II Domingo de Cuaresma, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J. 

 

ü Lecturas:

o   Génesis 12, 1-4

o   II Carta de san Pablo a Timoteo 1, 8-10

o   Mateo 17, 1-9

ü El tema central de la liturgia de este II Domingo de Cuaresma es la Transfiguración de Jesús. Para poder comprender el significado de esta página evangélica, tenemos que precisar el contexto en el cual tiene lugar. Empecemos, pues, por ubicarnos. 

ü Si queremos expresar en pocas palabras qué es la Biblia, podemos decir que es la auto-manifestación de Dios a la humanidad, la cual se lleva a cabo en dos grandes capítulos, que solemos  conocer como el Antiguo y el Nuevo Testamento:

o   En un primer momento, Dios se manifiesta a un pueblo particular – Israel -, con el que establece una alianza o pacto muy singular, que se sintetiza en dos frases:  “Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo”. A partir de la alianza, Dios se va manifestando poco a poco, pedagógicamente, a través de los acontecimientos que va viviendo esa comunidad. El aspecto central de esa auto-manifestación de Dios es la promesa de un Mesías que transformará la existencia del pueblo de Israel.

o   Cuando llega la plenitud de los tiempos, la promesa se hace realidad en Jesús de Nazaret. En él alcanza su punto más alto esta auto-manifestación de Dios; por eso Jesús afirma: “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14, 9). 

ü Introduzcamos una palabra técnica para referirnos a la auto-manifestación de Dios; esa palabra viene del griego y es “teofanía”. Podemos decir que se dan múltiples “teofanías” o manifestaciones de Dios: la naturaleza es teofanía de Dios, la historia personal y la colectiva interpretadas desde la fe son teofanía de Dios, la familia unida por el amor y la comunicación es teofanía de Dios. 

ü Después de esta introducción general sobre las teofanías o auto-manifestaciones de Dios, avancemos en nuestra reflexión y hablemos de un género literario propio de la Biblia que es el de las “teofanías”; se trata de teofanías o manifestaciones de Dios particularmente solemnes que están acompañadas de elementos extraordinarios; citemos algunos ejemplos:

o   En el Antiguo Testamento, leemos el relato solemne de la promulgación de los Diez Mandamientos en el Monte Sinaí.

o   En el Nuevo Testamento encontramos teofanías muy solemnes como el Bautismo de Jesús, la Transfiguración del Señor cuyo texto hemos leído hoy, y la escena de Pentecostés. 

ü En la Transfiguración del Señor, que es el tema central de la liturgia de este II Domingo de Cuaresma, encontramos unos elementos que son comunes a otras teofanías solemnes del Antiguo Testamento: tiene lugar en la cima de un monte, que en las culturas antiguas se consideraba como  el escenario ideal para un encuentro con Dios; el resplandor que nos indica la presencia de la divinidad; la voz a través de la cual Dios manifiesta su voluntad; el miedo que experimentan las creaturas sobrecogidas ante la infinitud de Dios. 

ü ¿Qué significa la palabra Transfiguración? Es un cambio de forma o figura, pero no implica un cambio en el ser de Jesús, quien cambia de apariencia y así se manifiesta su identidad plena que estaba oculta por su naturaleza humana. La escena en la cima del monte no fue un show para llamar la atención ni un espectáculo de luz y sonido para agradar al público. En la cima del monte se manifestó la gloria de Jesús, como un anticipo de su glorificación plena en la resurrección. Este cambio de apariencia tuvo como testigos a los tres discípulos más cercanos: Pedro, Santiago y Juan, a quienes pidió guardar silencio sobre lo que habían visto. 

ü La presencia de Moisés y Elías tiene un profundo significado teológico porque ellos son dos grandes protagonistas de la historia de Israel y simbolizan los dos pilares de la experiencia religiosa de este pueblo, la Ley y los Profetas. Su presencia junto a Jesús muestra cómo en Él llega a su plenitud el Antiguo Testamento porque es la realización de la promesa, y con  su pasión y muerte se sella la alianza definitiva entre Dios y la humanidad.  

ü En medio de esta impactante escenografía, se escucha una voz que dice: “Este es mi Hijo muy amado; escúchenlo”:

o   Estas palabras son una reconfirmación de la identidad y de la misión de Jesús, que ya habían sido explicitadas en otra teofanía, cuando Jesús se bautizó en las aguas del río Jordán.

o   Jesús es el revelador del Padre, el que nos descubre quién es Dios en su ser más íntimo y cuáles son sus proyectos sobre nosotros, sus hijos. 

ü Estas palabras del Padre en la teofanía de la Transfiguración deben resonar con particular intensidad durante esta Cuaresma. Ahora bien, si queremos escucharlo tenemos que crear un clima de paz interior en medio del agitado ritmo de vida; los invito, pues, a empezar nuestro día con unos minutos de oración y terminemos nuestra jornada con unas palabras de acción de gracias. 

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical sobre el relato de la Transfiguración del Señor. Jesús manifestó el esplendor de su gloria ante sus más cercanos colaboradores. También hoy Él continúa manifestándose, aunque de manera más discreta, en la vida diaria; descubramos su presencia amorosa en la familia, en el trabajo, en la naturaleza y en nuestros hermanos. Para un creyente, los diversos momentos de la vida diaria deben ser teofanías o manifestaciones de Dios.