Domingo de Ramos, Ciclo A
Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.
üLecturas:
o
Profeta
Isaías 50, 4-7
o
Carta de san
Pablo a los Filipenses 2, 6-11
o
Pasión según
san Mateo 26, 14 – 27,66
ü
La
eucaristía del Domingo de Ramos señala el comienzo de la Semana Santa, tiempo
litúrgico en el que conmemoramos la pasión, muerte y resurrección del Señor.
ü
Jesús se
había convertido en un personaje muy incómodo para los líderes religiosos de
Israel, pues había denunciado sus oscuros manejos para hacer que la religión
estuviera al servicio de sus ambiciones personales. La gota que rebosó la copa
fueron sus palabras sobre el Templo de Jerusalén: “¿Ven ustedes todo esto? Pues
les aseguro que aquí no va a quedar ni una piedra sobre otra. Todo será
destruido”.
ü
La
vida social, económica y religiosa de Israel giraba alrededor del Templo. La
casta sacerdotal había construido su enorme poder a partir de las actividades
que en él se desarrollaban. Las palabras de Jesús eran una grave amenaza contra
el sistema. Hablar de la eventual destrucción del Templo
podría
generar pánico y ponía en peligro toda la estructura de poder. Las autoridades
religiosas, que ya venían mirando con recelo las actuaciones de Jesús, no
resistieron más; había que encontrar una solución definitiva a este enojoso
problema.
ü
En el relato
de la pasión, cuidadosamente elaborado y enriquecido con numerosas referencias a
los profetas y a los Salmos, se destacan tres personajes cuyos nombres se han
convertido en sinónimo de maldad e injusticia: Caifás, Anás y Poncio Pilato:
o
Caifás y
Anás ejercían un estricto control sobre el aparato religioso. Habían tejido una
poderosa red de alianzas familiares y políticas, mediante las cuales manejaban
los hilos del poder. Y ese galileo estaba poniendo en peligro su organización;
había que neutralizarlo.
o
Poncio
Pilato era el gobernador de una remota provincia del Imperio Romano, cuya
principal obligación era conservar el orden público.
o
Así, pues,
coincidían los intereses del establecimiento religioso y de la potencia
ocupante.
ü
Se han
publicado estudios muy interesantes sobre el proceso al que fue sometido Jesús;
en este momento, no nos interesa explorar los laberintos de la legislación judía
ni estudiar los poderes que tenían los gobernadores en los territorios ocupados
por Roma. La acusación por la cual fue procesado y condenado consistía en que
había pretendido ser rey de los judíos. El interrogatorio de
Pilato se centró en este punto. Los jefes religiosos
fueron muy hábiles en la presentación del caso pues, ante semejante acusación,
la condena a muerte era inevitable. El gobernador no podía permitir que alguien
pretendiera suplantar al Emperador.
ü
Este
delito tenía como castigo la crucifixión. El historiador Flavio
Josefo la considera la muerte más miserable de todas, y
Cicerón, el famoso abogado de Roma, la describe como el suplico más cruel y
terrible.
ü
Era una
muerte lenta, pues al condenado no se le afectaba ningún órgano vital, y así su
agonía podía prolongarse durante muchas horas; finalmente, la muerte se producía
por asfixia.
ü
La crueldad
de la crucifixión buscaba atemorizar a la población y desestimularla a que
siguiera los pasos del condenado. Se llevaba a cabo en un lugar muy visible, de
manera que todos tomaran atenta nota de las consecuencias de desafiar al poder
imperante.
ü
Ciertamente,
en la historia del pueblo de Israel hay numerosos casos de personajes que
derramaron su sangre por permanecer fieles a sus principios y por defender la
causa en la que creían. Estos mártires gozaban de una profunda admiración por su
coherencia, y su memoria se conservaba en medio de la comunidad.
ü
El
sacrificio de Jesús tiene un matiz diferente: no murió por estar al servicio de
una causa sino como gesto de amor,
de entrega y de obediencia a la voluntad del Padre.
“Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su
vida como rescate por muchos”. Ofrecer la propia vida en rescate significa estar
dispuesto a morir para que otros puedan vivir. Muriendo hacía posible inaugurar
unos cielos nuevos y una tierra nueva para la humanidad.
ü
Unos de los
aspectos más dramáticos de la pasión de Jesús, además de la crueldad de los
tormentos, es la soledad: los discípulos huyeron aterrorizados; su Padre no le
responde; las únicas que lo acompañaron fueron algunas mujeres que lo habían
escuchado en sus predicaciones; el nombre de estas sensibles mujeres que lo
acompañaron hasta el Calvario ha pasado a la historia, y los creyentes las
recordamos como unos poderosos símbolos de fortaleza y solidaridad.
ü
Durante
estos días santos los invito a leer pausadamente este relato de la pasión que es
el más sublime canto al amor que se entrega sin medida en medio de los peores
atropellos.