Domingo XX del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J. 

 

ü Lecturas:

o   Profeta Isaías 56, 1. 6-7

o   Carta de san Pablo a los Romanos 11, 13-15. 29-32

o   Mateo 15, 21-28 

ü El mensaje teológico que nos transmiten las lecturas de este domingo manifiesta  la universalidad del mensaje de salvación:

o   Ciertamente, Dios estableció una alianza particularísima con el pueblo de Israel (“Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo”);  y a este pueblo Dios le fue comunicando su plan de salvación a través de los acontecimientos de la vida diaria; y le prometió el Mesías, quien instauraría un orden nuevo.

o   Aunque la automanifestación de Dios tuvo a Israel como destinatario privilegiado, no se trataba de una relación excluyente.

o   En la primera lectura que hemos escuchado, el profeta Isaías anuncia la apertura de la revelación de Dios: “Mi casa será casa de oración para todos los pueblos”. 

ü El nacimiento de Jesucristo, que es el Hijo eterno del Padre que se hace hombre en las entrañas de María, es la realización de la promesa de salvación para la cual se había preparado el pueblo de Israel durante siglos. Aunque Jesús era descendiente de la casa de David y nace en un remoto pueblo de Palestina, su encarnación tiene un significado universal, desbordando las fronteras políticas y culturales.

 

ü Hay que leer en esta perspectiva  el capítulo segundo del evangelio de san Mateo, que nos narra la visita de los sabios de Oriente; en el  calendario litúrgico nos referimos a este acontecimiento como la Epifanía o fiesta de los Reyes Magos. Este frágil niño, que ha nacido en una pesebrera, atrae a los depositarios de saberes ancestrales; Jesús es punto de encuentro de las más diversas tradiciones; su presencia en medio de nosotros es símbolo de unidad para la familia humana. 

ü Jesús resucitado ratifica la universalidad de su anuncio en la misión que confía a sus discípulos: “Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. 

ü En el evangelio de hoy, la universalidad del mensaje de salvación tiene como protagonista principal a una mujer extranjera, originaria de Canaán; por lo tanto, no pertenecía al pueblo de la alianza. Esta mujer  se acerca a Jesús para que cure a su hija de los terribles sufrimientos que padecía. Aparentemente, Jesús la trata con displicencia. Sin embargo, ella no se desanima, y en tres ocasiones expresa su petición al Señor quien, gratamente impresionado, dice: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. 

ü En sus dos mil años de existencia, la Iglesia ha anunciado la buena noticia de Jesús resucitado a todos los pueblos. Ciertamente, la historia de la evangelización contiene innumerables capítulos luminosos sobre el compromiso sin límites de mujeres y hombres que dedicaron sus vidas a la propagación del Reino de Dios. 

ü Así como reconocemos las luces de la evangelización, también debemos reconocer sus sombras. La alianza entre la Cruz y la Espada, es decir, la propagación de la fe, vinculada a la fuerza militar y a los intereses económicos de las potencias coloniales, ha dejado heridas muy hondas, pues ha proyectado la imagen del Cristianismo como una imposición más de los dominadores… 

ü El Concilio Vaticano II, a finales de los años 60, trajo un cambio radical en las relaciones entre la Iglesia y la sociedad; la afirmación de la autonomía de las realidades terrenas, el reconocimiento de la libertad religiosa, la defensa contundente de la dignidad humana y el llamado a establecer un diálogo respetuoso y constructivo con los diversos colectivos dentro de una sociedad pluralista, modificaron sustancialmente el talante de la evangelización:

o   El anuncio de Jesús resucitado es una invitación y no una imposición; es un llamado a compartir, y no la carga agobiante de una cultura que se considera superior. Es el encuentro entre la fe en Jesús y las diversas culturas, reconociendo sus valores.

o   Por eso la acción evangelizadora de la Iglesia exige que sus promotores – sacerdotes, catequistas, educadores, etc. – tengan una sólida formación en Ciencias Sociales para así comprender la complejidad de las tradiciones, de los símbolos, de los ritos. 

ü Cuando nos referimos al encuentro entre la fe y las culturas, nuestra imaginación no se transporta a las exóticas tierras de los pigmeos en el África o a los esquimales o a las selvas del Amazonas. Nuestra preocupación prioritaria es la evangelización de las diversas culturas que coexisten en nuestro país, principalmente en las grandes ciudades:

o   ¿Cómo anunciar la buena noticia de Jesús a  jóvenes cuyos gustos y lenguajes están muy lejos de nosotros, los adultos? ¿Cómo compartir estos valores con quienes aman el “reggaetón” y se pasan horas “chateando”?

o   ¿Cómo tocar el corazón de tantas mujeres maltratadas, niños abusados y familias desplazadas?

o   ¿Cómo mostrar el potencial liberador y sanador de Jesús a quienes están esclavizados por alguna forma de adicción? 

ü La liturgia de hoy tiene como tema central la universalidad del anuncio de la salvación; se trata de una invitación y no de una imposición. Por lo tanto, debemos conocer el horizonte cultural de los destinatarios de este mensaje para expresar la buena noticia de Jesús en su lenguaje, en sus ritos y en su música.