banquete nupcial simboliza la salvación obrada por Jesucristo, que nos ofrece la participación de la vida divina. Este banquete reviste, pues, la máxima importancia por lo que simboliza.

o   El grave error que cometieron los invitados fue preferir lo urgente y sacrificar lo importante. Sacrificaron lo esencial para ir detrás de lo secundario. Se equivocaron en su decisión.

o   La miopía que nos lleva a decidir en función de lo urgente dejando a un lado lo verdaderamente importante se manifiesta en la vida diaria. ¡Cuántos padres de familia descuidan la relación cercana con sus hijos por atender prioritariamente sus compromisos sociales o sus negocios! ¡Cuántos católicos descuidan sus deberes religiosos simplemente por preferir un partido de futbol o un paseo por el centro comercial!

o   Esta parábola del banquete, con las disculpas de los invitados para no asistir, nos debe hacer reflexionar sobre nuestra escala de valores. ¿Qué es lo realmente importante para cada uno de nosotros? ¿Qué lugar ocupan Dios y los valores espirituales dentro de nuestra agenda? ¿Qué tiempo dedicamos a la familia? El evangelio es una escuela de vida, que nos ayuda  establecer las prioridades, a no sacrificar lo importante en aras de lo urgente. 

ü La respuesta de los invitados al banquete también nos hace reflexionar sobre el uso de la libertad:

o   La libertad es nuestro tesoro más valioso. Y así como la libertad nos permite  llevar a cabo las acciones más sublimes, también  permite las decisiones más degradantes. En la vida de todos los días tenemos ejemplos de estos dos extremos. A través de nuestras decisiones libres expresamos lo mejor y lo peor del ser humano.

o   Pues bien, Dios Padre nos invita a sentarnos a la mesa del amor  con su Hijo Jesucristo. Depende de nuestra libertad aceptar o rechazar la invitación. Es estremecedor  pensar que el ser humano, en su pequeñez y limitación, pueda decir NO a Dios, su creador.

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical sobre la parábola del banquete:

o   Agradezcamos esta invitación especialísima que nos hace Dios, con la cual nos expresa su amor infinito.

o   Examinemos la forma como estamos respondiendo a las iniciativas de Dios.

o   Revisemos nuestras prioridades pues es posible que, por responder asuntos que consideramos urgentes, estemos descuidando los valores esenciales.

o   Utilicemos responsablemente la libertad, que es herramienta que puede ponerse al servicio del crecimiento personal y comunitario, como también puede ser instrumento de destrucción.