I Domingo de Cuaresma, Ciclo A
Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.
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Lecturas:
o
Génesis 2,
7-9; 3, 1-7
o
Carta de san
Pablo a los Romanos 5, 12-19
o
Mateo 4,
1-11
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El tiempo de
Cuaresma es precedido, en algunas ciudades, por las fiestas de Carnaval, que se
caracterizan por los disfraces, desfiles, bailes, permisividad en los
comportamientos y cierto descontrol… Los más famosos son los de Río de Janeiro,
Venecia, New Orleans y Barranquilla, entre otros.
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Las
fiestas de Carnaval recogen tradiciones muy antiguas: en
Roma
se celebraban unas fiestas en honor de Baco, dios del vino; de ahí viene el
nombre de “bacanales”, palabra que ha pasado a significar fiestas durante las
cuales se llevan a cabo todo tipo de excesos; también se habla de la conexión
entre los Carnavales actuales y otras fiestas de la antigüedad, como eran las
“saturnales” y las “lupercales”.
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Las
celebraciones terminan la víspera del Miércoles de Ceniza; las viudas de
“Joselito Carnaval” lo lloran en sus exequias, y la vida vuelve a la normalidad.
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El
periodo de Cuaresma – que, simbólicamente dura 40 días para recordar los 40 años
de travesía por el desierto del pueblo de Israel hacia la tierra prometida -
prepara a la comunidad cristiana para celebrar los misterios pascuales, es
decir, la pasión,
muerte y resurrección del Señor.
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En su
mensaje de Cuaresma de este año, el Papa Benedicto XVI nos invita a vivir este
periodo de preparación como una profundización en el sentido
de
nuestro bautismo:
o
Cuando
recibimos el sacramento del Bautismo, participamos de la Pascua del Señor, es
decir,
morimos a la realidad del pecado para renacer a una vida
nueva, la vida divina.
o
El bautismo
transforma nuestro ser. En su Mensaje de Cuaresma de 2011, el Papa Benedicto nos
recuerda que “el bautismo no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo
que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a
una conversión sincera”.
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Las
palabras de Benedicto XVI no sólo plantean
qué hacer
durante la Cuaresma – profundizar en el significado de la vida bautismal – sino
que también dice
cómo hacerlo;
para ello
propone dejarnos llevar por los textos bíblicos
que aparecen en estos Domingos de Cuaresma. Leamos
las palabras del Papa: “Para emprender seriamente el camino hacia la Pascua y
prepararnos a celebrar la Resurrección del Señor – la fiesta más gozosa y
solemne de todo el Año litúrgico -, ¿qué puede haber de más adecuado que
dejarnos guiar por la Palabra de Dios? Por esto la Iglesia, en los textos
evangélicos de los domingos de Cuaresma, nos guía a un encuentro especialmente
intenso con el Señor, haciéndonos recorrer las etapas del camino de la
iniciación cristiana”.
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Acogiendo
esta invitación del Papa Benedicto, exploremos el mensaje que nos transmite la
Palabra de Dios en este I Domingo de Cuaresma.
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El tema
central es la tentación:
o
Tener
tentaciones forma parte de nuestra condición humana. En la primera lectura,
tomada del libro del Génesis, escuchamos cómo los seres humanos hemos tenido la
pretensión de ser como dioses.
o
A lo largo
de la historia encontramos numerosos ejemplos de los caminos que han intentado
los seres humanos para tratar de hacer realidad esa pretensión absurda; unos se
han sentido todopoderosos por sus conocimientos científicos, otros por el poder
de sus ejércitos y armamentos, otros por sus inmensas riquezas, otros por la
capacidad de manipulación de los seres humanos… La historia muestra cómo han
fracasado estruendosamente estos intentos soberbios de ser como dioses; sus
autores han sido reducidos a polvo.
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Por su
parte, el evangelio nos muestra cómo la tentación pretendió desestabilizar el
proyecto de Jesús y modificar sus prioridades. Recordemos que Jesús asumió
totalmente nuestra condición humana, menos el pecado; por eso vivió, con
particular intensidad, la experiencia de la tentación.
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¿Qué es la
tentación? Es un llamado muy atractivo para apartarnos del bueno camino; ella se
presenta de manera sutil, fascinante, retadora; de ahí la petición que
expresamos en la oración del Padrenuestro: “No nos dejes caer en la tentación y
líbranos del mal”.
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Cuando
nos creemos más fuertes es cuando somos más débiles y vulnerables. Hay personas
que aman el peligro y creen que pueden incursionar por senderos peligrosos
pensando que tienen bajo control todos los factores de riesgo. ¡Error fatal!
Veamos algunas
situaciones tomadas de la vida real:
o
Tentación de la riqueza a corto plazo. Las cárceles están llenas de “mulas del
narcotráfico” que ingenuamente
habían pensado retirarse después de realizar dos o
tres viajes llevando droga, y así hacerse a un importante capital… Estos
ingenuos no tuvieron en cuenta que hay caminos que no tienen retorno.
o
Tentación de la aventura.
Hay personas que vibran con la adrenalina de la
conquista amorosa. Cuando están avanzando en esa dirección se dicen en su
interior: “se trata de una aventura sin trascendencia”, “mi hogar no tiene por
qué afectarse”. Y lo que empezó como una divertida aventura durante un viaje de
negocios, termina con una dolorosa ruptura familiar. Se sabe dónde se comienza
pero no dónde se termina.
o
Tentación de experiencias nuevas. Hay jóvenes que sucumben a la curiosidad de
experimentar sensaciones nuevas; creen tener control de la situación; cuando
menos piensan, están atrapados por una
adicción de la que difícilmente se podrán
liberar. Lo que empezó como una
experiencia nueva de fin de semana, termina por
arruinar la vida.
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Tomemos en serio este tiempo de Cuaresma para prepararnos a vivir la Pascua del
Señor, a la que nos incorporamos mediante el sacramento del Bautismo.
Interpelados por la
Palabra de Dios, reconozcamos que somos frágiles
ante la tentación, y que no estamos blindados o inmunizados contra los riesgos.