Domingo de Resurrección, Ciclo B

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

 

ü Lecturas:

o   Hechos de los Apóstoles 10, 34. 37-43

o   Carta de San Pablo a los Colosenses 3, 1-4

o   Juan 20, 1-9 

ü En estos días santos hemos acompañado a Jesús en su Pascua:

o   El Jueves Santo agradecimos su especial deferencia al invitarnos a compartir su mesa, llamado que sigue repitiendo todos los domingos para que nos encontremos como comunidad de fe y compartamos la Palabra y el Pan de Vida.

o   El Viernes Santo contemplamos impotentes cómo la injusticia y los intereses inconfesables destruyeron la vida del Justo por excelencia. El relato de la Pasión nos cuenta que la oscuridad cubrió la ciudad santa de Jerusalén, como si la naturaleza estuviera de duelo por la muerte de Jesús.

o   Una profunda tristeza, semejante a la oscuridad que sobrevino a la ciudad,  invadió los corazones de las personas sencillas que se habían llenado de esperanza al escuchar sus enseñanzas y al ver sus milagros. Todo había terminado en el fracaso de la  cruz.

o   Pero el plan de Dios no terminaba el Viernes Santo. El paso de Jesús era un tránsito de la vida terrena a la vida gloriosa junto al Padre. Su aparente fracaso era, en realidad, una aplastante victoria sobre el dolor y la muerte.

o   Por eso repican las campanas; por eso resuena la música; por eso las iglesias del mundo entero se visten de flores. 

ü En la primera lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles, Pedro da testimonio de la experiencia de Jesús resucitado: “hemos comido y bebido con Él después de que resucitó de entre los muertos”:

o   La experiencia inmediata de Jesús resucitado transformó la vida de estos primeros testigos, que superaron los temores que los paralizaban  y se convirtieron en convencidos anunciadores de la buena noticia.

o   La experiencia de Jesús resucitado sigue inspirando a millones de mujeres y hombres que han seguido las huellas de Jesús en su camino de servicio y entrega. 

ü En el evangelio que hemos escuchado, encontramos unos ricos elementos que nutren nuestra vida espiritual en este Domingo de Resurrección. Los invito a ir más allá del texto para descubrir el sentido que el evangelista Juan quiere dar a sus palabras. 

ü Nos dice el evangelista Juan que “el primer día de la semana, por la mañana temprano, todavía en tinieblas, fue María Magdalena al sepulcro y vio la losa quitada”. Analicemos algunos detalles, pues estas palabras no fueron escritas al azar:

o   El evangelista no dice cuánto tiempo pasó entre la muerte y la sepultura de Jesús y ese día concreto al cual se refiere, al que llama “el primero de la semana”. Superando el esquema de temporalidad que supone un antes y un después, Juan pone de manifiesto que  la Pascua del Señor, es decir,  su muerte y resurrección, son inseparables.

o   El sepulcro vacío, elemento esencial de este relato, indica que Jesús no ha sido atrapado por la muerte. Y así se inicia una nueva creación, se empieza a escribir un nuevo capítulo en la historia de la humanidad. Así, pues, el evangelista Juan se refiere de manera simbólica al día primero de esta realidad nueva que comienza con Jesús resucitado. Se inicia una nueva era  de esperanza y paz  para todas las mujeres y hombres de buena voluntad que buscan honestamente el bien y la verdad.

o   En su evangelio, Juan juega con las imágenes de la luz y las tinieblas. En este relato encontramos el mismo juego literario: era el amanecer pero todavía estaba oscuro. Es una forma de expresar la profunda desolación de María Magdalena, que iba a visitar el cadáver de su Maestro, quien había sido sepultado de prisa para no violar las normas que regulaban la celebración de la Pascua judía. María  fue a visitar un cadáver sin advertir que una luz nueva amanecía sobre el mundo, la luz de Cristo resucitado.

o   Este simbolismo lo expresa la liturgia cuando, en la Vigilia Pascual, se enciende el fuego nuevo, imagen del resucitado. 

ü ¿Cómo reaccionó María Magdalena al ver que la losa había sido quitada del sepulcro? Su reacción es de alarma e inmediatamente corre a avisar a los discípulos. Pero no describe el hecho objetivo de la losa que ya no sellaba la puerta del sepulcro, sino que propone una interpretación: “se han llevado al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. María Magdalena se siente desconsolada; busca un cadáver que ha desparecido. 

ü Después de ver la reacción de la mujer, pasemos ahora a los discípulos Pedro y Juan:

o   Se dirigen velozmente al sepulcro. Pero como Juan era más joven y ágil, llegó primero; pero tuvo la delicadeza de aguardar a Pedro para que fuera él, como persona mayor  y líder del grupo, quien entrara en el sepulcro.

o   El evangelista Juan describe minuciosamente, como lo haría un forense, dónde y cómo se encontraban la sábana y el sudario.

o   Curiosamente, Pedro no reaccionó de manera visible ante estos hechos; guardó silencio. Juan, por el contrario, “vio y creyó”. Los seres humanos reaccionamos de manera diferente ante las experiencias que nos depara la vida: respuestas positivas, respuestas negativas, indiferencia o sorpresa… Así somos los seres humanos; así reaccionaron los apóstoles Pedro y Juan. 

ü El Domingo de Pascua es un canto a la vida:

o   Los seguidores de Jesús no somos un club de fans que nos aferramos al recuerdo de nuestro ídolo muerto como lo hacen los admiradores de Elvis Presley, Marilyn Monroe o John Lennon.

o   Nosotros no vivimos de un recuerdo. Cristo resucitado sigue vivo, presente y actuante en medio de la comunidad eclesial. Nos sigue comunicando su vida a través de la Palabra, de la oración, de la participación litúrgica, de las obras de solidaridad con los pobres.

o   En esta fiesta de la vida que es la Pascua, llevemos un mensaje muy concreto de amor y esperanza a tantos hermanos nuestros víctimas de esta cultura de la muerte que genera violencia, pobreza, exclusión, desplazamiento.  

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical. Dejemos que el espíritu de la Pascua impregne nuestro mundo interior, nuestras relaciones familiares y nuestro trabajo. Que la paz del resucitado cicatrice nuestras heridas y nos convierta en constructores de vida, reconciliación y alegría.