Domingo XVII del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.
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Lecturas:
o
I Libro de los
Reyes 3, 5-13
o
Carta de san Pablo
a los Romanos 8, 28-30
o
Mateo 13, 44-52
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Es muy interesante
analizar cómo evolucionan los deseos y las aspiraciones de la gente. Eso lo
podemos averiguar fácilmente a través de las conversaciones diarias; los sueños
del nieto son absolutamente diferentes de los deseos del abuelo. Ahora bien, son
muy diferentes los sueños y aspiraciones de una persona de la clase media y los
sueños aspiraciones de las clases populares. Dadas las características
socio-económicas de las personas que participan en esta eucaristía, me referiré
particularmente a lo que se sucede en los grupos de clase media y alta:
o
Para muchos
adolescentes, la máxima aspiración de sus vidas es poseer un Blackberry que les
permita chatear con sus amigos; y el iPad es la herramienta mágica para navegar
por el ciberespacio.
o
Al finalizar la
secundaria y cuando entran a la Universidad, el automóvil se convierte en
símbolo de autonomía, pues se sienten liberados de la presencia de sus padres
para organizar su propia agenda; además el automóvil es una excelente ayuda para
sus conquistas amorosas.
o
Cuando se aproxima
la fecha del grado en la Universidad, aparecen en el horizonte las aspiraciones
laborales, como es vincularse a una empresa importante que les ofrezca
oportunidades de desarrollo personal y profesional, así como la búsqueda de
financiación para hacer un posgrado, preferiblemente en el exterior.
o
A partir de la
constitución de una familia, los sueños y aspiraciones están en función de los
hijos y cambian las expectativas: tener vivienda propia, poder ofrecerles una
educación de calidad y las preocupaciones por las amenazas de la droga y la
inseguridad.
o
Cuando se traspasa
el umbral de los cincuenta años, la preocupación fundamental es la seguridad
económica de cara a la vejez que se aproxima; las condiciones de la jubilación
se convierten en una preocupación central.
o
El
nacimiento de los nietos es un renacer de las ilusiones y trae aire fresco a la
vida familiar. Después de los 60, se disfruta enormemente el encuentro con la
familia y los amigos, y la vida se hace más simple. Es frecuente que en esta
etapa de la vida se produzca un redescubrimiento de los valores espirituales y
religiosos, que quizás se descuidaron por los trajines de la vida diaria.
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En esta
descripción que acabo de hacer hay mucho de realismo y algo de caricatura… Ahora
los invito a conectar estas pinceladas sobre los sueños y aspiraciones humanas
con la liturgia de este domingo.
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En la primera
lectura, tomada del I Libro de los Reyes, se nos cuenta
que “el Señor se le apareció al rey Salomón en sueños y le dijo: Salomón,
pídeme lo que quieras, y yo te lo daré”. El mismo texto nos sitúa
cronológicamente en la vida de este personaje: “No soy más que un muchacho y no
sé cómo actuar”; Salomón era un “pelao” que se sentía agobiado por la
responsabilidad de reemplazar a ese gigante que había sido su padre, el rey
David.
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Seguramente
Salomón, como los jóvenes de todos los tiempos, tenía antojos, ambiciones y
amores… Sin embargo, su respuesta no buscó satisfacciones inmediatas, sino que
tuvo una visión a largo plazo: “Te pido que me concedas sabiduría de corazón,
para que sepa gobernar a tu pueblo y distinguir entre el bien y el mal”.
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Esta petición de
Salomón es tan válida ayer como hoy; pedir la sabiduría no es pretender
convertirse en depósitos de información, pues para eso están los motores
de búsqueda de internet. Se trata de la capacidad crítica para analizar la
solidez de los argumentos, la objetividad para ponderar los valores y
antivalores que están comprometidos en cada decisión, la sensibilidad ante la
justicia, la solidaridad con los pobres, la lucidez para anticiparse a los
acontecimientos y así ir creando las condiciones para un futuro mejor, la
búsqueda continua de la voluntad de Dios.
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El tema central de
la liturgia de este domingo es la sabiduría. Pidamos al Espíritu Santo, con
humildad y perseverancia, que nos
conceda este don:
o
Pidamos la
sabiduría para los candidatos a las Gobernaciones, Alcaldías, Asambleas y
Concejos municipales; que su motivación principal sea la búsqueda del bien común
y la construcción de una sociedad más incluyente, y no la simple conquista del
poder; que comprendan que la política es ante todo una oportunidad para servir y
no un negocio.
o
Pidamos la
sabiduría para los líderes empresariales, de manera que todas sus decisiones
lleven la impronta de la responsabilidad social. La tentación de
obtener jugosos resultados en el corto plazo conduce a prácticas
deshonestas que acaban por devolverse contra
sus promotores; por el contrario, una
gestión ética es la mejor garantía para permanecer a largo plazo en el competido
mundo de los negocios.
o
Pidamos la
sabiduría para los padres de familia y educadores, quienes tienen la enorme
responsabilidad de orientar a los niños y jóvenes en medio de una sociedad
cambiante que ofrece, simultáneamente, oportunidades y amenazas. Ellos pueden
apropiarse de la petición de Salomón: “Te pido que me concedas la sabiduría de
corazón para que sepa orientar y distinguir entre el bien y el mal”.