Solemnidad. Santísima Trinidad, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J. 

 

ü  Lecturas:

o   Éxodo 34, 4b-6. 8-9

o   II Carta de san Pablo a los Corintios 13, 1-13

o   Juan 3, 16-18 

ü La liturgia de este domingo celebra la fiesta de la Santísima Trinidad, que es el corazón de nuestra experiencia de fe. En nuestra vida de creyentes, continuamente hacemos referencia a este misterio:

o   Fuimos bautizados “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Así entramos a participar de la Pascua del Señor y nos incorporamos a la comunidad eclesial.

o   Varias veces al día nos santiguamos diciendo: “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

o   Las oraciones litúrgicas terminan con la fórmula trinitaria: “Esto lo pedimos por medio de Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén”  

ü Estas expresiones trinitarias, que forman parte de nuestra rutina diaria, son el punto de llegada de un  largo proceso de automanifestación de Dios a la humanidad, que se inició con el llamado que Yahvé hizo a Abraham, nuestro padre en la fe, y        que llega a su plenitud en Jesucristo, que es el Hijo eterno de Dios que se hace hombre en las entrañas de María. 

ü A través de sus enseñanzas, Jesús fue descubriendo a los discípulos quién era el Padre y cuál era su relación particularísima con Él; hacia el final de su ministerio anunció que el Padre enviaría al Espíritu Santo. La experiencia de la resurrección abrió las mentes y los corazones de los discípulos quienes, iluminados por la gracia, recordaron las palabras de Jesús y comprendieron lo que había querido revelarles. Por eso es tan interesante comparar las formulaciones contenidas  en las dos primeras lecturas pues nos ofrecen una panorámica de la automanifestación de Dios en la historia de salvación:

o   En el libro del Éxodo leemos: “Moisés pronunció entonces el nombre del Señor, y el Señor, pasando delante de él, proclamó: Yo soy el Señor, el Señor Dios, compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel”. Estremecedoras palabras con las que Dios manifestó a Moisés – como lo había hecho con los patriarcas -, que es Uno, Personal, Absoluto, Trascendente y, al mismo tiempo, amoroso y cercano.  La automanifestación de Dios a Israel constituye una experiencia única en la historia de las religiones.

o   En el texto de la II Carta de san Pablo a los Corintios leemos un hermoso saludo de hondo sentido trinitario: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con ustedes”.

o   Ese Dios que se manifestó a los patriarcas, a los profetas y a todo el pueblo elegido como único, Personal, Trascendente y como el Dios de la Alianza, se automanifiesta, por medio de Jesús, como Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres Personas distintas y uno solo Dios verdadero. 

ü Nuestra inteligencia humana se asoma, con temor y temblor, al misterio del Dios trinitario revelado en Jesús; nuestro limitado lenguaje apenas lograr articular unas torpes palabras para expresar lo inexpresable. 

ü El Concilio Vaticano I nos explica lo que significa “misterio” en el ámbito teológico: es aquella verdad cuyo conocimiento solo es posible gracias a la revelación divina y que sigue estando envuelta por una especie de oscuridad… En otras palabras, nuestra comprensión de esa verdad revelada sigue siendo limitada, y  a través de analogías podemos formarnos  alguna idea que nos acerque. 

ü El misterio de la Trinidad es el  corazón de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo; es la fuente de todos los demás misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Después de la resurrección, los apóstoles comprendieron que Jesús era el Salvador enviado por el Padre y anunciado por los profetas; y cuando experimentaron la acción del Espíritu Santo en su interior, comprendieron en la fe que el único Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y en su nombre bautizaron a los que acogieron la buena nueva del resucitado. 

ü Las expresiones trinitarias no deben quedarse en las fórmulas de la liturgia sino que deben transformar la vida diaria. El Concilio Vaticano II en la Constitución Pastoral Gaudium et Spes n. 24, hace referencia a las palabras de Jesús, quien ruega al Padre que “todos sean uno, como nosotros también somos uno”. El Concilio lee en esta plegaria una cierta relación  entre la unión de las Personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en el amor. Vemos, pues, que una espiritualidad trinitaria transforma las relaciones sociales. 

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical. Pidámosle a Jesús, revelador del Padre, que la vivencia de la Trinidad impregne toda nuestra vida de fe y se traduzca en unas relaciones familiares y sociales inspiradas en la verdad y el amor.