V Domingo de Cuaresma, Ciclo A
Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.
ü Lecturas:
o Profeta Ezequiel 37, 12-14
o Carta de san Pablo a los Romanos 8, 8-11
o
Juan 11, 1-45
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Este relato de
la resurrección de Lázaro se caracteriza por los valores humanos de sus
personajes, así como por el impactante mensaje teológico que nos transmite la
persona de Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque
haya muerto vivirá”.
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Este
texto nos ofrece un excepcional “primer plano” de los sentimientos del corazón
de Cristo, que amaba entrañablemente a este grupo familiar, había compartido sus
gozos y tristezas; una escena particularmente intensa se desarrolla junto al
sepulcro del amigo, cuando Jesús llora y los judíos comentan: “De veras, ¡cuánto
lo amaba!”
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La
imagen de este Jesús solidario con sus amigos nos motiva para acercarnos
confiadamente a Él para manifestarle nuestras incertidumbres y preocupaciones,
seguros de que Él nos escuchará; su invitación es clara: “Venga a mí los que se
sientan cansados y agobiados, que yo los aliviaré”.
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Jesús,
el Hijo de Dios hecho hombre, fue totalmente libre
para expresar sus sentimientos; su rol de Mesías
jamás le impuso una máscara para aparentar frialdad y dignidad; jugó con los
niños, celebró con las parejas de enamorados, rió y lloró con sus amigos, sintió
pánico en el Huerto de los Olivos…
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Teniendo
delante de nosotros el ejemplo de Jesús, debemos afirmar con contundencia: no
hay que tener miedo a la afectividad; más aún, es nuestro mayor tesoro. Esta
sociedad tan golpeada por la violencia necesita que los niños vuelvan a reír y a
jugar sin el temor de una mina anti-personas, que los padres
acaricien a sus hijos y que les digan que los
quieren, que los amigos se apoyen dejando a un lado intereses egoístas.
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La
cultura machista, perpetuada a través de los corridos, rancheras y tangos, nos
ha causado un daño enorme porque ha consagrado como modelos de identificación a
varones duros, dominantes, que consideran la conquista amorosa como una
colección de trofeos. La cultura machista mira con desprecio la expresión de los
sentimientos. El “mero macho" no puede ser tierno, no puede llorar, tiene que
asistir al entierro de sus seres queridos con cara de indiferencia…
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Algunos
padres de familia, influenciados por la tradición machista, piensan que la mejor
manera de educar a sus hijos varones es tratarlos
con brusquedad; creen que besarlos, acariciarlos y jugar con ellos afecta su
identidad masculina.
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Esta
afectividad reprimida
busca una válvula de escape en el alcohol; el macho
latinoamericano, amordazado en sus sentimientos, se libera bajo los efectos del
alcohol. Al borracho sí se le permite llorar, abrazar, decir que quiere a sus
amigos. ¡Qué curioso! El varón latino no puede expresar sus sentimientos cuando
está sobrio, pero sí lo puede hacer cuando está borracho, y nadie lo censura…
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Que la
imagen de este Jesús profundamente afectado por la muerte de su amigo sea una
motivación para revisar los modelos pedagógicos. Una sociedad será tanto más
saludable cuanto más espontáneamente exprese sus sentimientos. La represión
afectiva genera violencia intrafamiliar y social.
ü Otro elemento muy interesante de este relato de la resurrección de Lázaro es cómo se vivencia la muerte de un ser querido:
o Lo primero que debemos reconocer es que la muerte es un hecho absolutamente natural, que forma parte de nuestro ciclo vital.
o Pero una cosa es el hecho biológico y otra cosa muy distinta es su impacto afectivo, pues la muerte es vivenciada como ruptura o separación. El vacío que deja se va sintiendo cada día más, sobre todo en ciertas fechas (Día de la Madre, Navidades, etc.)
o Desde el punto de vista existencial, las preguntas que suscita la muerte son, al mismo tiempo, preguntas por el sentido de la vida. La proximidad de la muerte relativiza valores que se consideraron prioritarios, y da importancia a otros aspectos de la vida que quizá no fueron suficientemente valorados. Desde el punto de vista existencial, la muerte es el momento de la recapitulación pues nos permite responder a la pregunta más importante: ¿valió la pena haber vivido?
o
Para el
creyente, la muerte no debe ser asociada con sentimientos negativos, porque es
el encuentro definitivo con la fuente de la Verdad y del Amor.
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Al leer
el relato de la resurrección de Lázaro, llaman la atención las palabras
pronunciadas por sus hermanas, Marta y María; es natural que se sientan tristes
por la muerte de su hermano; pero es un dolor sereno, noble, matizado por un
profundo sentimiento de fe. Para el creyente, la muerte no es separación
definitiva, sino un “hasta luego”.
ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical sobre la resurrección de Lázaro. Acerquémonos confiadamente a Jesús, que tiene una infinita sensibilidad para comprender las tristezas y alegrías nuestras. A imitación de él, expresemos con espontaneidad nuestros sentimientos; así contribuiremos a construir una sociedad más sana, menos reprimida. Y que nos llene de esperanza su formidable declaración: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”.