VII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J. 

 

ü Lecturas:

o   Libro del Levítico 19, 1-2. 17-18

o   I Carta de san Pablo a los Corintios 3, 16-23

o   Mateo 5, 38-48 

ü Antes de entrar a profundizar en el mensaje que nos comunica la liturgia de hoy a través de sus lecturas, quisiera presentarles, en el lenguaje de hoy, el marco de referencia que nos permita descubrir la riqueza que nos ofrece la Palabra de Dios:

o   En el mundo empresarial, fuertemente competido, se motiva a los miembros de una determinada  organización para que agreguen valor a los servicios y productos que ofrecen a sus clientes, y así desarrollen elementos que los diferencien de la competencia.

o   ¿Qué significa esto? Si usted tiene un restaurante y quiere atraer a los clientes, no puede ofrecer un menú demasiado amplio; usted no puede ser excelente, al mismo tiempo, en comida italiana, francesa, española, árabe, mediterránea, criolla. Nadie puede ser especialista en todo. ¡Escoja y haga lo posible por ser el mejor en un campo determinado!

o   Si usted está al frente de una “estación de servicio” o “bomba de gasolina”, tiene que competir con otros muchos negocios semejantes.  ¿Cómo atraer a la clientela? Ofrezca algo especial; agregue valor; marque la diferencia. 

ü Pues bien, la liturgia de hoy, en particular la primera lectura y el evangelio, invita a los  seguidores de Jesús a que agreguemos valor a nuestro comportamiento, a que definamos el factor diferenciador en nuestra conducta:

o   Nos dice el libro del Levítico: “Sean santos, porque yo, el Señor, soy santo”. ¡Un desafío descomunal que nos desborda!

o   Nos dice el evangelio: “Han oído ustedes que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo; yo, en cambio, les digo: Ama a tus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persigan y calumnien”. 

ü El reto, pues, que nos plantea la Palabra de Dios, es marcar la diferencia que nos exige el seguimiento de Jesús. 

ü Después de esta visión de conjunto sobre el mensaje que nos comunica la liturgia de hoy, analicemos algunos aspectos particulares del texto. 

ü Empecemos por la referencia que hace Jesús sobre la “ley del talión”:

o   El texto nos cuenta que “Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: ojo por ojo, diente por diente; pero yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo”.

o   Cuando escuchamos esta formulación de la “ley del talión” – ojo por ojo, diente  por diente – nos estremecemos porque nos suena como un llamado a la venganza; sin embargo, a pesar de las apariencias, su contenido es muy sabio pues lo que está exigiendo es que haya una proporción entre el delito y la pena, y pide que no haya exageraciones o sobrerreacciones en cuanto  al castigo         que se impone.

o   En algunos países se aplican unas sentencias terribles por comportamientos que la sociedad considera inaceptables. El caso más reciente lo hemos conocido a través de una fotografía que acaba de ganar un premio internacional: a una mujer musulmana, acusada de infidelidad a su esposo, le fueron amputadas las orejas y la nariz. ¡Aterrador y absolutamente desproporcionado! Si este castigo lo aplicaran a los maridos infieles, el mundo estaría lleno de desorejados y desnarigados… 

ü Los seguidores de Jesús no debemos contentarnos con cumplir el mínimo que establecen las leyes y las normas; debemos ir más allá en términos de excelencia  de manera que mostremos una diferencia en cuanto a nuestro modo de actuar como parte  de una familia, como ciudadanos y como  miembros de la Iglesia.  

ü Reflexionemos sobre un texto que citamos al principio de esta meditación:  “Han oído ustedes que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo; yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos,  hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian”:

o   Estas palabras de Jesús nos ponen nerviosos pues tocan las fibras más íntimas de nuestro ser; tenemos que reconocer que nuestro interior es caldo de cultivo donde se incuban  innumerables resentimientos: amigos de muchos años que terminaron odiándose;  parejas que se separaron y que se causaron  heridas muy hondas en ese proceso; hermanos que se distanciaron por una herencia. Los ejemplos podrían prolongarse indefinidamente…

o   Estas heridas no se curan automáticamente como resultado de  un acto de la voluntad. El perdón y la reconciliación no provienen de los sentimientos puramente humanos sino que son fruto de la gracia de Dios. Pidamos la ayuda del Señor para que podamos avanzar en esa dirección y así  cicatricen las heridas del corazón, y dejemos  atrás los viejos resentimientos.

o   El perdón y la reconciliación son prioritarios en Colombia. Después de haber vivido más de seis  décadas de violencia, tenemos que comprometernos con la reconstrucción  del tejido social. La mirada tiene que estar puesta en el futuro; una cosa es la legítima aspiración a que se haga justicia y otra cosa muy diferente  es el deseo de venganza. 

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical. A través de un lenguaje impactante, Jesús nos invita a marcar la diferencia  en la manera de actuar. Seguirlo a  Él es mucho más que contentarnos con cumplir el mínimo de la ley.