II Domingo de Pascua, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J. 

 

ü Lecturas:

o   Hechos de los Apóstoles 5, 12-16

o   Apocalipsis 1, 9-11. 12-13. 17-19

o   Juan 20, 19-31 

ü Los textos del Nuevo Testamento que la liturgia nos presenta en este tiempo de Pascua reproducen diversos momentos de la vida de la comunidad apostólica. Leyéndolos con atención y profundizándolos en la oración, podremos descubrir lo que significó  la experiencia del resucitado para los primeros seguidores, y así apropiarnos de este hecho que está en los orígenes de la Iglesia. 

ü Hoy los invito a explorar los sentimientos vividos por los discípulos después de la pasión y muerte de Jesús:

o   Estaban agobiados por una tristeza infinita. En el tiempo que habían compartido con Él – la tradición habla de un periodo de tres años -, lo habían conocido en profundidad, habían escuchado sus parábolas que destilaban sabiduría, habían sido testigos de sus intervenciones milagrosas para devolver la salud y la esperanza  a los que sufrían diversos males del cuerpo y del espíritu.

o   Todo esto había desaparecido bruscamente por una conjuración de aquellos que se sintieron amenazados en su poder religioso y político. Su tristeza estaba acompañada de la rabia: ¿cómo era posible que los poderes de este mundo hubieran llegado a tales extremos de crueldad contra el más justo y misericordioso de los profetas?

o   Era inevitable que sintieran miedo; el evangelio de hoy nos cuenta que estaban encerrados por miedo a los judíos. Seguramente los enemigos de Jesús no estaban  satisfechos con el aniquilamiento del Maestro; también querían liquidar a sus discípulos.

o   Estando en esta situación emocional, empezaron a circular rumores sobre unas apariciones, pero las descartaron porque  las portadoras de estas noticias habían sido mujeres. Nos dice el evangelista Lucas que “las mujeres anunciaron todas estas cosas a los Once y a todos los demás […] Pero todas estas palabras les parecían desvaríos y no les creían”. Como lo podemos ver, también los discípulos eran víctimas de los prejuicios machistas…

o   Tristeza, desconcierto, miedo, rabia, escepticismo son los sentimientos que acompañaron a los seguidores de Jesús después de su pasión, muerte y sepultura. El caso más notorio es el del apóstol Tomás, narrado en el evangelio de este domingo. En un arranque de  escepticismo positivista, descalificó el testimonio dado por sus colegas del Colegio Apostólico. 

ü Los sentimientos experimentados por los seguidores de Jesús continúan presentes entre las mujeres y hombres de nuestro tiempo. Ante las terribles injusticias que ocurren a nuestro alrededor y ante los escándalos de sacerdotes y obispos, sienten tristeza, desengaño, rabia, escepticismo. Parecería que los nobles ideales propuestos por Jesús de Nazaret hubieran sido sepultados  por quienes deberían ser sus testigos y anunciadores.  

ü El evangelio de hoy nos narra la aparición reconfortante de Jesús a sus discípulos, que estaban acobardados. El resucitado tiene una presencia que irradia esperanza  a  los entristecidos discípulos de hace dos mil años, y a los católicos escandalizados de hoy:

o   En medio de la crisis, se hace presente Jesús resucitado quien los saluda: “La paz esté con ustedes”. Este saludo de paz no pretende anestesiar los sentimientos, sino que es una invitación a redimensionar los acontecimientos vividos y a no leer en clave de fracaso lo que debía ser asumido como un desafío.

o   Después de saludarlos, les mostró las manos y el costado. Sus manos mostraban el destrozo causado por los clavos, y el costado había sido perforado por la lanza del soldado. Jesús ofrecía la prueba de que era Él mismo, aunque en un estado diferente; no era una ilusión ni un “doble”, como aquellos que se contratan en el cine para hacer las escenas peligrosas.

o   Jesús resucitado concede a los suyos el don del Espíritu Santo. La naciente Iglesia de hace dos mil años y la Iglesia de hoy, sacudida por los escándalos, necesitan la presencia transformadora del Espíritu Santo para que sane las heridas, cambie nuestros comportamientos, nos dé la humildad para confesar nuestros pecados de acción y de omisión, y  nos conceda el valor y la honestidad para denunciar aquellos comportamientos vergonzosos que tanto daño  hacen al pueblo de Dios. 

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical. El tránsito de Jesús de la muerte a la vida es también nuestro propio tránsito, nuestra Pascua. Después de haber celebrado los grandes misterios de la salvación, no podemos seguir siendo los mismos  mediocres. Que este cirio pascual, que simboliza a Cristo resucitado, ilumine nuestros hogares, nos aporte criterios para tomar las decisiones políticas sabias que favorezcan el bien común y conduzcan a una purificación de los miembros de la Iglesia.