XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.
ü Lecturas:
o
Éxodo 16,
2-4. 12-15
o
Carta de San
Pablo a los Efesios 4, 17. 20-24
o
Juan 6,
24-35
ü
El mensaje
de la liturgia de hoy nos llena de esperanza, pues Jesús afirma: “Yo soy el pan
de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá
sed”. Mensaje que responde a las necesidades de una sociedad que, habiendo
buscado la felicidad por mil caminos, está hambrienta y sedienta de
espiritualidad.
ü
Esta
catequesis sobre el pan de la vida
va precedida, como ambientación, por el relato del
libro del Éxodo sobre el maná, aquel alimento milagroso que le permitió al
pueblo de Israel sobrevivir en medio de las penurias del desierto. Este alimento
dado por Dios a su pueblo preanuncia el alimento por excelencia, el pan
eucarístico, que nos nutre espiritualmente en nuestro peregrinar por la vida.
ü
Este
texto del pan de la vida se ubica después de la multiplicación de los panes,
sobre el cual reflexionamos
el domingo anterior. Fue tal el entusiasmo que
suscitó la acción prodigiosa de Jesús, que tuvo que esconderse porque querían
hacerlo rey.
ü
Pero duró
poco la escapada de Jesús. Los que habían sido testigos de la multiplicación de
los panes lo descubrieron en Cafarnaún. Y allí se desarrolla un diálogo muy
interesante, sobre el cual los invito a profundizar.
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Si Jesús
hubiera sido un político en búsqueda de votos, se habría sentido muy complacido
por el entusiasmo de sus seguidores. Sin embargo sus palabras de saludo no son
las que hubiera pronunciado un político agradecido: “Yo les aseguro que ustedes
no me andan buscando por haber visto señales milagrosas, sino por haber comido
de aquellos panes hasta saciarse”.
ü
Este
comentario de Jesús nos hace reflexionar acerca de las motivaciones que tenemos
para acercarnos a Dios:
o
Hay personas
que se acercan a Dios como resultado de una búsqueda honesta de la verdad.
Después de un estudio cuidadoso y una reflexión seria, llegan a la conclusión de
que el sentido de la vida se encuentra en un Ser absoluto y trascendente, que ha
dado el impulso inicial al universo y que nos lo ha confiado para que lo
administremos responsablemente.
o
Hay
otras personas que se acercan a la iglesia por simple inercia sociológica para
asistir
- como si fuera
un
teatro – a unos ritos que van marcando el proceso vital: el
bautismo, la primera comunión, quizás el
matrimonio, las exequias… Se trata de una religiosidad difusa, reducida a unos
ritos, que no se traduce en un compromiso de vida. Es la fe superficial de los
creyentes sociológicos.
o
Otras
personas se acercan a Dios en las emergencias, cuando sienten amenazada su
seguridad ante la inminencia de un examen, una entrevista de trabajo o un
problema de salud. Superada la emergencia, Dios vuelve al “cuarto de San Alejo”,
donde se
guardan las cosas que
no se usan en la vida diaria pero que pueden ser
útiles algún día.
ü
Jesús
cuestiona los motivos que tienen aquellos que lo han seguido hasta Cafarnaún.
Apropiémonos de esta interpelación de Jesús y analicemos la seriedad de nuestras
convicciones religiosas y éticas: ¿Es Dios nuestro interlocutor habitual con el
que dialogamos cada día pues queremos obrar según su voluntad? ¿O se trata más
bien de un interlocutor esporádico al que acudimos para que nos
dé una mano en las emergencias?
ü
A
continuación, Jesús hace un comentario que no podemos pasar por alto. Les dice a
sus seguidores: “No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento
que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre”. Estas palabras
de Jesús conservan toda su actualidad, ya que nos exhortan a revisar nuestras
prioridades:
o
Es
fundamental que hayamos definido con claridad los objetivos que queremos
alcanzar. Ser adulto no consiste simplemente en haber alcanzado la mayoría de
edad establecida por la ley civil.
La verdadera adultez consiste en saber qué queremos
realizar en la vida y
poner los medios para ello.
o
Tenemos que revisar nuestras agendas personales y preguntarnos si lo que estamos
haciendo nos conduce a nuestra realización integral, de manera que podamos mirar
con paz ese corte de cuentas que es el encuentro
definitivo con Dios a la hora de la muerte.
o
Son
muy sabias las palabras de Jesús: “No trabajen por este alimento que se acaba,
sino por
el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el
Hijo del hombre”. No podemos interpretar estas palabras como una invitación a
ser irresponsables y descuidados en nuestros deberes diarios como miembros de
una familia y de una sociedad. Hay que leerlas como una exhortación a definir
una clara escala de valores en un mundo
asfixiado por el
materialismo.
ü
Es hora de
terminar nuestra meditación dominical. Acerquémonos confiados a Jesús, pan de la
vida. En Él encontraremos la respuesta a todos nuestros interrogantes y en Él
saciaremos todas nuestras insatisfacciones porque Él es la plenitud de la verdad
y el amor. “El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá
sed”