Domingo XVI del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J. 

 

ü Lecturas:

o   Libro de la Sabiduría 12, 13. 16-19

o   Carta de san Pablo a los Romanos 8, 26-27

o   Mateo 13, 24-30 (forma abreviada) 

ü La liturgia de este domingo propone a nuestra consideración la parábola del trigo y la cizaña. Aunque su significado inmediato  tiene que ver con el problema concreto que debe afrontar un agricultor, suscita reflexiones que desbordan lo puramente agrícola, y nos invita a profundizar en asuntos mucho más complejos.  

ü En pocas palabras, ¿cómo podemos sintetizar la emergencia que afronta el agricultor?

o   Ha hecho una inversión importante en semillas de primera calidad porque espera sacar al mercado un trigo de excelencia.

o   Para sorpresa suya, descubre que, junto a las plantas de trigo, también está germinando una maleza muy agresiva.

o   ¿Qué hacer? La primera propuesta es obrar de manera radical destruyendo la maleza; en el lenguaje  al que estamos acostumbrados en Colombia,  hablaríamos de erradicación manual  y también del uso de herbicidas…. El dueño del cultivo descarta la propuesta porque la considera muy agresiva pues tal intervención acabaría con la maleza y con el trigo. En conclusión, lo que parece ser una solución, en realidad no lo es.

o   Surge, entonces, una segunda posibilidad: esperar hasta el momento de la cosecha para tomar las medidas que se consideran adecuadas. Esta alternativa no propone dejar de actuar, asumiendo un comportamiento pasivo. Lo que se propone es posponer la intervención para  actuar en el momento justo. 

ü Esta alegoría del trigo y la cizaña que crecen juntos nos invita a reflexionar sobre dolorosos problemas sociales que parecen agobiarnos en el momento de responder a ellos.

ü Pensemos, por ejemplo, en la angustia que experimentan innumerables padres de familia al descubrir que sus hijos se comportan en contravía de los valores éticos que les fueron inculcados y que están cometiendo delitos. Su dolor se convierte en rabia, la cual lleva tomar decisiones viscerales y extremas. ¡Qué tragedia para unos padres de familia que llegan al extremo de exclamar: este hijo murió para mí! 

ü Podemos tomar otro ejemplo: ante las expresiones de   violencia demencial que ha padecido nuestro país durante décadas, hay personas que creen que la solución está en tomar medidas extremas:

o   Ciertamente, la lucha contra las mafias exige mecanismos ágiles de aplicación de la justicia.

o   Pero, ¡atención! En nombre de la eficacia no podemos pisotear el ordenamiento jurídico; la lucha contra los violentos no nos autoriza a buscar que se haga justicia por nuestras propias manos ni elimina el derecho de los acusados a ser defendidos  en los tribunales. Usando la imagen de la parábola, quienes actúan de esa manera no sólo arrancan la cizaña sino también el trigo y todos los demás valores. 

ü En medio de su sencillez, la parábola del trigo y la cizaña debe hacernos reflexionar sobre los medios con los que la sociedad lleva a cabo la lucha contra el delito y contra aquellos comportamientos  que afectan una convivencia civilizada y  el bien común:

o   Las respuestas “en caliente” conducen a graves equivocaciones. Por eso san Ignacio de Loyola, sabio consejero espiritual, afirmaba que en tiempos de crisis no es prudente tomar decisiones (en su lenguaje del siglo XVI, decía que “en tiempos de desolación no se debe hacer mudanza”) Necesitamos enfriar la cabeza y decantar las emociones.

o   El sentido común nos sugiere que no es prudente escuchar una sola opinión; es de personas sabias abrirse a análisis contrastantes donde la ponderación de los argumentos a favor y en contra iluminarán una decisión más equilibrada.

o   Además, hay que darle tiempo al tiempo, es decir, hay que permitir que las decisiones maduren y que los procesos avancen; este fue el criterio que inspiró al agricultor de la parábola, quien prefirió aguardar el momento de la cosecha.

o   Hay problemas enormemente complejos, que tienen una larga historia. Pensemos en las heridas causadas por décadas de violencia en Colombia. La solución no puede buscarse de manera simplista y a corto plazo; es necesario que cicatricen las heridas, hay que apostarle a los procesos de reconciliación que toman tiempo y exigen la participación de muchos actores sociales. 

ü Estas sencillas reflexiones, inspiradas en la parábola del trigo y la cizaña, nos invitan a orar al Espíritu Santo  con el fin de que nos conceda sus dones y así podamos crecer en la madurez espiritual y humana para tomar decisiones sabias buscando siempre lo que sea de la mayor gloria de Dios, dejando a un lado las reacciones puramente emocionales que tanto daño causan.