XII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J. 

 

ü  Lecturas:

o   Profeta Zacarías 12, 10-11; 13, 1

o   Carta de san Pablo a los Gálatas 3, 26-29

o   Lucas 9, 18-24 

ü Este domingo centraremos nuestra meditación en  unas palabras de san Pablo en su carta a los Gálatas. En ella nos dice: “Todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, pues, cuantos han sido incorporados a Cristo por medio del bautismo, se han revestido de Cristo. Ya no existe diferencia entre judíos y no judíos, entre esclavos y libres, entre varón y mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús”. Estas palabras del apóstol nos sugieren dos temas de reflexión que tienen mucha actualidad: la discriminación y la multiculturalidad. 

ü Para poder comprender el alcance de las palabras de san Pablo, recordemos los usos y costumbres de Grecia y Roma:

o   Los griegos eran muy conscientes de sus aportes a la cultura universal en áreas tales como la filosofía, las artes, la política, etc. Y por eso miraban con desprecio a los demás pueblos, a los que designaban con el nombre genérico de “bárbaros”; esta palabra sigue teniendo un significado peyorativo.

o   Más aún, la riqueza de las ciudades griegas y del Imperio Romano se alimentaba del trabajo de los esclavos, que eran los pueblos sometidos en sus campañas militares.

o   En la antigüedad clásica existían dos mundos absolutamente diferentes: los griegos y los bárbaros; los ciudadanos romanos y los pueblos sometidos por las legiones; la organización social, política y económica de Grecia y Roma tenía como piedra angular la discriminación. 

ü De ahí el impacto revolucionario del mensaje de Jesús, que nos lo recuerda san Pablo en su carta a los Gálatas:

o   “Todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús”. Esta afirmación nos recuerda que existe un Padre común y que todos los seres humanos formamos parte de su familia. Todos somos iguales porque no hay diferencias entre los hijos.

o   Como si esta afirmación no fuera suficiente, el apóstol Pablo continúa: “Ya no existe diferencia entre judíos y no judíos, entre esclavos y libres, entre varón y mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús” 

ü Estas palabras contundentes de san Pablo, que expresan el talante igualitario del Reino instituido por Jesús,  continúan siendo un ideal del cual estamos muy lejos. En el lenguaje diario  utilizamos expresiones que ponen en evidencia actitudes discriminatorias; es frecuente escuchar expresiones tales como “este indio”, “este negro”, que descalifican a los destinatarios… 

ü Más aún, la sociedad señala con desprecio a minorías tales como los indigentes, los drogadictos, los travestis. Los medios de comunicación nos informan de las aberrantes actividades que desarrollan ciertos grupos que han decidido eliminar a estos seres humanos. Las palabras incluyentes de san Pablo son ignoradas. 

ü Ahora bien, este mensaje de san Pablo no solo nos lleva a asumir la inclusión social como consecuencia de la dignidad sagrada de los seres humanos, sino que nos invita a profundizar en la riqueza que acompaña a la multiculturalidad.  

ü La presencia de diversas razas, culturas y  modos de producción dentro de una sociedad genera vigorosos procesos de desarrollo. El caso más emblemático es el de los Estados Unidos, cuyo poderío es el resultado de los aportes de los inmigrantes que han llegado a lo largo de la historia (ingleses, holandeses, africanos, alemanes, irlandeses, polacos, italianos, chinos, vietnamitas, latinos, etc.)  Los Estados Unidos son un país de inmigrantes, una nación de naciones. Por eso es tan contradictoria la  ley del estado de Arizona contra los inmigrantes, porque es una negación de lo que ha sido su historia. 

ü Por eso los invito a que valoremos la diferencia racial, social, cultural, ideológica. Recordemos que la Constitución de 1991 describe a Colombia como una realidad política pluriétnica y multicultural. 

ü Que las palabras del apóstol Pablo, en su carta a los Gálatas, nos ayuden a superar los prejuicios y las actitudes discriminatorias y que valoremos la diversidad que aportan los diversos colectivos. Debemos hacer de nuestra ciudad y de nuestro país la casa común, donde haya lugar para todos. 

ü La tolerancia no consiste en soportar pasivamente y a regañadientes a los que no son como uno; la verdadera tolerancia desea descubrir los valores diferentes que tiene el otro, y que yo no tengo, para enriquecer con ellos el proyecto de sociedad que queremos construir. ¡Sumemos en lugar de restar!