III Domingo de Adviento, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

 

ü Lecturas:

o   Profeta Sofonías 3, 14-18

o   Carta de San Pablo a los Filipenses 4, 4-7

o   Lucas 3, 10-18 

ü La liturgia proclama con pasión un mensaje de alegría. De diversas maneras se nos comunica la misma invitación:

o   En la primera lectura, escribe el profeta Sofonías: “Canta, hija de Sion, da gritos de júbilo, Israel, gózate y regocíjate de todo corazón, Jerusalén”, “Él te ama y se llenará de júbilo por tu causa, como en los días de fiesta”

o   El salmo responsorial nos dice en su última estrofa: “Griten jubilosos, habitantes de Sion, porque el Dios de Israel ha sido grande con ustedes”

o   El apóstol refuerza este mensaje: “Hermanos míos: Alégrense siempre en el Señor; se lo repito: ¡alégrense! Que la benevolencia de ustedes sea conocida por todos. El Señor está cerca. No se inquieten por nada” 

ü Quisiera invitarlos a que profundicemos en lo que significa la alegría. Este será el tema de nuestra meditación dominical. Podemos analizar separadamente su doble significación: la alegría como sentimiento humano y la alegría conectada con la experiencia de fe. 

ü La alegría es una de las emociones básicas del ser humano. Si revisamos nuestras vivencias personales, veremos que esta emoción se manifiesta de dos maneras:

o   En ocasiones, la alegría es un estado de ánimo positivo como reacción a episodios pasajeros que nos resultan gratos; por ejemplo, ganarnos una rifa,  recibir una felicitación de la empresa en la que trabajamos, encontrarnos con un antiguo compañero del colegio al que hace años no veíamos… Estos acontecimientos suscitan en nuestra emotividad respuestas positivas, agradables.

o   También podemos hablar de la alegría como un clima interior sereno que nos permite valorar y disfrutar los aspectos positivos de la vida.

o   En este segundo caso, vemos que la alegría es  un elemento que le da color y sabor a nuestra vida interior, y se traduce en  la sonrisa que regalamos a quienes nos rodean, en los comentarios positivos que  expresamos  sobre lo que hacen los demás.

o   Esta alegría interior, que nada tiene que ver con la carcajada estrepitosa ante el chiste vulgar, forma parte del proceso de madurez de las personas; es el resultado de una actitud positiva que quiere descubrir los valores de las personas, que desea disfrutar la cara amable de los acontecimientos. En pocas palabras, es un componente esencial de la salud mental. 

ü Hay personas que son terriblemente negativas y se complacen en  subrayar, de manera obsesiva, las fallas naturales que se presentan en la vida diaria. En su lectura negativa, todos los restaurantes son pésimos, los hoteles prestan un servicio que no se compagina con lo que cobran, todos los empleados son unos ladrones, los familiares y conocidos son unos aprovechados… 

ü Aunque la descripción pueda parecer exagerada, conocemos a seres que en la vida real tienen algunos de estos rasgos. Son personas que sufren mucho, viven aburridas e irradian energía negativa. Si insistimos en encontrar el lado negativo de las personas y de los acontecimientos, seguro que lo hallaremos. 

ü En este contexto, quisiera hacer una breve referencia a la depresión, que es la negación de la alegría de vivir:

o   Si le dejamos tomar ventaja, nos puede destruir.

o   Solos no podemos manejarla; necesitamos la ayuda de profesionales experimentados.

o   Con frecuencia es el resultado de desequilibrios bioquímicos que se resuelven con una adecuada medicación.

o   Cada día  hay más niños y adolescentes víctimas de este flagelo. 

ü La liturgia nos exhorta a la alegría. Además de ser una emoción básica del ser humano, encontramos una profunda relación entre ella y la experiencia de fe:

o   Si revisamos nuestra historia personal, por todos partes descubrimos la presencia amorosa de Dios que nos ha  rodeado de oportunidades y beneficios. De nuestros labios debe salir una oración de acción de gracias, acompañada de una sonrisa.

o   La fe nos dice que Dios nos invita a ser sus colaboradores en la obra de la creación; esta tarea la realizamos cuando asumimos, con responsabilidad y pasión, las tareas diarias. Nuestros esfuerzos no son en vano; con nuestra inteligencia y con nuestras manos estamos construyendo un mundo mejor, según el plan de Dios. Esta certeza sobre el valor del trabajo nos debe llenar de satisfacción y motivarnos para ser cada día más dinámicos. Esta convicción refuerza el clima interior positivo.

o   La fe nos dice que Cristo, a través de su Pascua, ha establecido un nuevo tipo de relación entre Dios y la humanidad. Hemos sido elevados a la dignidad de hijos de Dios, partícipes de la vida divina. Esta transformación de nuestro ser cambia radicalmente la perspectiva y una luz trascendente ilumina nuestro ser y actuar.

En síntesis, la irrupción de Dios en la historia de la humanidad y en la vida de cada uno de nosotros debe desterrar los sentimientos negativos y el pesimismo, para llenarnos de una profunda paz interior. Si Dios  está junto a nosotros, ¿qué podemos temer? Ahora entendemos que este mensaje dominical de alegría no es una afirmación vacía sino que tiene raíces muy hondas.