Domingo XXII del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J. 

 

ü Lecturas:

o   Profeta Jeremías 20, 7-9

o   Carta de san Pablo a los Romanos 12, 1-2

o   Mateo 16, 21-27 

ü El Papa Benedicto XVI acaba de  visitar a España con motivo de la  Jornada  Mundial de la Juventud. Expresó, en diversos contextos, su profunda preocupación por la descristianización de Europa. Recordemos que los misioneros europeos  sembraron la semilla del Evangelio en todos los continentes. 

ü Infortunadamente, la fe languidece en la Europa postcristiana. En muchos países, el Cristianismo se asocia con  unos hermosos monumentos arquitectónicos construidos hace siglos, y con  unas obras de arte conservadas en los museos. Es urgente, pues, la re-evangelización de la vieja Europa. 

ü Vengamos a nosotros; cuando el tema religioso aparece en las reuniones sociales, es frecuente constatar que, en ocasiones, Dios es considerado como un Ser Absoluto, explicación última del universo, pero completamente alejado de los quehaceres diarios. Muchos de nuestros contemporáneos tienen un difuso sentido religioso que no conecta con sus actuaciones como miembros de una familia y como ciudadanos. 

ü El aporte más significativo de la tradición judeo-cristiana es comunicarnos que Dios, el absoluto trascendente, se hace presente en la historia; Él no es un ser indiferente a la suerte de la humanidad, a pesar de nuestra pequeñez pues, como planeta, ocupamos un espacio diminuto en la inmensidad del cosmos.

ü En la primera lectura de este domingo, el profeta Jeremías usa unas expresivas palabras para referirse a la relación especial que establece con cada uno de nosotros el Dios de la alianza:

o   Dice Jeremías: “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; fuiste más  fuerte que yo y me venciste”.

o   Según el Diccionario de Uso del Español, de María Moliner, una de las acepciones o significados del verbo “seducir” es: “hacerse una persona admirar, querer o, particularmente, hacerse amar por otra”.

o   Al usar este atrevido verbo, el profeta Jeremías quiere expresar que Dios, en su infinito amor y sabiduría, quiere establecer una particularísima relación con cada uno de nosotros.

o   Para  Dios que se nos ha revelado en Jesucristo, no somos seres anónimos; Él nos ama y quiere que seamos felices. Ahora bien, como nos creó libres y responsables, Él respeta el uso que hagamos de la libertad, la cual puede ser puesta al servicio de los demás, así como puede ser instrumento de inequidad y de violencia; y esto se manifiesta en la vida social, donde aparecen las dos caras de la moneda, las luces y las sombras del uso de la libertad en los procesos sociales. 

ü Dios, que es la plenitud de la verdad y del amor y que – en palabras del profeta Jeremías – nos ha seducido, quiere que seamos sus hijos, que compartamos su vida divina y que seamos administradores de la creación. 

ü El profeta Jeremías sabe muy bien que hay fuerzas oscuras que se oponen al plan de salvación. Con profundo dolor, se expresa el profeta: “He sido el hazmerreir de todos; día tras día se burlan de mí. Por anunciar la Palabra del Señor, me he  convertido en objeto de oprobio y de burla todo el día”. 

ü En su tiempo, el profeta fue víctima de un ambiente hostil porque sus palabras y actitudes estaban en contra de prácticas socialmente aceptadas. Esto nos lleva a reflexionar sobre las presiones sociales que hacen muy difícil permanecer fieles a los principios éticos y religiosos:

o   Pensemos, por ejemplo, en la dramática  situación que viven los adolescentes,  bombardeados por todo tipo de mensajes para que caigan en el consumo de drogas.

o   Y no sólo los jóvenes son víctimas de estas presiones; también en el mundo del trabajo, con frecuencia se invocan la amistad, el compañerismo y la solidaridad de cuerpo para no denunciar el comportamiento deshonesto de los colegas o de los jefes.

o   Podemos poner innumerables ejemplos que confirman la actualidad de las palabras del profeta Jeremías, pronunciadas hace muchos siglos: “He sido el hazmerreir de todos; día tras día se burlan de mí. Por anunciar la Palabra del Señor, me he convertido en objeto de oprobio y de burla todo el día”. 

ü Permitamos  que la Palabra de Dios penetre en nuestro corazón. Dejémonos seducir por Dios que se hace presente en nuestra historia personal y que nos invita a desarrollar nuestro proyecto de vida en coherencia con el Evangelio, sabiendo que tendremos oposición porque la verdad de Jesús no es cómoda para todos.