II Domingo de Cuaresma, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

 

ü Lecturas:

o   Génesis 15, 5-12. 17-18

o   Carta de San Pablo a los Filipenses  3, 17 – 4,1

o   Lucas 9, 28b-36

 

ü La primera lectura, tomada del libro del Génesis, nos presenta a Abraham, un personaje excepcional que será el tema de nuestra meditación dominical.

 

ü Abram era el nombre original de Abraham. Tuvo dos hijos: Isaac, con Sara su esposa; e Ismael, con Agar, sierva de Sara. Estos dos hijos, Isaac e Ismael, son considerados las raíces de los judíos y los árabes. Ambos pueblos reconocen a Abraham como el tronco original. Es lamentable que estos dos pueblos, que tienen un origen común, se profesen un odio visceral.

 

ü Los especialistas en temas bíblicos ubican el periodo de los patriarcas hacia el año 1.200 A.C. Cuando hablamos de Abraham, nos referimos, entonces,  a un personaje que existió hace 3.200 años. A pesar de la enorme distancia que nos separa, se trata de alguien que conserva su actualidad y frescura.

 

ü ¿En qué radica la importancia de Abraham? Además de ser el origen de estas dos culturas – la judía y la árabe – que han tenido un enorme influjo en la historia de la humanidad (pensemos en los aportes de estos pueblos a las matemáticas, astronomía, literatura, medicina, filosofía, etc.), Abraham es el protagonista de una impactante revolución espiritual: con él se da el paso del politeísmo al monoteísmo.

 

ü Los padres de Abraham, originarios de Ur de Caldea, adoraban a numerosos dioses. Abraham, después de la profunda experiencia espiritual que vive, abandona el politeísmo de sus mayores y confiesa a un solo Dios, personal y trascendente,  creador del cielo y de la tierra, eterno, justo juez y misericordioso. La comunicación que tenía con ese Dios trascendente se caracteriza por la calidez y la cercanía.

 

ü Lo que sabemos de Abraham nos ha sido transmitido por el libro del Génesis. Allí se nos cuenta que nació en Ur, ciudad caldea; llamado por Dios, se trasladó a Harán, en Mesopotamia; acatando la voluntad divina, a los 75 años salió para Canaán en compañía de su esposa y de su sobrino Lot; presionado por el hambre emigró a Egipto, donde amasó una gran fortuna; y regresó a Canaán. El trasegar de Abraham por tierras lejanas era el modo de vida normal de las tribus nómadas, que se desplazaban con sus ganados en búsqueda de buenos pastos y de agua.

 

ü En el libro del Génesis encontramos dos relatos sobre Abraham, los cuales pertenecen a dos tradiciones diferentes, la Yahvista y la Sacerdotal. El texto que nos presenta la liturgia de este domingo es el capítulo 15, y pertenece a la tradición más antigua, la Yahvista, que se remonta al siglo IX A.C; la otra tradición, la Sacerdotal, es del siglo V A.C. Los expertos en estudios bíblicos han analizado cuidadosamente las particularidades literarias de estas  dos tradiciones, pero  pasaremos por alto estos tecnicismos para concentrarnos en el objetivo de nuestra meditación, que es  comprender el significado de este personaje en la historia de salvación.

 

ü Desde el punto de vista teológico, el rasgo dominante de la personalidad de Abraham es su fe en Dios, alimentada de una confianza absoluta. Responde afirmativamente al llamado de Dios sin hacer preguntas ni fijar condiciones; la solidez de su fe es puesta a prueba en tres circunstancias extremas:

o   En obediencia al llamado de Dios sale de Ur, la patria de sus mayores.

o   En obediencia al llamado de Dios emprende el viaje a la tierra prometida, que era un proyecto lleno de interrogantes.

o   En obediencia al llamado de Dios hace los preparativos para sacrificar a su hijo Isaac.

 

ü La fe de Abraham es total, sin condiciones. Yahvé se siente tan complacido con su siervo, que lo hace destinatario de dos grandes promesas:

o   La primera promesa se refiere a su descendencia: “Contempla el cielo y cuenta las estrellas, si puedes contarlas. Así será tu descendencia”. Esta promesa de Yahvé desafiaba la lógica humana, pues él y su esposa eran ancianos y no habían podido tener hijos.

o   La segunda promesa se refiere a la tierra: Yahvé le promete a Abraham que le dará en propiedad la tierra de Canaán. Como lo podemos percibir, desde hace más de 3.000 años se planteó un problema que todavía no ha podido ser resuelto: los derechos a la tierra por parte de Israel y los derechos de los habitantes originarios…

 

ü Estas dos promesas son selladas mediante la celebración de una alianza perpetua entre Dios y Abraham y sus descendientes; alianza en la que la iniciativa proviene de Dios, y que exige que Abraham y sus descendientes asuman dos tipos de compromisos:

o   Un compromiso de transparencia ética, es decir, caminar siempre en la presencia del Señor;

o   Y un compromiso religioso de exclusividad: “Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo”.

 

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical, inspirada en este formidable personaje que fue y sigue siendo Abraham, nuestro padre en la fe. Él es el origen de la tradición monoteísta que confiesa a un Dios único, personal y trascendente, creador del universo y padre amoroso. Que Abraham, con su fe total y sin  condiciones, sea una inspiración para todos nosotros.