III Domingo de Cuaresma, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J. 

 

ü Lecturas:

o   Éxodo 3, 1-8. 13-15

o   I Carta de San Pablo a los Corintios 10, 1-6. 10-12

o   Lucas 13, 1-9 

ü El evangelio de este domingo nos trae la parábola de la higuera estéril, en la cual Jesús, mediante un lenguaje enérgico, nos pide introducir drásticas modificaciones en nuestro modo de vivir.  

ü Para poder comprender su significado teológico, conviene empezar por una experiencia humana. Se trata de la experiencia, bastante frecuente, de pedir “una última oportunidad”; recordemos algunas situaciones particulares:

o   Empecemos por los estudiantes universitarios que descuidan sus estudios y al final del semestre los resultados académicos son desastrosos: perdieron varias materias, su promedio de notas es lamentable; y las directivas universitarias tienen la obligación de aplicar el reglamento, y les comunican que han quedado excluidos. ¿Qué sigue? Lágrimas, promesas y la consabida petición, “denme la última oportunidad”. 

o   Pasemos a un segundo escenario, el de las empresas. La Dirección de Recursos Humanos hace la evaluación anual de los empleados y quedan en evidencia los mediocres. En aquellos casos en los que se constata un bajo rendimiento, se decide cancelarles el contrato de trabajo. ¿Qué sigue? Llanto, promesas de llegar puntuales, hablar menos por teléfono y cumplir responsablemente sus tareas y la consabida petición de tener “la última oportunidad”. 

o   El mismo guión se repite en las parejas cuyo conflicto ha llegado al límite y es inminente la ruptura definitiva; surge, entonces, la inevitable petición: “démonos la última oportunidad”.

ü Estas escenas de la vida cotidiana nos sirven de contexto para comprender el significado teológico de la parábola de la higuera estéril:

o   “Un hombre tenía una higuera plantada en su viñedo; fue a buscar higos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: Mira, durante tres años seguidos he venido a buscar higos y no los he encontrado. Córtala. ¿Para qué ocupa la tierra inútilmente? El viñador le contestó: Señor, déjala todavía este año; voy a aflojar la tierra alrededor y a echarle abono, para ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré”.

o   El lenguaje de Jesús refleja las condiciones de la sociedad de su época, cuya economía giraba alrededor de las actividades del campo. Esta parábola plantea un problema de fondo, que nuestra sociedad expresaría en términos de productividad, indicadores de gestión, rendición de cuentas…

o   Cada uno de nosotros ha recibido un capital inicial de cualidades y oportunidades; a cada uno de nosotros ha sido asignada una misión (como miembros de familia, como ciudadanos, como partícipes de la comunidad eclesial); y a cada uno de nosotros se nos ha otorgado una parcela de tiempo (40 años de vida, quizás 50, tal vez 70 años)

o   Utilizando el lenguaje campesino de la parábola, seremos juzgados por los frutos que demos; en términos más actuales, podemos hablar de una evaluación por resultados; tendremos que responder ante el tribunal de la conciencia, ante la sociedad y ante Dios por la administración de nuestras cualidades y el cumplimiento de nuestras responsabilidades.  

ü ¿Cuáles son los indicadores que serán tenidos en cuenta para esta evaluación definitiva de nuestras vidas?

o   No seremos evaluados por los cargos desempeñados o por la declaración de renta. El test que nos será aplicado versa sobre los valores puestos en práctica: el amor a la familia, la solidaridad con los pobres, la justicia en las relaciones con los demás, la ética profesional, el sentido de ciudadanía, la confianza en Dios, la práctica religiosa.

o   Los valores que hayamos puesto en práctica dirán si nuestra vida ha tenido un sentido o si – en palabras  de la parábola de hoy – hemos ocupado inútilmente la tierra.

ü Dentro de este contexto de rendición de cuentas, quisiera decir una palabra sobre el Sacramento de la Reconciliación, llamado coloquialmente “confesión”:

o   Muchas personas dicen, de manera pintoresca, “no sé de qué confesarme pues no he matado a nadie, no he robado, no he sido secuestrador”

o   Sin embargo, si nosotros aplicamos los exigentes procesos de calidad que conducen a la certificación de una empresa o a la acreditación de un programa académico, tendremos que reconocer que siempre es posible mejorar como miembros de familia, como ciudadanos, como  creyentes.

o   Pues bien, el Sacramento de la Reconciliación – mejor conocido como Confesión – es la oportunidad que nos ofrece la Iglesia para hacer un alto en el camino, evaluar los resultados y hacer un plan de mejoramiento. 

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical sobre la parábola de la higuera estéril. Aprovechemos el tiempo de Cuaresma para hacer un corte de cuentas y revisar nuestros indicadores de crecimiento personal. Y hagamos este proceso dentro de un contexto de fe acercándonos al Sacramento de la Reconciliación.