XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Solemnidad: Jesucristo, Rey del Universo

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

 

ü Lecturas:

o   Profeta Daniel 7, 13-14

o   Apocalipsis 1, 5-8

o   Juan 18, 33-37 

ü Este domingo es el último del año litúrgico y tiene, como broche de oro, la fiesta de Cristo Rey. Recordemos que la liturgia de cada año tiene, como punto de partida, el Adviento o preparación para el nacimiento del Señor; y termina con la fiesta de hoy, cuando  celebramos a Jesucristo como el punto de convergencia hacia el cual se dirige la historia de salvación. 

ü El evangelista Juan propone a nuestra consideración  un diálogo entre el gobernador romano, Poncio Pilato, y Jesús. En este diálogo, breve y directo, se pone de manifiesto la  identidad de Jesús:

o   Pregunta Poncio Pilato: “¿Eres tú el rey de los judíos?”

o   Jesús responde: “Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad”, “mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos”

o   Podemos imaginar el desconcierto del gobernador romano ante semejante respuesta; él percibía  en aquel hombre del pueblo una energía excepcional; pero era incapaz de entender el lenguaje de Jesús porque su punto de referencia era el poder romano y consideraba al emperador como una divinidad.  

ü No queda la menor duda: Jesús afirma su identidad real, que no se limita a ser un descendiente más del rey David; y su área de influencia va más allá de las fronteras de Israel; por eso afirma: “Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad; todo el que es de la verdad, escucha mi voz” 

ü En esta fiesta de Cristo Rey, veamos cómo rompe Jesús todos los paradigmas asociados al poder:

o   Él afirma que es rey, pero carece de presupuesto, no tiene fuerzas armadas y no dispone de representantes diplomáticos.

o   Su influjo a través de dos mil años de historia radica en  la fuerza del amor  y el servicio hacia los más débiles.

o   Jesús, que ha partido en dos la historia – por eso decimos AC y DC – tiene una forma diferente de escribir la historia; los grandes caudillos se han distinguido en los campos de batalla y Jesús se destaca desde el Monte de las Bienaventuranzas donde proclama bienaventurados a los  humildes, a los pobres y a los que trabajan por la paz.   

ü Jesús  nos hace partícipes de su proyecto a través de las parábolas; a partir de imágenes sencillas, tomadas de la vida diaria, nos descubre las intimidades del plan de Dios:

o   Nos dice que el Reino de Dios es semejante a un grano de mostaza que crece y se convierte en un árbol frondoso;

o   Nos cuenta que es semejante a la levadura con que la mujer prepara el pan;

o   Y que es como un tesoro escondido en un campo. 

ü A medida que vamos profundizando en este lenguaje sencillo y profundo de las parábolas, descubrimos que el Reino de Dios no puede visualizarse en el organigrama de una empresa y que no es posible traducirlo en una planeación estratégica con metas e indicadores. El reino de Dios se hace presente en Jesús. Él es el revelador del Padre; Él es el camino, la verdad y la vida.  

ü Por eso el anuncio del Reino de Dios consiste en  proclamar la presencia de Jesús en medio de la comunidad;  si queremos anunciar al verdadero Jesús, y no a la caricatura que presentan  las novelas de ficción y  las películas, es necesario:

o   Conocerlo; y para ello están la lectura  de los evangelios, la oración y la participación en los sacramentos;

o   A medida que avanzamos en su conocimiento, lo amaremos al tomar conciencia de todo lo que Él ha hecho y sigue haciendo por nuestra felicidad;

o   El conocimiento de Jesús, que se transforma en amor, nos impulsa a seguirlo y a comprometernos con su proyecto.  

ü Que esta fiesta de Cristo Rey, final solemne del año litúrgico, nos permita avanzar en el conocimiento de Jesús, cuyo proyecto no se apoya en el poder sino en el servicio. El Hijo eterno del Padre se despojó de su  condición divina para asumir nuestra naturaleza  humana. Y después de cumplir la misión que le había sido asignada, el Padre lo constituyó Señor del universo.